Leyenda de la Laguna del Tesoro

Los misterios que se narraban a los niños, junto al fogón. Por Carlos Páez de la Torre (h) - Redacción LA GACETA.

SOBERBIO PAISAJE. Puesto de La Laguna del Tesoro, enclavada en la falda oriental del macizo del Aconquija. SOBERBIO PAISAJE. Puesto de La Laguna del Tesoro, enclavada en la falda oriental del macizo del Aconquija.
26 Mayo 2009
En el parque provincial de Cochuna, a 1.850 metros sobre el nivel del mar, y en la falda de los Nevados del Aconquija, despliega su belleza La Laguna del Tesoro. Es un paraje tucumano lleno de sugestión desde siempre. En su libro "Lillo. Vida de un sabio", el doctor Antonio Torres (1891-1982) inserta un recuerdo de su niñez a ese respecto.
Evocaba la "distante infancia en la vieja casa paterna", durante "las negras, largas y monótonas noches de invierno al arrimo del fogón criollo, fogón de troncos perpetuamente humeantes".
Mientras el padre atisbaba la noche, los chicos se reunían en torno "de un personaje importantísimo: don Tula, el bonachón mayordomo emponchado", con "el infaltable cigarro de chala, como otro grueso tizón humeando entre sus dedos", describía.
Catamarqueño de origen, "sus labios eran la rueca donde hilaba en tela de fantasía los cuentos más maravillosos, las leyendas más alucinantes". Una noche les prometió que "si alguna vez ustedes se portan bien y son juiciosos, para el año que viene iremos a la Laguna del Tesoro", que "queda por el lado de Catamarca viniendo desde el Fuerte". Los chicos preguntaron ansiosos, entonces, qué tenía de particular esa Laguna del Tesoro, que faltaba tanto tiempo para conocer.
Y don Tula "respondía con voz de misterio: ?es una laguna muy bella, allá cerca del cielo, junto a las nubes".
Prometía: "sí, hijos míos, los llevaré allí donde pocos llegan, muy pocos -todos nos sentíamos valerosamente animosos- y los pocos que llegan, y que profanan sus aguas, en sus aguas perecen... Porque han de saber ustedes que allá en la guerra grande, perseguidos los ?cuicos? (como se decía a los soldados realistas en tiempos de la Independencia) por nosotros, en esas aguas azules y que no tienen fondo, arrojaron sus riquezas para escapar mejor, y por eso se llaman del Tesoro".
Comentaba Torres: "¡Cuántas noches pasadas en blanco, cuántas noches ahítos de ensueño! Y todo a tan poco costo, por unas cuantas gotas de fermento de fantasía, dejado caer en nuestras alucinadas cabezas infantiles".

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