
EN PLENA TAREA. Martín Gardella tapa con ripio los pozos húmedos de Manuel Estrada al 3.200. LA GACETA/ INES QUINTEROS ORIO

Harto de esperar el asfalto en su cuadra y de vivir encerrado los días de lluvia, cuando la calle se convierte en un océano de barro y agua, Martín Gardella, de 36 años, compró herramientas, pidió a un corralón que le enviara una camionada de materiales y comenzó él solo a enrripiar la calle Manuel Estrada al 3.200, altura Bulnes al 2100. Una de sus mayores preocupaciones era que la calle no se convirtiera en un inmenso criadero de mosquitos que puedan transmitir el dengue.
Dice que desde que pavimentaron la Bulnes y la calle Helguera, perpendiculares a la Manuel Estrada, la cuadra quedó como un gran pozo que se llena de agua a los pocos minutos que empieza a llover. “Estábamos felices cuando cuando hace seis meses comenzaron a hacer las cloacas, porque esperábamos que luego hicieran el cordón cuneta y el enrripiado o el pavimento final, pero esto no sucedió. Pedimos por nota a la Municipalidad para que concluyan el trabajo. Incluso, la empresa que hizo la red cloacal dejó inconclusa la obra y los vecinos tuvimos que llenar los pozos que dejaron abiertos”, contó a LA GACETA, en momentos en que el camión descargaba en la calle el material. Martín con pala en mano distribuía el ripio sobre la tierra previamente mojada para que adhiera al suelo.
Mientras su hijita Martina, de un año y ocho meses juega entre las piedras, su esposa, María Laura, le ceba mates. Dos horas demora en colocar un metro de ripio, trabajo que las máquinas hacen en cinco minutos. Sin embargo, a Martín no le interesa, porque dice que está cansado de que su familia quede encerrada cuando llueve. Además quiere prevenir el contagio del dengue. Dice que la calle de tierra les genera bastante trastornos a todos los vecinos.
De su bolsillo
Cada metro de ripio cuesta $ 100, y Martín ya lleva colocados ocho metros costeados de su propio bolsillo. Cada semana ahorra dinero de su trabajo y pide al corralón el material. Los vecinos están sorprendidos por la decisión de este joven que quiere ganarle a la burocracia aunque tenga que invertir mucho dinero. Algunos habitantes de la zona ya se sumaron y quieren ayudar. “Como trabajo en horario comercial, tengo que tomar el ómnibus dos veces al día. Cuando llueve esta cuadra es un río y tengo que salir con botas de goma hasta llegar a la parada. El agua demora casi dos semanas en escurrir ; así que voy a ayudar con lo que pueda”, le dijo un vecino a LA GACETA.
Martín confía en que se haga una cadena de vecinos. “Si cada uno compra un metro de ripio podemos terminar en pocos días toda la cuadra”, asegura. “Si tenemos que esperar a que la Municipalidad reaccione, esta cuadra se convertirá en un foco infeccioso de dengue”, protestó.








