"Las instituciones reflejan a los países"

"Las instituciones reflejan a los países"

El catedrático asevera que la división de poderes no tiene mucha historia en la Argentina. Advierte sobre los interesantes desafíos que plantea la posible programación genética de los seres humanos.

PARADIGMA. Ciuro Caldani vaticinó que se asiste a un cambio de era en la historia.  LA GACETA / ANALIA JARAMILLO PARADIGMA. Ciuro Caldani vaticinó que se asiste a un cambio de era en la historia. LA GACETA / ANALIA JARAMILLO
14 Octubre 2008

Miguel Angel Ciuro Caldani (66 años) es un mito viviente de la filosofía jurídica argentina. Una charla con él puede ser interminable y, por ende, incompleta, porque siempre queda algo por preguntarle a este director de posgrado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA) que, no obstante, no olvida su ciudad de origen. Por eso, aún enseña Filosofía del Derecho y Derecho Internacional Privado en la Universidad Nacional de Rosario. Lo mismo les pide a los tucumanos: que no se olviden de Carlos Cossio.

-¿Cuáles son los principales desafíos para el Derecho en el futuro?
-Vivimos un enorme cambio de era en la historia, no ya de edades, en parte por la revolución tecnológica, de la información y de las comunicaciones. Pero, fundamentalmente, por un impacto mayor: la posibilidad de dominar la genética. La programación genética de los seres humanos, que luego es afectada por el desarrollo de la vida, provoca la posibilidad de que una especie, como nunca ocurrió antes, que sepamos, decida su propio porvenir de manera revolucionaria. En algunas generaciones, si no ocurre una catástrofe, es posible no sólo que la gente viva más, sino que sea programada para no sufrir enfermedades, pero también para las necesidades de la sociedad y del mercado. En eso radica el gran peligro.

-¿Por qué es ese el gran peligro?
-Todos querrán tener hijos inteligentes, sensibles, lo que es bueno, pero también querrán que sean empleables. Entonces, la evolución de la especie quedará en gran medida condicionada por el mercado. Allí es donde el derecho tiene que tener criterios muy abiertos. No deberíamos bloquear el porvenir. Si alguna vez los monos, u otros parecidos a ellos, hubieran tenido que decidir si nosotros debíamos existir, quizás se habrían asustado y lo habrían prohibido. Tenemos que abrirnos paso a los hombres del porvenir. Pero también debemos tener cuidado de que este manejo del patrimonio genético de la humanidad se haga con un sumo cuidado que nos lleve a superar los requerimientos, quizás errados, del mercado.

-Sorprende que hable con tanta seguridad sobre un tema que genera tantas resistencias confesionales...
-Hay un enorme problema del cual pretenden dar cuenta la Bioética y una rama paralela: el Bioderecho. Hay mucha gente que está asustada y a su susto lo refugia en ideales religiosos. Hay que evitar que se asusten y que prohíban todo, pese a que sabemos que, aunque lo prohíban, va a ocurrir, porque nadie que tenga predisposición al cáncer querrá tener un hijo con dicha predisposición si puede evitarlo. Las prohibiciones se van a derrumbar. Hay que encauzar el proceso y para eso sirve también la Filosofía del Dereho. Por eso hay que tener la mente abierta, no legalista ni logicista. Hay que abrirse a un mundo casi desconocido que tenemos delante de nosotros.

-¿La globalización es otro desafío?
-Las fuerzas y las relaciones de producción generan un mundo globalizado y de marginación. De un lado están los que tienen computadora, los que usan internet, y los otros, lo que no tienen nada de eso. Entonces, aunque viven en casas contiguas, pertenecen a mundos diferentes. Esta mundialización, que generalmente no respeta las particularidades de la gente que margina, provoca que los Estados sean, a menudo, muy pequeños para la expansión de la vida o que sean figuras mucho menos importantes de lo que fueron antes. Pero se ve que tienen un papel que cumplir. Ahora entró en crisis, en cascada, el mundo financiero y quien debe salir a salvar el derrumbe de la economía mundial es el Estado. Pero no uno, sino muchos, porque el derrumbe es más global que lo que los Estados particularmente pueden hacer.

-¿Por qué cuanto más complejo se hace el derecho, la Argentina camina hacia una democracia simplificada?
-Es buena la constitucionalización de las ramas del Derecho. Cuando yo estudiaba, el Derecho Civil se enseñaba muy distante de la Constitución; había alguna referencia, pero el Derecho Constitucional era un pensamiento y el Civil, otro, y no estaban articulados. El Código Civil era, en cierto modo, la Constitución del país. Esto se va superando. Ahora hay un bloque constitucional que, afortunadamente, proyecta su influencia sobre todas las ramas. Claro que, para que esto se concrete, hay un incremento del poder de los jueces. Estos, invocando un bloque constitucional que no es preciso, sino que tiene perspectivas un poco difusas, pueden hacer muchas más cosas que lo que pensó el legislador.

-¿Eso aumenta la tensión entre los jueces y los poderes políticos?
-Los países producen las instituciones que los reflejan. La Argentina está enferma o nunca estuvo sana. Entonces, queremos remediar los problemas con soluciones importadas, que pueden ser útiles o no. Pero a no olvidar que la democracia y la división de poderes, sobre todo, son todavía productos importados. La democracia fue una importación relativa, porque hay una trayectoria de gobiernos populares en parte de España, pero de la división de poderes no tenemos antecedentes. Los argentinos solemos manipular los poderes y las instituciones; no nos comprometemos con ellas. Eso hace que podamos crear los Consejos de la Magistratura que queramos, pero la enfermedad puede reaparecer. Tendemos a manipular la división de poderes, porque no creemos mucho en ella. Pero tampoco pensemos que somos gente especialmente destructiva.

-¿Cuál es la diferencia?
-En todos lados los jueces no son tan neutros como creemos. La diferencia es que la división de poderes es un ideal por realizar en alguna medida, pero tampoco es algo que se realiza perfectamente en algún país. Siempre hay una ruptura o crisis de esa división; hasta en EE.UU. Nosotros vamos construyendo nuestra historia. No es fácil. Mucho hay que hacer, aun en las universidades, que están enfermas y son prisioneras de partidos y de ambiciones personales, pero vale la pena intentar construir una conciencia más apegada a la dignidad humana y a los instrumentos que ella requiere.

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