Hablar de los crímenes que se cometen en Tucumán y tienen como víctimas a mujeres a mano de sus esposos, parejas o ex parejas -que en lo que va del año suman ocho casos y a nivel país llegan a una treintena-, debe llamarnos a la reflexión. Me preguntaban si esto era un efecto dominó. A juzgar por la proximidad entre un caso y otro, como sucede ahora o sucedió en febrero, no creo que sea así. Sí creo que se trata de casos que se podrían haber evitado con sólo escuchar a las víctimas y con creer en sus relatos. Quienes padecen maltrato creen que para ellas no opera la igualdad ante la ley, porque siente que las normas protegen al agresor y que la presunción de inocencia sólo opera para ellos. La sociedad en su conjunto: los medios de comunicación, la Policía y la Justicia tienden a minimizar la situación. No podemos esperar más muertes para comprometernos a actuar ante estos verdaderos feminicidios. A la sociedad le pido que se comprometa, que no minimice los casos ni justifique al agresor con frases como “por algo será”, “algo habrá hecho” y tantos otros justificativos. A los medios de comunicación social, que llamen a las cosas por su nombre: no son crímenes pasionales; es violencia hacia la mujer. A la Policía, que crea en los relatos de las víctimas, y a la Justicia, que investigue, juzgue y condene. Al Estado, que asigne más recursos para formar equipos de profesionales especializados que puedan acompañar a la mujer a salir de la violencia en la pareja. Los hombres violentos se sienten omnipotentes porque no hay ley para ellos, no hay condenas por maltrato ni violencia de género. Casi todas estas mujeres hicieron denuncias, pidieron Justicia y no se tomó en serio el riesgo que corrían sus vidas. Estos hombres generalmente padecen de celopatía y suelen creer que los dejan porque hay otro hombre. Pero los dejan por su violencia, por sus golpes y no por otro hombre. Si una mujer golpeada accede a un encuentro sexual, es sólo por el miedo que le tiene a su pareja; no es una cita romántica. Cree que así lo calmará y además asegurará el alimento para sus hijos. Estamos frente a un grave problema, donde todos debemos actuar y exigir que estos hechos de violencia lleguen a ser juzgados y condenados. Así se puede bajar la omnipotencia de los agresores, quienes verán que hay una ley que condena, que hay justicia y que a las víctimas se les dan garantías, soportes y acompañamientos.