Salen a la luz más secretos del "monstruo" de Austria

El hombre que encerró a su hija ya había pasado 18 meses en prisión por violar a una enfermera. Imágenes.

ANTES DEL HORROR. Elisabeth Fritzl (en la segunda fila en el centro) en una foto del colegio cuando tenía 15 años. FOTO TOMADA DE ELMUNDO.ES/RADIAL PRESS ANTES DEL HORROR. Elisabeth Fritzl (en la segunda fila en el centro) en una foto del colegio cuando tenía 15 años. FOTO TOMADA DE ELMUNDO.ES/RADIAL PRESS
05 Mayo 2008
VIENA/AMSTETTEN, Austria.- El austríaco que mantuvo encerrada a su hija en un sótano durante 24 años, y tuvo con ella siete hijos, ya había sido acusado de violación.

Un periódico local reprodujo un registro judicial de 1967 de los archivos de la localidad Linz, según el cuál Josef Fritzl fue acusado de entrar en el apartamento de una enfermera de 24 años y violarla.

La mujer, ahora jubilada, todavía recuerda aquella noche de octubre en que despertó asustada, por alguien que tiraba de la colcha de su cama. "Pensé que era mi marido", rememoró. Pero no: se trataba del ahora "monstruo de Austria", que había entrado por una ventana de la cocina y le mostraba un cuchillo. "Amenazó con matarme si gritaba", relató la mujer, reproducida por el diario español "El País".

La cuñada de Josef Fritzl, Christine R., contó que el hombre fue a la cárcel por ese delito. "Yo tenía 16 años cuando fue encerrado por violación", añadió.

La acusación se remonta a poco después del nacimiento de Elisabeth.

Tirano clásico
El jefe de la investigación policial, Franz Polzer, contó que Fritzl tenía una personalidad tiránica clásica. "Este hombre, cuyos delitos se vieron impulsados por su energía sexual, nunca permitió que se le preguntara por sus vacaciones, por sus ausencias", describió.

Los detectives sólo pueden trabajar durante una hora a la vez en el búnker, por el aire viciado que hay en el lugar, donde están analizando los sistemas eléctricos que Fritzl usó para sellarlo.

El viejo electricista se encuentra en una celda de St. Poelten. El director de la prisión, Günther Moerwald, sostuvo que hasta ahora no ha dado ningún problema y que conoce su situación.

Elisabeth y sus hijos están en un hospital. Su hija mayor -a la que Fritzl internó hace dos semanas- permanece en estado crítico, pero estable.

Los investigadores están recomponiendo la vida de Fritzl fuera del sótano; en particular, la manera en que alimentaba a sus víctimas. "Sabemos que iba a grandes almacenes y compraba mucha comida. Se nos ha dicho que algunas veces se quedaba en el sótano por la noche y estamos examinando los detalles", indicó el pesquisa.

Sedientos de horror
Desde hace días, fotógrafos con potentes teleobjetivos y equipos de televisión de todo el mundo se apostaron alrededor del centro psiquiátrico. Coches con antenas satelitales sobre el techo estacionan delante del recinto para poder emitir en cualquier momento.

Los objetivos son siete. Siete personas que, según los médicos, necesitan tranquilidad. Que en los últimos años y décadas padecieron sufrimientos indescriptibles. Pero los pedidos de médicos y policías para que se respete la privacidad de Elisabeth, de sus cinco hijos y de su madre de 68 años, toparon hasta ahora con oídos sordos.

La prensa sensacionalista ofrece hasta un millón de euros por la primera imagen actual de la mujer que fue encerrada casi un cuarto de siglo por su padre.

Cinco de los seis hijos, fruto del incesto, viven ahora con su madre y su abuela en una vivienda en la clínica. Son atendidos por médicos, trabajadores sociales y psicoterapeutas. Las ventanas están algo oscurecidas desde fuera. Los 24 años con luz artificial sensibilizaron los ojos de Elisabeth y de los niños que vivieron con ella en el sótano.

Hasta en los árboles
"Lo que necesita la familia ahora es tiempo", advirtió el director de la clínica, Berthold Kepplinger. Hay que entender que no quieran presentarse en público. "Tras el terrible martirio que pasaron tienen derecho a la privacidad", agregó.

Pero los paparazzi no tienen en cuenta sus palabras. Cualquier medio vale para lograr una imagen de las víctimas. El personal de vigilancia contratado especialmente ya tuvo que expulsar a decenas de fotógrafos de los árboles en los que se habían instalado.

Eso no es todo: los paparazzi incluso se adentran con ropa de camuflaje en los bosques cercanos. Un fotógrafo se disfrazó de policía. Otros lograron entrar por la
puerta trasera o por el sótano a la clínica, donde fueron interceptados. El martes, un equipo completo llegó hasta las oficinas de la dirección de la clínica.

Pero no sólo la clínica es objetivo de los curiosos. La ciudad de Amstetten, sobre todo la "casa del horror", se convirtió en destino turístico. Los curiosos hacen un
desvío de la autopista para echar una mirada al edificio gris en cuyo oscuro sótano ocurrieron escenas inenarrables.

Ese turismo de catástrofe se encuentra con una población profundamente conmocionada. Para Elisabeth y su familia, el revuelo mediático no augura nada bueno. (Reuters-DPA-Especial)

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