Avellaneda y "Martín Fierro"

El tucumano fue un admirador temprano del poema. Por Carlos Páez de la Torre (h) - Redacción LA GACETA.

NICOLAS AVELLANEDA. Iniciales incrustadas en nácar del ex presidente, en el respaldo de una de las sillas de su casa. LA GACETA NICOLAS AVELLANEDA. Iniciales incrustadas en nácar del ex presidente, en el respaldo de una de las sillas de su casa. LA GACETA
02 Abril 2008
El tucumano Nicolás Avellaneda (1836-1885) otorgó gran valor al "Martín Fierro", que José Hernández había publicado en 1872 y que había agotado más de diez ediciones en 1879, cuando editó la segunda parte. Su juicio muestra perspicacia, porque, a pesar de la popularidad del libro, pocas eran todavía las personas cultivadas que lo mirasen con admiración. En una carta al abogado Florencio Madero, en 1881, Avellaneda apuntaba que "hay a veces mayor estudio en una página de 'Martín Fierro', que en uno de sus alegatos forenses".
Antes de conversar personalmente con Hernández y de conocer su biblioteca, Avellaneda ya sospechaba sus preocupaciones. "Ha estudiado, como Cervantes, los proverbios de todos los pueblos y de todos los idiomas, de todas las civilizaciones; es decir, la voz misma de la sabiduría, como los llamaba Salomón. Ha recogido la médula del cerebro humano. Era seguro que tendrían enorme eco en el público esas sentencias y dichos, que no son gauchescos sino en sus formas, pero que pertenecen al habla de todos los hombres, después de miles de años".
Allí residía, a su juicio, "el secreto de la popularidad" del "Martín Fierro".A pesar de su actividad intensa de rector de la Universidad de Buenos Aires y de senador nacional por Tucumán, el ex presidente se las arreglaba para tener "días tranquilos", según confiaba a Eduarda Mansilla de Garcia en una carta de ese mismo año 1881. "Soy espectador y veo cómo pasa por la calle la vida que otros conducen. Leo a veces, o más bien releo y escribo en otras ocasiones, buscando y no encontrando ese secreto de las palabras que no pueden ser sustituidas por otras y que nacen identificadas con lo que expresan".
Agregaba que "comprendo que éste es el único medio de escribir para la memoria y el arte; y no pudiendo alcanzarlo, lo abandono. En la imposibilidad de ser escritor, me hago resueltamente escribidor y lleno sendas páginas con alegatos para el foro. Agregue mis ocupaciones como Rector y ésta es mi vida", informaba melancólicamente a su amiga literata. Ya estaba atacado por la enfermedad renal que se llevaría su vida cuatro años después.

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