09 Marzo 2008
Con espanto e impotencia miramos y escuchamos las noticias que nos trasmiten nuestros medios de comunicación sobre los asesinatos de mujeres. Es acertado y no exagerado, conceptuar estos hechos como feminicidio, en adhesión a la definición de Marcela Lagarde.
“El feminicidio es el genocidio contra mujeres y sucede cuando las condiciones históricas generan prácticas sociales conformadas por el ambiente ideológico y social de machismo y misoginia, de violencia normalizada contra las mujeres, que permiten atentados contra la integridad, la salud, las libertades y la vida de las mujeres... todos coinciden en su infinita crueldad y son, de hecho, crímenes de odio contra las mujeres”. Porque no hay crímenes pasionales. Nadie mata por amor. La situación de poder es lo que se descubre detrás de la violencia.
Existen, al menos, dos tipos de feminicidas. Los hay que asesinan a las mujeres en vida, descuartizan su identidad, descomponen golpe a golpe su fisonomía y dejan marca indeleble en su memoria. Después las dejan vivir, pero ya han matado algo de ellas. Y aquél otro que las asesina hasta la muerte. Un dato importante a tener en cuenta es que el 85% de los asesinatos de mujeres por esposos, parejas o ex parejas tiene lugar en procesos de separación o divorcio. Las asesinan, en general, en un espacio de indefensión, aquel hogar que fue transformándose en su propia cárcel. Esta es una de las razones de la falta de denuncias: tienen tan baja la autoestima que no se sienten capaces de ir contra su agresor y, cuando lo hacen, demasiadas veces no encuentran la seguridad que la sociedad, a través de medidas políticas eficaces, les debe.
La violencia de los hombres y la dependencia de las mujeres es en gran medida el resultado de pautas culturales vinculadas a la socialización y a la educación de género, que genera la situación de desigualdad social de las mujeres.
Por ello, trabajamos para generar desde las instituciones competentes, medidas integrales para conseguir la igualdad y recursos para las situaciones de necesidad. No improvisación.
Seguiremos denunciando y proponiendo medidas para erradicar el feminicidio.
“El feminicidio es el genocidio contra mujeres y sucede cuando las condiciones históricas generan prácticas sociales conformadas por el ambiente ideológico y social de machismo y misoginia, de violencia normalizada contra las mujeres, que permiten atentados contra la integridad, la salud, las libertades y la vida de las mujeres... todos coinciden en su infinita crueldad y son, de hecho, crímenes de odio contra las mujeres”. Porque no hay crímenes pasionales. Nadie mata por amor. La situación de poder es lo que se descubre detrás de la violencia.
Existen, al menos, dos tipos de feminicidas. Los hay que asesinan a las mujeres en vida, descuartizan su identidad, descomponen golpe a golpe su fisonomía y dejan marca indeleble en su memoria. Después las dejan vivir, pero ya han matado algo de ellas. Y aquél otro que las asesina hasta la muerte. Un dato importante a tener en cuenta es que el 85% de los asesinatos de mujeres por esposos, parejas o ex parejas tiene lugar en procesos de separación o divorcio. Las asesinan, en general, en un espacio de indefensión, aquel hogar que fue transformándose en su propia cárcel. Esta es una de las razones de la falta de denuncias: tienen tan baja la autoestima que no se sienten capaces de ir contra su agresor y, cuando lo hacen, demasiadas veces no encuentran la seguridad que la sociedad, a través de medidas políticas eficaces, les debe.
La violencia de los hombres y la dependencia de las mujeres es en gran medida el resultado de pautas culturales vinculadas a la socialización y a la educación de género, que genera la situación de desigualdad social de las mujeres.
Por ello, trabajamos para generar desde las instituciones competentes, medidas integrales para conseguir la igualdad y recursos para las situaciones de necesidad. No improvisación.
Seguiremos denunciando y proponiendo medidas para erradicar el feminicidio.
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