La tolerancia puede generar la sensación errónea de que los actos violentos son situaciones normales

La tolerancia puede generar la sensación errónea de que los actos violentos son situaciones normales

La invisibilidad de la violencia, el hecho de que no se perciba como tal, es uno de los problemas más graves para erradicarla, según los especialistas.

MALTRATOS. Sufrir agresiones verbales o humillaciones puede ser tan o más grave que ser víctima de golpizas. MALTRATOS. Sufrir agresiones verbales o humillaciones puede ser tan o más grave que ser víctima de golpizas.
09 Marzo 2008
Hablar de violencia familiar no es necesariamente hablar de mujeres que murieron a golpes o que presentaron sus denuncias con los rostros marcados por moretones. Tampoco hace falta recorrer las comisarías o repasar las páginas de policiales para conocer actos de violencia familiar y, lejos de lo que muchos puedan pensar, los hombres que ejercen su poder sobre las mujeres, viven tanto en barrios marginales como en elegantes casas de countries. Víctimas y victimarios pueden tener un nivel de instrucción universitario o apenas haber terminado la primaria. A través de maltratos psicológicos, agresiones verbales y abusos sexuales también se pone en acto la violencia.
La especialista en Prevención y Asistencia a la violencia familiar, Rosa Alastuey, aclara que es incorrecto pensar que ahora hay más violencia familiar que antes o que haya más agresión. "Es sólo una sensación", afirma. Y la historia deja en evidencia su postura: siglos atrás existían hasta salas especiales de tortura para castigar malos comportamientos. "El dispositivo que hace a un comportamiento violento es muy viejo: las relaciones abusivas de poder que aniquilan los derechos, existen desde hace siglos.Lo que ocurre es que ahora se expresa más, está más visible que antes, y eso duele. Es justamente el dolor psíquico y social que causa la violencia lo que crece y genera la sensación de que hay más casos que antes. Lo que aumentó es el número de denuncias, no de casos", especifica.
Según el Centro de Atención y Orientación en Violencia Familiar, que recibe denuncias sólo del Gran San Miguel de Tucumán, en ocho meses recibieron 933; más de 100 casos por mes, sin contar las denuncias realizadas en comisarías y juzgados. "El 95% fueron realizadas por mujeres y las principales causas fueron lesiones graves o leves, amenazas de muerte con y sin arma, privación de la libertad y delitos contra la integridad sexual y, en todos los casos había cronicidad de los hechos, es decir, que no llegaron después del primer episodio. Todas son personas que durante años sufrieron hechos de violencia", expresó la doctora Karina Lescano de Francesco, coordinadora del ente.

Violencia invisible
"Mi padre jamás me levantó la mano y nunca le vi pegarle a alguien. Sin embargo, de chica, sentía terror. Por algún motivo, el respeto que le tenía estaba asociado al miedo. Y un día lo descubrí, jamás me había pegado pero demostraba que podía hacerlo", relató Marcela F., de 39 años.
Violencia invisible no es una categoría sino un término para describir esa violencia que se concibe como normal, aquella que pareciera imperceptible. "Es aquella que se justifica bajo la creencia de que el otro tiene derecho a hacer lo que hace, "porque es el padre", "porque está nervioso", "porque lo hice enojar". Bajo modelos autoritarios de este tipo, se reproduce de esposos a la mujer y de la madre hacia los hijos, por ejemplo", detalló la psicóloga.
"Existe un sólo tipo de violencia", sentencia Alastuey, "aquella en la que una persona goza de ejercer su poder (físico, económico, político, entre otros) sobre otra persona, rebajándolo, humillándolo e, incluso, convirtiéndolo hasta en un minusválido". ¿Cómo reconocer una violencia que parece invisible? "Porque la ecuación que se repite es siempre la misma: una asimetría de vínculos; uno ejerce el poder sobre el otro".
Muchos, pero no todos los casos de violencia familiar terminan en muerte física, sin embargo, las consecuencias pueden ser gravísimas. "Sufrir agresiones verbales que atenten contra los derechos de integridad y vivir en silencio, padecerlo durante años, pueden provocar serios trastornos psíquicos y emocionales, hasta destruir la autoestima de una persona o conducirla a la depresión o el suicidio", explicó la licenciada Alastuey, directora de Violencia Familiar de la provincia.
Gonzalo (25) comenzó la terapia cuando su bulimia se transformó en anorexia y su vida corría riesgo. Por algún motivo, el gordito que hasta hacía cuatro años pesaba casi 100 kilos había decidido dejar de comer. "Cuando un profesor me humilló delante de toda la clase porque estaba gordo, me prometí que lo cambiaría", dijo. Después de meses de tratamiento, su terapeuta consideró ese acto violento como el detonante de su trastorno.

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