
El Gobierno de Tucumán contrató, en 1894, al famoso ingeniero César Cipolletti para diseñar y construir la red de provisión de agua corriente a nuestra ciudad. Cipolletti recomendó que se contratase también, para las obras preliminares, al ingeniero Eliseo Anzorena. Era un joven mendocino, graduado a Buenos Aires, que se había especializado en hidráulica en Londres.
Fue así que Anzorena vino a Tucumán. Pronto su carácter afable lo vinculó con todo el mundo. Se sentía cómodo entre nosotros, pero de tanto en tanto viajaba a Mendoza, para ver a su novia. Actuó eficazmente en la obra del agua corriente y en otras, como la represa de El Cajón y varios canales de riego del interior. Condujo también la construcción del Gimnasio Escolar, en la manzana actual del Centro de Salud. Su capacidad movió al Gobierno a designarlo director de Obras Públicas de la Provincia.
La gran tarea del mendocino fue el diseño y la dirección técnica del dique de Cruz Alta (La Aguadita), destinado al control del río y del riego en el departamento. Era un trabajo de gran importancia. Su realización desvelaba a Anzorena, quien lo dirigía personalmente. El dique estuvo concluido y se inauguró el 6 de diciembre de 1899.
El ingeniero tenía el propósito de volver a Mendoza, y dar por cerrada la etapa tucumana. Pero quiso aguardar a que la obra superase la prueba. Pronto, las lluvias de enero desencadenaron una creciente. El dique resistió sin problemas, pero ocurrió un accidente en la presa, que determinó la muerte de Anzorena, a los 29 años. Era el 14 de enero de 1900.
Cómo fue exactamente la tragedia, es difícil de reconstruir en las fuentes periodísticas. El diario "El Orden" no la describe. Sólo habla de "la fatalidad". Pero corrieron extraños rumores. Así lo indicaría un suelto del diario, al expresar que "se quiere explicar el misterioso enigma de la muerte y los arcanos impenetrables de ultratumba, dando a motivos humanos la razón de lo que no es sino efecto de causas fatales". ¿Qué habría detrás?
Los restos de Anzorena estuvieron muchos años en el cementerio del Oeste, en el mausoleo de los García. Hasta que el gobernador Miguel M. Campero hizo construir una tumba para el malogrado ingeniero, y la inauguró solemnemente del 27 de diciembre de 1927. Una calle de Yerba Buena lleva su nombre.