Rompió dos espejos y aún no le llega la mala suerte

Por costumbre, muchos respetan rituales para atraer cosas buenas y alejar las ondas negativas, para tener salud o dinero y un feliz matrimonio.

27 Enero 2008
Creer o reventar. Muchos tucumanos son fieles a supersticiones a y costumbres que no caducan con el paso del tiempo. Sin importar la edad, la ocupación o el sexo de la persona, nadie debe pasar debajo de una escalera; menos aún romper un espejo ni derramar sal.
Hay costumbres en las que miles de personas confían ciegamente, creyendo que cumpliendo los rituales tendrán dinero o sortearán la mala suerte el resto de sus días. Por eso se recomienda siempre tirar arroz a los recién casados, llevar un dólar en la billetera, poner dinero abajo del plato de ñoquis los 29 de cada mes, tocar madera, no pasar el salero de mano en mano, levantar los pies y pedir un deseo cuando se atraviesa una vía en auto y un sinfin de sugerencias que, se supone, evitarán la llegada de todo mal y atraerán la fortuna.
Tradicionales, compartidos e incluso graciosos, muchos de los ritos a los que obedecen los tucumanos son tan sólo creencias populares y no tienen ningún tipo de rigor científico.
El historiador Eduardo Rozensvaig explicó que los mitos surgieron por el miedo de la gente ante ciertas situaciones y por la fe. “La tradición tiene una fuerza inmensa en la cabeza de las personas, pero también está la fuerza derivada de los miedos de la infancia”, detalló. Sin embargo, aclaró que las creencias y los miedos se modifican al tiempo que la sociedad avanza.“En el primer mundo, todos los mitos dejaron de cumplir su función porque los miedos no son los mismos que antes. Si las costumbres se mantienen es por ritualidad”, indicó.
A pesar de eso, los tucumanos siguen cumpliendo al pie de la letra algunos ritos antiguos. Las supersticiones involucran objetos, animales, plantas, colores, números, entre otros.
Hugo Frías tiene 43 años y es ingeniero. Aunque admite que para él todo debería tener una explicación racional, todavía no entiende por qué nunca acepta que otro comensal le dé en la mano un salero. “Sé que trae mala suerte y eso es suficiente para cumplirlo”, dijo entre risas.
“Nunca paso debajo de una escalera, porque no me gustaría tener siete años de mala suerte”, contó Carlos Pellegri (22), que trabaja para una empresa de tarjetas de crédito. “Sí me parece malo creer en cada cosa que dice la gente que hay que hacer o no para que te vaya bien, porque no vivís tranquilo”, aclaró.
Aunque no todos crean en estas supersticiones, muchos las conocen e incluso algunos se animan a desafiarlas. Ese es el caso de Martín Guzmán, un estudiante de abogacía de 23 años. “En menos de un año rompí dos espejos. Sin embargo todavía no me pasó nada tan terrible como para pensar que me gané siete años de mala suerte”, contó Martín, que hasta ahora, sigue expectante a que algo le suceda.

Buenas y malas ondas
Una costumbre usual de los tucumanos es tener lechuzas de adorno en las casas o utilizar una cinta roja a modo de pulsera en la muñeca, ya que se dice que los dos talismanes ahuyentan la envidia y las malas ondas. Sin embargo, el parapsicólogo Félix Rojas Muñoz aseguró: “mucha gente utiliza algunos objetos, ya que creen que pueden salvarlos de que les echen un ‘mal de ojo‘. Si eso les transmite confianza, entonces sí sirve. Pero en realidad uno mismo genera lo malo o lo bueno”, explicó.
Las leyendas populares no sólo incluyen creencias sobre la buena o la mala suerte. También tienen una faceta medicinal. Yanina tiene 22 años y una fe ciega en las curanderas. Tanta es su confianza que todas las veces que su hijo pequeño estuvo mal de la panza, lo llevó a una de ellas para que  lo cure del empacho. “La última vez, la mujer usó una técnica con la que, midiendo una cinta, le curó la enfermedad”, contó la joven.
Doña Alicia tiene 80 años y desde los 30 que se dedica a curar gente de “mal de ojo”, “caída de la paletilla”, insolación y empachos. “La única clave para que funcione la curandería es creer en ella y confiar en Dios. Cuando los pacientes tienen fe, se curan”, aseguró Alicia, que trabaja en su casa de Colón al 700.
La fe y la costumbre parecen obligar a cumplir los rituales. Aunque no todo tiene una explicación científica, a los tucumanos les basta creer para no reventar.

Las comidas y los miedos
Algunas creencias resultan ser exageraciones de situaciones cotidianas a las que los tucumanos se enfrentan día a día, como una cena, por ejemplo. ¿Quién no escuchó alguna vez que comer chancho con cerveza o tomar vino blanco y comer sandía es mortal?
El gastroenterólogo Fernando Buabse aclaró que nadie se murió por mezclar estos alimentos, pero que ingerirlos sí puede causar una gran indigestión puesto que las dos combinaciones son muy pesadas.. “No son alimentos muy recomendables, ya que después de comerlos las personas tienen diarrea, vómito y mucho dolor de panza”, señaló el profesional.
Por eso, ni siquiera tomando un buen digestivo una persona podrá contradecir a la creencia popular sobre estos platos “mortales”.
Lo que sí desmitificó el profesional es la creencia de que las personas no pueden tomar alcohol mientras están bajo un tratamiento con antibióticos. “Una cosa no tiene nada que ver con la otra. La única forma en la que el alcohol puede incidir negativamente es si se lo ingiere en exceso y produce vómitos”, detalló.

El perejil no puede causar aborto
“¿El perejil es abortivo? Imposible”, opinó Silvia, una estudiante de nutrición que está a punto de tener un hijo. Aunque muchas abuelas crean en ese dicho, la ginecóloga Teresa Ardissono lo negó rotundamente. “No hay ningún alimento que pueda producir un aborto”, dijo. Por eso, a comer perejil se ha dicho.
En cuanto a ginecología se trata, la única creencia que guarda algo de verdad es la que indica que la lactancia es un buen anticonceptivo. “Amamantar un bebé funcionar como anticonceptivo. Cuando el bebé toma leche materna por lo menos seis veces por día, las posibilidades de embarazo son mínimas. Esto se debe a que todo el eje hormonal que estimula el ovario está inhibido”, explicó Ardissono.
Otra creencia muy difundida es que las mujeres que están indispuestas no pueden hacer mayonesa puesto que ésta se corta en medio de la preparación. Sin embargo, los ginecólogos consultados por LA GACETA aseguraron que esta es solamente una creencia que no tiene nada de cierto.

Huevos mágicos contra la lluvia
“Cuando tengo que salir de casa y llueve, hago una cruz de sal y le clavo un cuchillo en el medio y siempre deja de caer agua”, contó Emilia Araujo, con picardía. Estela Sandoval, en cambio, entierra un huevo en una maceta y aunque no siempre le da resultado, ella confía en este experimento mágico.
Para desgracia de ellas, el climatólogo Juan Minetti descartó rotundamente la posibilidad de que unos gramos de sal y un huevo puedan romper el ciclo hidrológico que produce la lluvia. “En la atmósfera hay vapor de agua que proviene de los océanos, de los ríos, de la humedad del suelo y de la transpiración de las plantas. Cuando ese vapor se enfría, se condensa y forma gotas de agua. Esas gotas liberan calorías y se aglutinan alrededor de núcleos de  sal marina, polvo y hollín. Con esto se forma una nube y a medida que las gotas se van uniendo, se agrandan hasta un punto tal que caen en forma de lluvia”, detalló. Así que a ahorrar sal y huevos, porque cuando la naturaleza manda no hay nada que la detenga.

Papeles para alejar al hipo
Hay quienes creen que para que se le pase el hipo a un recién nacido deben ponerle un pedacito de papel en la frente. Sin embargo, la pediatra Analía Fernández aseguró que todos son mitos.
“El llanto es el mejor remedio para el hipo en los bebés pequeños”, explicó. “El hipo se produce por una contracción del diafragma que genera esos movimientos de exalto característicos”, indicó la profesional.
“A mí me dijeron que cuando un bebé no puede dormir hay que mecerlo debajo de la cuna”, contó María Elena Vallejo, una modista de 33 años. Este remedio, que es mágico para algunos, a Fernández le pareció gracioso. “Lo que ayuda a un bebé a dormir es proporcionarle un ambiente de tranquilidad y así crearle el hábito de dormir por la noche”, señaló la pediatra.
También es común que cuando un bebé  está mal de la panza o “se le cae la paletilla”, muchos eligen ir a una curandera. “Después de ir a 10 médicos llevé a mi hija a una curandera porque nada le calmaba el dolor de panza. Después de que la trató, se curó”, contó Juan Luis, un comerciante de 57 años.

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