La quimera del oro

Las arcas estatales rebozan de agrodólares, pero todo ese dinero tiene como destino el excéntrico proyecto estatal de construir un tren bala. Por Miguel Angel Rouco - Agencia DyN.

27 Enero 2008
BUENOS AIRES. - No. No se confunda. No se trata de un comentario sobre la obra maestra de Chaplin, aunque los protagonistas se parezcan, por sus roles cómicos. Tampoco son tan geniales como el Sir. Mucho menos los envuelve esa atmósfera tan flemática, tan british. Se trata ni más ni menos de cómo se desperdician los sueños y las esperanzas de millones de personas en procura de alcanzar un umbral de vida mejor. Y no es un país imaginario. La Argentina, y en especial, esta administración del Sr. y la Sra. Kirchner ha desperdiciado -y sigue-, la mejor oportunidad de la historia del país para lograr una clara transformación y dar un paso sustantivo en la mejora de la calidad de vida.
Nunca tan actual como ahora esa frase popular: "la ambición mata al hombre". La conquista del poder y las ambiciones hegemónicas no permiten distinguir lo necesario y lo urgente, mientras la vanidad se encarga de oscurecer cualquier idea. El pensamiento se nubla, la mente se turba y el resultado no puede ser otro que el grotesco diario que nos toca vivir.
El aluvión de los agrodólares que ingresó a las arcas estatales desde los primeros años del siglo sólo sirvió para atender la voracidad del poder y olvidarse una vez más de las necesidades de la población.
Se esfumó. Alimentó la hoguera del despilfarro y ahora parece que alimentará los delirios faraónicos.
Esto nos remonta a Venezuela, un ejemplo que parecen seguir nuestras autoridades. En los `70, luego de ser inundada por los petrodólares, Caracas amaneció plagada de autopistas cuando en realidad lo que la población necesitaba era otra cosa. Ahora, con el barril en 90 dólares, el régimen de Chávez arremete ya no con las fastuosas excentricidades de anres, sino con una carrera por armamentos de desguace.
Aquí, mientras hay que importar energía, mientras gran parte de la población está bajo un desempleo encubierto, vendiendo en mercados precarios productos falsificados, los hospitales y las escuelas se encuentran en un estado ruinoso, los transportes colapsados, rutas que son una fábrica de muerte y una ola criminal que asola a la Nación, el gobierno se despacha con la construcción de un tren bala, despilfarrando los agrodólares y las ilusiones de mucha gente. Un tren bala de, al menos, una cuestionable necesidad, que habrá de pagar el Estado -o sea toda la sociedad-, y que disfrutarán unos pocos.
A esta altura y con semejante panorama, el grotesco abruma y la comicidad oficial se transforma en una mueca trágica. "Un paso hacia la modernidad", apuntó la Presidenta desde la galaxia del poder.
Durante todos estos años, con los agrodólares se ha alimentado la hoguera. Es decir, quemaron el oro verde. Ahora, en medio de una crisis financiera de proporciones aun indeterminadas, con el oro verde utilizado como "apalancamiento" y refugio de inversores, habrá que rezar para que los precios de los commodities se mantengan altos y que la burbuja especulativa de derivativos no estalle. De lo contrario, la Argentina se va a encaminar hacia una nueva crisis.
Esos agrodólares debían haber servido, cuanto menos, para solucionar los gravísimos problemas por los que atravesó gran parte de la población luego de la crisis, una crisis que los dejó en una condición marginal. Lo que la gente esperaba era una solución, cuanto menos. Una solución al fenómeno de los cartoneros, una solución al fenómeno de los piqueteros, una solución al aumento de las usurpaciones, una solución a los comedores comunitarios, una solución a las migraciones de marginales que deambulan como espectros por el país, formando más y más villas miserias. Pero no es así. Los cartoneros son cada día más, las usurpaciones son moneda corriente, los comedores reciben cada día más gente y las villas miserias, una marca indeleble en el paisaje de la Argentina del siglo XXI.
El oro verde debía haber servido para sacar al país de su crónico subdesarrollo. Una Argentina opulenta por el oro verde y empobrecida por culpa del clientelismo y los delirios de poder. El tiempo y las ilusiones también se esfuman como los agrodólares bajo un manto impiadoso de vanidad, soberbia y demagogia. (DyN)

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