De la compunción del corazón

R.P. Eduardo Arnau.

17 Junio 2007
El Evangelio de este domingo nos narra una escena en la que una mujer, con sus lágrimas de arrepentimiento, lava los pies de Jesús. Ahondemos al respecto en apartado del clásico de la espiritualidad cristiana “Imitación de Cristo” que habla de la “compunción del corazón”, es decir del arrepentimiento.
“Si quieres aprovechar algo, consérvate en el temor de Dios y no quieras ser demasiado libre; mas con severidad refrena todos tus sentidos y no te entregues a vanos contentos.
Date a la compunción del corazón, y te hallarás devoto.
La compunción causa muchos bienes, que la disolución suele perder en breve.
Maravilla es que el hombre pueda alegrarse alguna vez perfectamente en esta vida considerando su destierro, y pensando los muchos peligros de su alma.
Por la liviandad del corazón y por el descuido de nuestros defectos no sentimos los males de nuestra alma, pero muchas veces reímos sin razón, cuando con razón deberíamos llorar.
Reconócete por indigno de la divina consolación; antes bien créete digno de ser atribulado. Cuando el hombre tiene perfecta contrición, entonces le es grave y amargo todo el mundo. El que es bueno halla bastante materia para dolerse y llorar; porque ora se mire a sí mismo, ora piense en su prójimo, sabe que ninguno vive aquí sin tribulaciones. Y cuando con más rectitud se mire, tanto más halla por qué dolerse. Materia de justo dolor y entrañable contrición son nuestros pecados y vicios, en que estamos tan caídos, que pocas veces podemos contemplar las cosas celestiales.
Si continuamente pensases más en tu muerte que en vivir largo tiempo, no hay duda de que te enmendarías con mayor fervor. Si pensases también de todo corazón en las penas futuras del infierno, o del purgatorio, creo que de buena gana sufrirías cualquier trabajo y dolor, y no temerías ninguna austeridad.
Muchas veces por falta de espíritu se queja el recuerdo miserable. Ruega, pues, con humildad al Señor que te dé espíritu de contrición, y di con el profeta: Dame, Señor, a comer el pan de lágrimas, y a beber en abundancia el agua de mis lloros.”

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