Una historia de vida por momentos novelada

Una historia de vida por momentos novelada

Por Ester Nora Azubel.

03 Junio 2007
Esta obra, dedicada al célebre novelista colombiano, se anuncia como una biografía. Así lo proclama Dasso Saldívar (Antioquia, 1951) al inicio de su trabajo; y precisamente en ese género la ubica Ediciones Folio cuando la lanza al mercado, incluyéndola en una serie coleccionable de biografías de personajes vivos que se distribuye hasta en los quioscos.
Y en efecto, el libro describe los acontecimientos que su autor encuentra significativos en la existencia de García Márquez, lo que involucra a sus padres, a sus abuelos y demás gentes ligadas -de una u otra manera- a la vida del escritor. Pero sobre todo, a su ficción. Y particularmente a Cien años de soledad, su “obra maestra”, aquella que lo convertiría en una “leyenda viva”. No casualmente la línea de la vida de García Márquez que traza Saldívar finaliza con la publicación de esa obra y de los sucesos en torno de dicho evento.
La investigación se orienta al registro de situaciones y recorridos que conducen a García Márquez a sus orígenes más remotos, dado que el biógrafo parte de la hipótesis de que la obra del escritor se funda en la obsesión personal de recuperar el tiempo de la niñez, y sostiene que, en general, la mayor parte de los grandes temas “ya los había estado incubando desde su infancia” (336).
Saldívar reconstruye exhaustivamente, en los capítulos iniciales, la historia del escenario donde transcurrirían esos primeros años. Ello explica las referencias a las actuaciones de algunos generales de Aracataca durante la segunda década del siglo pasado, a quienes considera supuestos modelos (“fermentos literarios”) del Coronel Aureliano Buendía (53). El repaso justifica la dedicación minuciosa a la historia del nombre Macondo, historia que el autor declara “imposible de seguir hasta en sus mayores detalles” (105), pero, no obstante, parece agotarla, y el escrupuloso relato de las múltiples versiones (con la fuente de información de cada una debidamente documentada) del duelo entre Nicolás Ricardo Márquez Mejía y Medardo Pacheco Romero en Barrancas.
El autor se detiene, además, en la revisión de la historia de la lucha de poderes en Colombia y en las maniobras políticas y comerciales de la United Fruit Company; discurre tanto acerca del origen de los indios chimilas como sobre el origen de los cantos vallenatos. Se realiza un notable y cabal estudio sobre la  evolución de ese género, sus temas y representantes: según el biógrafo, a García Márquez esa “música le era tan indispensable para vivir como el mismo aire del Caribe.” (246); de hecho, en una entrevista el autor declaró que “Cien años de soledad no es más que un vallenato de 350 páginas.” (456). En este sentido, asombran la precisión de los datos y la documentación reunida en el volumen de casi seiscientas páginas.
Pero, por otra parte, el texto desconcierta. En su afán por mostrar la escena del germen de las obras, el autor se empeña en buscar el correlato del mundo de la ficción en la realidad. Ello se evidencia en fórmulas que, en el caso de la literatura, expresan una certidumbre difícil de sostener (e.g.:“su novia Margarita Chica Salas -la futura Angela Vicario-”, 239; “Cayetano Gentile Chimento, el futuro Santiago Nasar.”, 236; “El infortunado bajista sería convertido quince años después en el Pastor clarinetista que es asesinado de un escopetazo por César Montero en La mala hora.”, 238).
Además, por momentos, la prosa del ensayo se vuelve poética; la sintaxis de Saldívar nos recuerda a la de García Márquez y la ficción pasa a ser el modelo de la realidad, como en la siguiente comparación: “Así como había de perseguir el espectro de Prudencio Aguilar a José Arcadio Buendía, persiguió el espectro de Medardo Pacheco Romero a Nicolás Ricardo Márquez Mejía” (40). De este modo se desvirtúa la biografía como género y se contribuye al efecto de “novela” que, reiteradamente, suscita su lectura. (c) LA GACETA