"Aquí los chicos se están muriendo"

En el barrio Juan XXIII, donde habitan unas 600 familias, también la droga hace estragos entre los menores. Una madre desesperada pide intervención.

ANGUSTIADA. Celia Urueña ve cada día cómo la droga destruye a los niños. LA GACETA / ENRIQUE GALINDEZ ANGUSTIADA. Celia Urueña ve cada día cómo la droga destruye a los niños. LA GACETA / ENRIQUE GALINDEZ
26 Junio 2006
Celia Urueña recuerda que un día le dijo al almacenero de su cuadra: “¿le gustaría que le ponga cemento en la cara a su hijo? Porque eso es lo que hace usted con todos nuestros chicos”. “El hombre me trató de loca y me hizo sacar por la Policía. Esa es nuestra realidad”, cuenta la mujer de 40 años, que tiene un comedor en el barrio Juan XXIII, más conocido como “La Bombilla”.
En la zona, donde habitan unas 600 familias, también la droga hace estragos entre los menores. En los comedores infantiles y en la escuela del lugar se palpa a diario el drama. “Los hijos se nos van de las manos y no hay contención que alcance. En todas las esquinas venden drogas. La Policía lo sabe perfectamente y no hace nada. Tampoco las autoridades se ocupan de prevenir. Los niños ni siquiera están yendo a la primaria a causa de las drogas”, cuenta Celia.
“Dan lástima. Aquí los chicos se están muriendo por la droga, y no es culpa de ellos. No tienen alternativa. El Gobierno no se da cuenta que con poner más policías no soluciona nada. Primero hay que sacar la droga del barrio, y después hablemos de seguridad y de recuperación”, sostiene.
Sumergida en un mar de impotencia, Celia confiesa que su hijo también es adicto. “No alcanza con contenerlos ni con pagarles rehabilitación porque vuelven al barrio y es lo mismo. Aquí hay muchas familias que viven del narcotráfico”, remarcó la mujer, que desde hace cuatro años da charlas sobre adicciones y hasta llegó a enfrentar a los narcos de su barrio.
Muchos de los alumnos de la escuela Solidaridad y Paz de “La Bombilla” son adictos. Los docentes -entre ellos, Irving Ibarra- cada año ven cómo los chicos abandonan sus estudios por esta causa y sienten mucha impotencia. “La droga es como un cáncer que está carcomiendo a los jóvenes. Hace mucho tiempo que estos chicos reclaman de forma indirecta opciones que muestren que hay una vida más allá del barrio. Pero nadie escucha”, sostiene. Remarcó, además, que los jóvenes necesitan emplear su tiempo libre en actividades y que faltan espacios verdes. “Sin embargo, desde que se trasladó la Enet 5, que estaba aquí, a otro lugar, el predio quedó abandonado”, remarca el profesor de Lengua.
Carlos Quintana, vecino de la zona, cuenta que el lugar donde estaba la vieja escuela lo usan ahora los menores para drogarse.