Muertos de hambre y de sed

Muertos de hambre y de sed

Por Jorge Estrella, profesor de Filosofía.

08 Mayo 2006
Eutanasia significa literalmente "buen morir". Y si se acepta que el primer derecho de la propiedad privada consiste en el derecho sobre nuestra propia vida, parece lógico que la eutanasia -asumida conscientemente por quien la elige- sea un derecho fundamental de toda persona.

No lo ven así, claro está, quienes entienden que la vida personal no le pertenece a cada individuo. Sea que atribuyan ese derecho sobre la vida individual a un ser superior, a un partido, una secta, un cuartel o cualquier asunto semejante, la persona será entendida -en estos casos- como propiedad de "otro". El esclavismo y las múltiples formas de totalitarismo negarán, naturalmente, el derecho de cada quien a elegir la eutanasia.

En el caso de Terry Schiavo, no veo con claridad por qué se llama eutanasia a suprimirle agua y alimentos. En las imágenes de TV se advierte en ella reacciones de afecto ante una caricia sobre su cabeza. Que yo sepa, ninguna autoridad médica ha sostenido que su electroencefalograma es plano; esto es, revelador de muerte cerebral. A lo que parece, se trata de una persona severamente disminuida en el ejercicio de sus facultades. Pero matarla por hambre y sed no es precisamente un "buen morir" para alguien que conserva relictos de sensaciones y de conciencia.

Personalmente preferiría que ese juez y ese marido que decidieron matarla por hambre y sed tuvieran el coraje de darle con sus propias manos una buena muerte por medio de una inyección que suprima en instantes sus padecimientos, en lugar de prolongarlos como se está haciendo: ¡lleva ya seis días sin agua y sin alimentos! Veo ahí una cobardía que se esconde en legalismos, sin asomo de piedad por esa persona sufriente e indefensa. (Publicado por LA GACETA en marzo de 2005).