

El éxito en el trabajo, tanto en conseguirlo como en mantenerlo, se asoció a la posesión de conocimientos, por lo general respaldados por un título, que daban la seguridad de que la persona en cuestión estaba en condiciones de realizar determinados trabajos. Más tarde se vio que no eran suficientes los diplomas, y que las habilidades, el "saber hacer", la experiencia, y con ello el conocimiento de la práctica daban la verdadera certeza de la capacidad laboral. Así, la calificación privilegiada pasó de los conocimientos teóricos a la práctica comprobable. En un mercado laboral de oferta, a igual título prevalecía la seguridad de la experiencia. Esto no quiere decir que el título perdiera importancia, sino que se le agregaba una exigencia diferente; ya se había convertido en una condición necesaria pero no suficiente. Y entonces llega la "tercera ola", sumando a lo anterior una condición diferenciadora en sentido cualitativo: la importancia de las actitudes.
Las actitudes de la persona en el trabajo son lo que determina la calidad de su trabajo. Además de los conocimientos que posea, de las habilidades que maneje y de sus capacidades, son las actitudes las que hacen la diferencia entre un trabajo menor y una tarea superlativa. Las actitudes prevalecen más que el conocimiento o las habilidades, porque permiten el desarrollo de las personas y activan la multifuncionalidad.
En las organizaciones, se consideran seis pares de actitudes de importancia axial para el desempeño exitoso de las personas. Se clasifican en un continuo que toma a la actitud positiva y su contraria:
1. Optimismo ? Pesimismo
2. Actividad ? Pasividad
3. Extroversión ? Introversión
4. Flexibilidad ? Rigidez
5. Conservadores ? Emprendedores
6. Sociales - Aislados
En el primer caso, Optimismo-Pesimismo, todas las posibilidades de realización y el impulso de cualquier proyecto en la vida y en el trabajo están dados por la capacidad de mirar con optimismo el futuro, cuando aún es incierto. El optimismo es el motor de los proyectos, de los planes, de los sueños. Todos los emprendimientos y cualquier actividad necesitan de esta postura positiva ante la vida. Si creemos que vamos hacia un fracaso no tiene sentido emprender nada, porque tiene un grave efecto paralizante en la vida y es uno de los responsables de los famosos "palos en la rueda".
El segundo par, Actividad-Pasividad, se juega en la acción, en la concreción. Puestos ante un proyecto, un desafío, están los que se arremangan y comienzan a trabajar, y los que prefieren quedarse mirando a ver qué pasa, los que deciden esperar, y teorizan sobre los cambios posibles del plan original, para hacerlo "mejor". La pasividad está muy cerca de la inercia, de la inmovilidad, y es la antítesis de la vida en las organizaciones, con su dinamismo y su búsqueda de resultados. Pareciera que no hay lugar en una empresa moderna para una persona pasiva, aunque, a veces, se encuentran camufladas convenientemente.
En tercer lugar están los Extravertidos-Introvertidos. Es la diferencia entre aquéllos que demuestran lo que sienten, tanto las manifestaciones positivas, de alegría y felicidad como las emociones dolorosas o tristes, los enojos. Los extravertidos son personas que nos permiten conocerlos, saber lo que sienten en determinadas circunstancias, y con ellos sabemos a qué atenernos. Eso las convierte en personas previsibles y, por lo tanto, nos permiten adecuar nuestro comportamiento a fin de obtener las respuestas buscadas, y no actitudes inesperadas, locas o insensatas. Las personas muy introvertidas, sobre todo si están en posiciones jerárquicas, contribuyen a aumentar el malestar, poniendo incertidumbre en el clima laboral.
El cuarto par, Flexibilidad-Rigidez, toma en cuenta la actitud ante el aprendizaje, y muestra desde una postura de curiosidad, el famoso "cómo?". ¿Cómo se hace, cómo se hizo, cómo podría hacerse? Esta actitud es la que permite la actualización y el aggiornamiento responsable de las empresas, porque aprecia la novedad y no teme abandonar los conocimientos anteriores si se demuestran superados por los actuales. Es una actitud trascendente en el momento actual en que la competencia es innovadora. Este es el punto de choque de los empleados rígidos, generalmente mayores y altamente especializados en tecnologías obsoletas, que cuando están inmersos en una organización dinámica, aparecen atrincherados en su conocimiento perfecto y sin demasiada vocación de aprendizaje.
El quinto lugar corresponde a los Emprendedores-Conservadores. Los emprendedores son capaces de correr riesgos acotados, pueden tomar decisiones y hacerse responsables por ellas, no los paraliza el miedo ni huyen del cambio. Miran con confianza al mundo externo, y suelen sacar conclusiones acertadas acerca del probable rumbo de las cosas. Tienen un enfoque intelectual que les permite alternar y diversificar los puntos de interés Los conservadores, en cambio, pretenden congelar la realidad y mantenerla inmutable a través de los tiempos, sobre todo porque para ellos la receta única resultó exitosa.
Por último, están los Sociales-Aislados. Los primeros son aptos para el trabajo en equipo, brindan y obtienen apoyo, tanto para las tareas como para las ideas, son depositarios de confianza por parte de sus compañeros y generan relaciones sociales de calidad en los distintos niveles de la empresa. Los aislados, por su parte, desconfían de sus compañeros y resultan conflictivos en la construcción de equipos de trabajo.
Estos seis pares de actitudes muestran de manera simple y comprensible las competencias más valoradas y buscadas en las nuevas organizaciones, que son dinámicas, inteligentes y centradas en el aprendizaje. Nos permiten hacer un inventario adecuado de nuestras fortalezas y nos llevan a mejorar nuestras debilidades, a fin de insertarnos exitosamente en el moderno mundo laboral.







