Mano a mano con LA GACETA: Camila Plaate, la tucumana que conquistó al cine y ahora sueña con los Oscar

La actriz, que se consagró como Revelación en los Martín Fierro 2025, repasó su formación y el desafío de crecer en la actuación y la música. “El arte siempre fue mi refugio”, asegura.

Hace 2 Hs

La escena artística tucumana volvió a brillar en lo más alto del país. Camila Plaate, protagonista de Belén y una de las voces creativas más singulares de su generación, fue distinguida como Revelación en los Martín Fierro 2025, reconocimiento que confirma lo que en nuestra provincia ya se intuía: que su nombre llegó para quedarse.

En diálogo con LA GACETA, la actriz y música repasó su recorrido, habló del impacto que generó Belén y reflexionó sobre el rol del arte en un presente que define como “ruidoso, contradictorio, pero también lleno de belleza”. 

Aunque muchos la conocieron en los cines, Camila lleva años transitando los escenarios locales. La intensidad y firmeza con la que encarnó a Belén -un personaje que la llevó a festivales internacionales y hoy la acerca a una eventual nominación al Oscar- la posicionó como una referente inesperada.

“Me preguntan si soy de Buenos Aires. No, soy tucumana, y lo digo con orgullo”, recalca entre risas, mientras admite que la exposición la obligó a mirar su rutina con otros ojos. “De repente aparecieron muchas demandas, muchos mensajes, y tuve que aprender a decir que no. No puedo con todo, y también hay cosas que no quiero hacer”.

Aun así, explica que su vida siempre fue movida. “Antes de la peli yo ya vivía en un ritmo agitado: dar clases, ser madre, ensayar, actuar, sostener proyectos colectivos...”.

Arte como refugio

Camila nació en una familia atravesada por la música. “Mi viejo es músico, mi mamá canta y escribe. El arte estaba ahí, no impuesto, sino como primera impresión del mundo”. Pero la actuación llegó por su cuenta, nacida de la curiosidad.

“Hay algo en ese espacio-tiempo que abre la actuación o la música que me da mucha curiosidad. Para mí lo creativo fue siempre una balsa”, explica. Y agrega que el mundo real, con sus normas y absurdos, la empuja a esa búsqueda: “El sistema, las convenciones… a veces todo eso me hace ruido. El arte me permite encontrar belleza incluso en lo feo”.

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El trabajo detrás de Belén

Nada en su interpretación fue azar. La actriz cuenta que dedicó tres meses a un proceso profundo antes de filmar: lectura, análisis, acompañamiento de coaches y un método personal.

“Estaba más encerrada que afuera. Necesitaba entender con el cuerpo lo que implicaba ese mundo”, recuerda sobre un proceso que describe como desafiante pero hermoso. “Cuando algo me genera miedo, lo investigo. Me tiro de cabeza. Esta vez fue así”.

Su formación incluye talleres y seminarios con diferentes maestros. “Ahí aprendí a militar la actuación, a entender que el arte también es trabajo y disciplina”, afirma. 

Además de actuar, Camila integra La llorona y su jardín de dragones, banda con la que lanzó recientemente un disco. “Vamos a tocar el 18 de diciembre y queremos irnos de gira. Estamos muy contentos”, anticipa.

En paralelo, ya piensa en nuevos proyectos teatrales, retoma obras pendientes y, además, escribe. “Quiero dedicarle tiempo a un guion. Necesito ese espacio creativo”.

El martes será un día clave: Belén podría convertirse en la película argentina que compita por el Oscar. “No sabemos nada, de verdad. Pero lo importante es que la historia siga viajando, que cruce fronteras, que se hable de lo que pasó”.

Compromiso y voz propia en tiempos difíciles

En su discurso en los Martín Fierro mencionó a las mujeres pobres. Lo hizo con firmeza, sabiendo que no todos celebran las posturas políticas de los artistas.

“Me resultaría raro subir a recibir un premio y no decir nada de lo que está pasando. No obligo a nadie a que lo haga, pero yo trabajo con esos temas, me atraviesan. No puedo hacer silencio”, explica.

Y sin rodeos resume su mirada sobre la actualidad: “Hay discursos que hieren, que atacan nuestros cuerpos, los de las mujeres, los de los pobres. Pero también hay resistencia, organización y el deseo de un mundo más justo”. 

Antes de despedirse, deja un mensaje para quienes se inician, como ella lo hizo a los 15 años mientras trabajaba de moza, en panaderías o parrillerías para pagar su alquiler y sus estudios. “Es difícil vivir del arte. No voy a mentir. Pero no piensen en el final: vivan el proceso. Laburen, estudien, armen grupos, búsquense compañeres. Y, sobre todo, no se vendan. Sigan su corazón. Vale muchísimo la pena”.

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