
HUNDIDOS. Las carpas en el campamento de Zeitun son “inaceptables”, afirman desde la Defensa Civil de Gaza.

FRANJA DE GAZA, Territorios Palestinos.- Con palas en la mano, palestinos con sandalias de plástico y finos suéteres cavan trincheras en torno a sus carpas en el barrio de Zeitun, en Ciudad Gaza, protección mínima ante las lluvias torrenciales que se registran desde hace horas.
Desde el miércoles por la noche, la tempestad Byron barrió el territorio palestino, bordeado por el Mediterráneo, inundando los campamentos improvisados y añadiendo angustia a la población, desplazada masivamente desde el comienzo de la guerra entre Israel y Hamas, el 7 de octubre de 2023.
En Zeitun, el campamento instalado en medio de los escombros parece una pesadilla, bajo un cielo cargado de grandes nubes grises y blancas.
Bajo la lluvia torrencial, el campamento se convirtió en pantano. Los toldos están hinchados de agua.
Hincados en ladrillos colocados en el pantano, un grupo de niños come en cacerolas delante de un refugio de plástico, mirando cómo se desploma el cielo sobre el barrio.
Sin lugar a donde ir
En al-Zawaida, en el centro de la Franja de Gaza, los charcos obligan a la gente a caminar en el agua estancada, que les llega a las pantorrillas, o a saltar de un islote de arena a otro.
“La noche pasada fue terrible para nosotros y para nuestros niños por las fuertes lluvias y el frío; los niños quedaron empapados, las cobijas y los colchones igual. No sabíamos a donde ir”, explicó la señora Suad Muslim, que vive en una tienda con su familia.
“Necesitamos que nos den una carpa decente, cobijas para nuestros niños, prendas, lo juro, no tienen zapatos, van descalzos”, dice ella.
“¿Hasta cuando vamos a seguir así? Es injusto”, se queja alzando la voz para cubrir el ruido de las gotas que impactan la carpa.
Según un informe de las Naciones Unidas, 761 sitios, que albergan a unos 850.000 desplazados, presentan un riesgo elevado de inundación en la Franja de Gaza.
El territorio vive un episodio de grandes lluvias al concluir el otoño y en invierno, pero la devastación causada por la guerra lo hizo aun más vulnerable.
“La situación es desesperada”, dice Churuk Muslim, una desplazada originaria de Beit Lahia, en el norte de Gaza, que vive bajo una carpa en al Zawaida. “No podemos salir para encender fuego” y cocinar o calentarse, se lamentó. Añadió que no tiene ni madera ni gas.
En ese territorio cuyas fronteras están cerradas, donde la ayuda humanitaria llega de manera insuficiente según la ONU, pese a la entrada en vigor de una tregua el 10 de octubre, la escasez impide a la población que nada tiene enfrentar un nuevo problema.
Reconstrucción lejana
Bajo las carpas, los que tienen más suerte cubren el suelo con lonas o ladrillos para impedir que la arena húmeda moje sus cosas.
En las zonas donde el asfalto no fue arrancado, excavadoras siguen sacando los escombros de los edificios destruidos. Mucha gente sigue de pie, a la entrada de los albergues, en vez de sentarse sobre una superficie mojada.
“La tempestad tuvo un impacto grave en la población, pues edificios se derrumbaron y como gran de parte de las infraestructuras resultaron destruidas, ya no absorben la gran cantidad de lluvia”, dice Mahmud Bassal, portavoz de la Defensa civil de Gaza. La organización, que da primeros auxilios bajo la autoridad de Hamas, afirmó que la tempestad causó la muerte de una persona, aplastada por un muro que cedió.
La Defensa civil advirtió a los habitantes que se quedaron en las habitaciones parcialmente destruidas o fragilizadas por los bombardeos que los ponían en peligro.
“Las carpas son inaceptables”, dijo Basal, “lo que debe suministrarse ahora son albergues que se puedan desplazar, equipados de paneles solares, con dos piezas, baño y las instalaciones necesarias para los habitantes. Solo entonces, la reconstrucción podrá comenzar”.








