ESTAMPA DE CRACK. Pimienta fue uno de lo grandes valores de la Reserva "decana" de este año. Ahora quiere dar el salto a Primera.
Hay jugadores que llegan a un club como si siempre hubieran pertenecido a él. Sin estridencias, sin golpes sobre la mesa y sin promesas ruidosas. Basta verlos caminar por el predio, mover la pelota o recibir el saludo fraterno de un compañero para entender que encontraron un lugar. Facundo Pimienta (nacido en Ciudad Evita, formado en Vélez, moldeado entre aeropuertos, canchas de baby y un invierno sueco) es uno de esos futbolistas. Hoy, a los 22 años, tiene vínculo con el “Decano” hasta 2027. Nunca perdió el asombro, pero tiene la convicción serena de quien sabe que se está jugando su propia historia.
Llegó a mitad de 2024, recomendado por Diego Barrado, y muy pronto se volvió el conductor de la Reserva. En el Clausura aportó cuatro goles, varias asistencias y un detalle que no figura en ninguna planilla: la sensación de que cada pelota que pasa por sus pies adquiere un pulso distinto, más calmo y más lúcido. Pimienta es pausa breve en un fútbol que vive acelerado.
Cuando se le pregunta quién es, el volante no se esconde detrás de slogans ni de frases hechas. Su identidad, dice, está construida sobre algo más simple y más profundo. “Desde que tengo memoria (e incluso un tiempo antes) ya jugaba a la pelota. Crecí en una familia que siempre me apoyó, me dio valores y me acompañó en cada paso. Eso me marcó mucho como persona y como jugador”, asegura. No lo dice con nostalgia, sino con gratitud. Como si nombrar a Mario y a Inés (sus padres), a sus hermanos o a su pequeño sobrino Benicio fuera una manera de volver al punto de partida.
Pimienta maduró a la fuerza
Este 2025, que está a punto de cerrarse, fue para él un año completo: lleno de picos y de valles. “Tuve momentos buenos y momentos malos, pero pude salir adelante”, resume. Y ahí aparece un nombre decisivo: Hugo Colace, el entrenador que ordenó su recorrido y también sus ideas.
“Las charlas con Hugo fueron claves. Me ayudaron a entender qué me faltaba y qué era exactamente lo que él me pedía. Eso me hizo mejor. También Ricardo Pellegrino y Andrés Jemio me ayudaron muchísimo; gracias a ellos me convertí en un jugador más completo”, asegura.
La Reserva no solamente le dio continuidad, sino que también le dio madurez. Le enseñó a competir, a equivocarse y a levantarse. A sostener un ritmo que, según él mismo reconoce, antes no tenía. “A mis virtudes; el pase, el juego asociado, el remate, les sumé sacrificio y ritmo para correr y ayudar al equipo. Hoy eso es fundamental”, dice.
El crecimiento del volante nacido en Ciudad Evita
Sus inicios todavía le quedan cerca. “Empecé en el baby de Almafuerte y también en Esparta. Después pasé a Huracán, desde los 8 hasta los 11. Y ahí llegué a Vélez, en donde me formé y estuve hasta los 21”, cuenta. En Vélez aprendió a pensar el juego, a habitar la zona donde nacen las jugadas, a vivir con la presión de un escudo que exige y empuja. Pero también aprendió a partir.
En 2023, una oportunidad inesperada lo llevó hasta Malmö, Suecia, para jugar en BK Olympic. “Fue un paso corto, pero muy importante en mi crecimiento”, reconoce. Europa le enseñó adaptación y también le dio disciplina. Y también le dejó una certeza: el fútbol, incluso lejos, siempre encuentra un modo de devolverlo a su eje.
Ese eje, desde mediados de 2024, es Atlético. Una camiseta que, según dice, siente cada vez más propia; un estadio que ya lo vio crecer desde la Reserva; un sueño que se repite cada mañana.
El sueño es jugar en Primera
Si se proyecta hacia 2026, Pimienta no se esconde. “Mi primer objetivo es hacer una gran pretemporada. Desde ahí, mi mayor sueño es debutar en Primera con Atlético”, repite. No lo dice como un deseo infantil, sino como una meta trabajada, pulida y repetida en silencio. “Quiero ayudar al equipo desde el lugar que me toque. Pelear cosas importantes. Ser parte”, agrega. Esa frase, tan sencilla, se vuelve la brújula de un jugador que todavía tiene los pies en la tierra, la voz calma y la mirada encendida.
La herencia
Le preguntan por sus ídolos y la respuesta aparece sin rodeos. “Sacando a Messi, que es el ídolo de todos, mi ídolo siempre fue Carlos Tevez. Me encantaba verlo jugar. Su carácter, su determinación...”, afirma. Y si uno mira a Pimienta con atención, puede adivinar algo de esa influencia; la forma de atacar espacios, la energía para presionar, el aplomo para decidir.
Pero antes que cualquier ídolo, aparece su familia. La que viajó con él a cada prueba, la que lo sostuvo en cada caída, la que desde Ciudad Evita sigue cada transmisión. “Ellos me formaron. Ellos me dieron los valores. Yo soy gracias a ellos”, dice.
Lo que está por venir para Pimienta
Pimienta sabe que su nombre todavía es un esqueleto de promesa para el hincha. Lo sabe y no le pesa. Prefiere que hablen sus toques, sus goles en la Reserva, sus progresos en silencio. Pero también sabe que este club, esta ciudad y este estadio pueden transformarse en el escenario que soñó desde el baby fútbol.
Camina el predio de Ojo de Agua con la serenidad de quien entiende que las oportunidades no llegan solas: se construyen. Y en esa construcción, Pimienta está en marcha. El “10” de la Reserva, el conductor, el jugador que tiene la ilusión intacta de debutar en Primera y quedarse mucho tiempo.
La historia recién empieza. Y él, por primera vez, siente que el futuro lo está mirando de frente. (Producción periodística: Carlos Oardi)







