Por Juan Ángel Cabaleiro
Para LA GACETA - TUCUMÁN
El inspector Doménico Risotto llegó al lugar del hecho y contempló el cadáver tendido sobre la arena, junto al río. «Un nuevo caso, un nuevo misterio», pensó. Se trataba de Wilfredo Cotuño, dueño de una empresa de colectivos, y había sido asesinado dos horas antes por su yerno, que ambicionaba los millones del empresario, y que pretendía endilgarle el crimen a su propia esposa (e hija única de la víctima), Dorotea Cotuño, de 47 años, a quien francamente odiaba. El arma, una pistola 9 mm sin la menor huella, se encontraba en el bolso de Dorotea, entre unos arbustos, sembrada como señuelo.
Nada de esto sabía el inspector Risotto, porque el narrador omnisciente soy yo y no él, y no tengo ni manera ni intención de alertarlo: son las reglas. Risotto apenas es un personaje más de esta novela, el protagonista que con lentitud y sensatez exasperantes descubrirá al autor del crimen (Manuel Gómez, 42 años, el mencionado yerno) en el último capítulo, tal como se verá a su debido tiempo. Todo esto puedo decirlo porque soy como un dios, un espectro que sobrevuela la historia, y lo sé todo. Todo, todo, todo… Soy el Narrador Omnisciente (mejor así, con mayúsculas), y una terrible honestidad intelectual puja en mi interior, y una no menos terrible verborragia. Pero sigamos, y perdón por entrometerme.
Risotto, contemplando el cuerpo y conteniendo las ganas de encender su noveno cigarrillo de la tarde, se preguntaba qué había ocurrido. Tanto él como sus colaboradores estaban desconcertados. «¿Algún indicio sobre el asesino?», preguntó. «No, ninguno. La escena está limpia. Parece obra de un profesional», fue la respuesta. «Demonios, este va a ser un caso difícil, muchachos».
Al día siguiente, después de reunirse con su equipo y atendiendo a los primeros datos obtenidos, en la mente de Risotto despuntó una primera sospecha desencaminada: la banda de los Ecologistas Caminantes, enemigos acérrimos del transporte automotor de pasajeros. Risotto estaba equivocado, y va a perder los siguientes tres capítulos indagando una pista que no conduce a nada, pero que igual debo narrarles con todo detalle. Mientras tanto, como veremos en el capítulo 6, su esposa (la de Risotto, claro) le arrojará a la cara una demanda de divorcio, harta de verlo llegar siempre tarde y cansado a casa, apestando a tabaco, de que se olvide de su aniversario, y de que salga en defensa de las prostitutas del barrio cada vez que alguien las acosa. Todo esto terminará en una frenética escena de reconciliación justo al final de la novela, pero no nos adelantemos…
El fragmento anterior, aporreado inicio de la novela ¿Quién mató a Wilfredo?, es una muestra palmaria del llamado Narrador Omnisciente Ético, personaje que lleva la voz cantante en la obra y que expone siempre la verdad sin retaceos ni postergaciones. El NOE no solo tiene un conocimiento pleno de la historia, sino también el impulso inmediato de sincerarse y compartirlo con los lectores. Se trata de una figura propia del spoiler novel norteamericano, un subgénero literario marginal que repudia la intriga y el suspenso como recursos narrativos. ¿Por qué lo hacen y quiénes promueven el uso del NOE?
La idea partió hace algunos años de la NY Writers Coalition, un grupo de narradores progresistas y de vanguardia que promueve la integración de inmigrantes y sectores desfavorecidos de la sociedad neoyorquina a través de la escritura. Son los promotores de los controvertidos «NOE Studies», que pretenden desarrollar «una literatura de la transparencia, incorporando firmes principios éticos y humanos al proceso de escritura, y la deconstrucción radical de las convenciones narratológicas que impone la academia». El Narrador Omnisciente Ético renuncia a toda estrategia de dosificar la información por considerarla una forma de manipulación y engaño. Se trata, en definitiva, de romper el último gran artificio de la narrativa tradicional, decimonónica: el narrador omnisciente autoritario, que tiene una información relevante que bien podría aportar desde el principio, pero que perversamente oculta.
Esta novedosa corriente de literatura popular ya ha llegado a la Argentina, y tiene sus cultores: «El narrador manipulador tradicional es un sádico que impone su dominación sobre el lector a partir de lo que sabe, de un conocimiento que no quiere compartir y que administra a cuentagotas, con la lógica machista del sometimiento. El NOE, en cambio, es un narrador deconstruido, solidario y horizontal, que dialoga con el lector en un plano de igualdad. En ¿Quién mató a Wilfredo?, más allá del homenaje a Walsh, procuro mostrar ese compromiso militante de la escritura, la fusión de lo literario con lo político y lo popular del conurbano», explica Gabriela Cabezón Duhalde, una de las autoras pertenecientes al Grupo de Banfield, en la provincia de Buenos Aires, bastión de este movimiento en el ámbito nacional.
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Juan Ángel Cabaleiro - Escritor.






