La sola lectura de los diarios es suficiente para entender que, por lo menos aquí, en Argentina, la sola posesión de una gran fortuna es suficiente para asegurar que, hagas lo que hagas, la justicia nunca llegará a “bajarte el dedo”, como a cualquier ladronzuelo o asesino. En el famoso cuento de “Las mil y una Noches”, los cuarenta ladrones eran visibles porque imponían el terror para arrebatar fortunas, pero su amo y señor era uno solo, que nunca mostró la cara. Pero en soledad, controlaba que las riquezas arrebatadas fueran puntualmente depositadas en la cueva del famoso árbol que abría sus raíces sólo bajo el imperativo grito de “¡Abrete, Sésamo!“. Nunca se supo para quién robaban, pero los cuarenta jinetes no murieron en la pobreza, aun cuando sólo eran unos “mandados” que hicieron un muy buen trabajo. ¿La historia se repite? Sin duda. Alguien muy, pero muy astuto, desalmado y avaro, deslumbrado por la posibilidad de manejar tanta riqueza, copió la milenaria treta. A falta de “caballeros” compró desalmados sujetos en todo el país. Reemplazó el “Sésamo” por una inmensa caja fuerte que obedecía a la única llave en su poder, y se dedicó a llenar, llenar, llenar. Pero la muerte, nunca calculada, se lo llevó. Esto lo relato como un cuento para dormir a los niños. No lo tomemos en serio, pues yo no soy quien para juzgar a nadie. Pero tenemos ilustres magistrados que están siguiendo pistas para toparse de frente con algunos de los modernos ladrones de la historia. ¿Tendrán suerte? Si buscan imponer la Justicia, como juraron hacerlo, ojalá que sí.
Darío Albornoz
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