LA GACETA / BENJAMÍN PAPATERRA
A un costado de la cancha principal de Liceo RC, se levanta un arbolito que, para el club, es mucho más que una planta. Es un símbolo, un punto de encuentro, un recordatorio de amor y un acto de vida. Allí, silencioso y firme, crece el arbolito de Joaquín, un niño que falleció en 2016 y cuyos padres decidieron donar sus órganos, transformando el dolor en esperanza para otros.
El origen de ese pequeño árbol -una duranta, de hojas verdes brillantes y ramas que pueden moldearse con el tiempo- se remonta al 19 de marzo de 2017, fecha en la que se cumplía un aniversario más del natalicio de Joaquín. Para su familia, esa jornada no podía pasar sin un gesto que lo representara. “La idea del arbolito nació sin saber realmente lo que podía llegar a generar”, recuerda Hugo Quintana, padre de Joaquín y organizador del Seven que hoy lleva su nombre. “Pensábamos hacer alguna acción que represente un poco lo que él era y lo que a él le gustaba. Joaquín era un chico muy ecologista”, explicó.
Esa mañana, la familia se reunió en San Pablo junto a integrantes del club. Antes de plantar el árbol, realizaron una limpieza en el costado de la ruta 338. Luego llegaron al predio y, con la ayuda de dirigentes y jugadores, depositaron la pequeña duranta al borde de la cancha 1. Nadie imaginaba entonces que ese gesto simple y casi íntimo se convertiría en una referencia para toda la comunidad. “Plantamos el arbolito de una manera espontánea, como parte de una acción de ese día. Y con el tiempo se transformó en un símbolo”, dice Hugo. “Durante la segunda edición del Seven le pusimos nombre, porque así lo llamaba todo el mundo. Era el arbolito de Joaquín”, indicó.
Ese árbol, que creció al mismo ritmo que el club, fue adoptado también como emblema de la Fundación Joaquín Quintana, creada para promover la donación de órganos y la solidaridad. El logotipo de la institución es justamente un arbolito con un corazón en su interior. La relación no es casual. “En nuestra fundación tenemos un lema: así como el árbol crece y se renueva, también la donación de órganos renueva la vida de quien la recibe”, explicó Hugo. “El árbol busca crecer incluso en el desierto; tiene ese instinto. La donación funciona de la misma manera: es vida que se multiplica”, opinó.
Desde entonces, la historia del arbolito trascendió los límites de Liceo RC. Hugo dio una charla TEDx titulada “El arbolito de Joaquín: un dolor transformado por actos de amor”, en la que relató el origen y el sentido profundo de ese gesto. En ella, ingresó al escenario cargando una maceta con una duranta, símbolo de lo que hoy es una red de acciones que crece año tras año. En aquella exposición explicó también por qué eligieron ese arbusto: fue el vivero quien recomendó plantar una duranta para asegurar que pudiera resistir el clima de la zona y, al ser maleable, permitirle a la familia darle la forma que desearan.
Hoy, el arbolito de Joaquín ha trascendido su lugar original. Se transformó en un símbolo que se multiplica y viaja. Se plantaron ejemplares en un colegio de Yerba Buena, en las afueras de la capilla de la cárcel de Villa Urquiza -en el marco del programa de rugby “Un Pase a la Libertad”- y en la pérgola del Parque 9 de Julio, durante la conmemoración del Día Nacional de la Donación de Órganos. Cada arbolito nació como extensión del primero, como ramificación de un mismo gesto, como semilla de un mensaje que crece.
“En poco tiempo estamos haciendo muchas acciones”, contó Hugo. “Nos llevó muchos años darnos cuenta de lo que habíamos hecho aquel día, pero mirando para atrás vemos que todas esas acciones, desde la partida de Joaquín, nos llevaron al lugar que ocupamos hoy en la difusión y la concientización de la donación de órganos”, relató.
En Liceo RC, ese árbol ya es parte del paisaje emocional del club. Jugadores, entrenadores, dirigentes y familias lo reconocen como un faro verde que acompaña cada tarde de entrenamientos y cada jornada de partidos. Su presencia recuerda que el rugby, más allá del juego, también es comunidad, memoria y vínculo.







