Atlético Tucumán arribó a Lanús con un solo objetivo: ganar y esperar resultados. Bajo ese propósito, Hugo Colace repitió la fórmula que le había dado resultado en la victoria frente a Godoy Cruz y volvió a su 4-3-3 predilecto. Kevin Ortiz ocupó la función de “5” tapón que en el partido anterior había cumplido Guillermo Acosta, hoy unos metros más adelante, más liberado, junto a Adrián Sánchez como internos. Ortiz partió la cancha en dos: detrás suyo, la línea defensiva; delante, los volantes y los extremos Ramiro Ruiz Rodríguez y Nicolás Laméndola, que jugaron como wings clásicos. En el área, la referencia volvió a ser Leandro Díaz.
La propuesta táctica se construye desde los nombres y los números, es cierto, pero solo se revela cuando la pelota empieza a rodar. A priori, el esquema lucía ofensivo y propositivo; después, Colace debía traducirlo en acción. Por momentos, lo consiguió: el equipo presionó en bloque alto, con los tres delanteros muy cerca del área rival y con el apoyo de los volantes para ahogar la salida. Si bien forzó algunos errores de Lanús en los primeros minutos, el local también encontró en esa propuesta una vía para hacerse fuerte. El 4-2-3-1 de Mauricio Pellegrino aprovechó los huecos que dejaba el mediocampo adelantado de Atlético cada vez que la pelota superaba la primera línea de presión. Con espacio y libertad para moverse, Marcelino Moreno, Ramiro Carrera y Eduardo Salvio hicieron un festín cada vez que pisaron tres cuartos.
Con el resultado adverso, Colace sabía que debía corregir dos aspectos clave para mantener vivas las aspiraciones de su equipo. Primero, ajustar las marcas y tratar de desactivar el talento individual de los creativos “granates”. Con gambeta y picardía, Moreno y Salvio, por momentos, hicieron lo que quisieron: no podían participar tanto del juego o los goles del local caerían en cadena. Segundo, Atlético debía poner la pelota al piso y empezar a jugar. La gran fortaleza del 4-3-3 son sus extremos, y Ruiz Rodríguez y Laméndola lo entendieron perfecto. Promediando el primer tiempo, los tucumanos se mostraron explosivos y desequilibrantes; por ellos pasaron todas las ocasiones de gol.
Con el empate, Atlético recuperó energías en el entretiempo y volvió a presionar intensamente en el complemento. Pero apareció otro problema: el cansancio. Y Colace no supo cómo administrarlo. Las modificaciones, pensadas para renovar piernas, generaron el efecto contrario. Salieron dos de los jugadores con mayor despliegue -que no habían mostrado signos claros de agotamiento- y permanecieron otros visiblemente fundidos, como Acosta o Díaz. Los cambios terminaron por desordenar al “Decano”, que nunca volvió a tomar control del partido ni a adaptarse a su ritmo.
Colace fue audaz con su planteo y, por momentos, logró buenos pasajes de juego. Pero pagó caro sus decisiones en el segundo tiempo, y Lanús lo aprovechó al máximo.






