Durante años, el deporte con proyección internacional fue apagando sus luces una a una en Tucumán. Los estadios se vaciaron, los eventos se esfumaron y el turismo deportivo se convirtió en una anécdota. Se llegó al punto que, espectáculos con sede en otras provincias, como MotoGP, atizaran la brasa de la pasión. Tucumán, que alguna vez vibró con selecciones nacionales como Los Pumas y Las Leonas, que recibió al Rally Mundial y al Dakar, hoy parece una sala de espera en penumbra. Pero en medio de esa decadencia silenciosa, una disciplina decidió rebelarse: el tenis.
Sin esperar subsidios ni promesas, el tenis tucumano salió a buscar su oportunidad y trajo a la provincia un WTA 125, una de las competencias más importantes del circuito femenino en Sudamérica. Participaron jugadoras de más de veinte países, con transmisión por plataformas globales, lo que volvió a poner a Tucumán en el mapa del deporte mundial.
El contraste es fuerte e inevitable con respecto a otros deportes. Y es que el tenis se organizó, invirtió y creció en silencio. No con discursos, sino con hechos concretos.
El voley, acaso una excepción al igual que el mountain bike con el Rally Trasmontaña, también viene haciendo su aporte al organizar torneos de envergadura y alguna presencia de seleccionados nacionales. El resto del deporte tucumano parece en hibernación: el boxeo perdió sus veladas grandes, el básquet quedó sin torneos de elite y el automovilismo se detuvo en el tiempo.
En ese contexto, el tenis encendió una chispa. La clave estuvo en la gestión. Mercedes Paz, ex top 30 del mundo y actual capitana del equipo argentino de Billie Jean King Cup, fue la gran artífice. Cuando el torneo que debía jugarse en Bolivia se canceló, aceptó el desafío sin dudar: “¿Podemos llevarlo a Tucumán?”, le preguntaron. “Empezamos ya”, respondió. En cuestión de semanas, logró lo que otros países preparan durante un año.
Tucumán Lawn Tennis fue completamente renovado: nuevas canchas, vestuarios ampliados, salas de fisioterapia, espacios de prensa y logística de nivel internacional. La WTA quedó sorprendida por la organización, y Tucumán no apareció en un zócalo ni en una placa, sino como sede a la altura de las grandes capitales deportivas.
Más allá del brillo deportivo, el torneo tuvo un impacto profundo. Generó movimiento turístico, reactivó la hotelería y devolvió entusiasmo a la comunidad deportiva. Mostró que el deporte puede ser una industria que premia la acción y castiga la espera.
El tenis dejó un mensaje claro: Tucumán puede volver a estar en el mundo. Puede recibir eventos internacionales, atraer deportistas, entrenadores, medios y turistas. No se trata de tamaño ni de presupuesto, sino de visión, contactos y trabajo profesional.
Mientras muchas disciplinas siguen esperando un llamado desde Buenos Aires, el tenis tucumano demostró que el protagonismo se conquista, no se ruega.
El WTA 125 fue más que un torneo. Fue una prueba de carácter. Un recordatorio de que, incluso en medio del abandono, siempre hay lugar para el esfuerzo y la gestión. El deporte tucumano, alguna vez en terapia intensiva, volvió a sentir su propio pulso.







