Una de las consultas más frecuentes en la terapia sexológica se relaciona con la dificultad para ejercer un razonable control voluntario sobre el reflejo eyaculador. Hombres -y personas con pene- que “acaban” demasiado rápido y buscan aprender a retrasar este reflejo. ¿Existen, para lograrlo, técnicas específicas? Claro que sí.
Una de ellas, pionera, denominada “la pausa” (también conocida como “parada y arranque”), fue desarrollada en 1959 por James H. Semans, cirujano, urólogo y filántropo de la Universidad de Duke, quien murió en 2005, a los 94 años. Había nacido en 1910 en Uniontown, Pensilvania y supo desde muy joven que quería ser médico. En su autobiografía, “Coming of Age”, escribió: “Siempre quise aliviar la enfermedad de la humanidad, pero en el fondo lo que anhelaba era ser médico de la condición humana”. Se graduó con honores en la Universidad de Princeton y obtuvo su título de médico en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, donde trabajó como urólogo. A principios de 1944 ingresó en el ejército de Estados Unidos para servir en el cuerpo médico y atendió a cientos de soldados heridos. Allí desarrolló un profundo interés por las personas con discapacidad, a quienes defendió toda su vida. Fue un precursor en cirugía rehabilitadora urológica y uno de los primeros en conectar la disfunción sexual y las cuestiones vinculares.
La técnica
La técnica desarrollada por el Dr. Semans apunta a que la persona sea capaz de controlar el momento de la eyaculación sin que disminuyan la excitación y el placer erótico. ¿De qué manera? Interrumpiendo el coito y deteniendo toda estimulación sexual (de ahí lo de “pausa”). Para esto es importante que aprenda a determinar cuándo está a punto de eyacular: casi todos los hombres son conscientes de ciertas sensaciones que les indican que ese momento está muy cerca. Es la llamada sensación de “inevitabilidad”, porque inmediatamente a ella se desencadena el reflejo (tanto si continúa la estimulación, como si no).
La indicación es que tanto la estimulación como el movimiento se detengan bastante antes de esa sensación de inevitabilidad. Algunos han nombrado a ese estadio anterior como de “inminencia” (es decir: es inminente pero todavía no inevitable). Y entonces el hombre deberá esperar hasta que el nivel de excitación descienda y sienta que puede retomar el estímulo (algunos experimentan una pérdida parcial de la erección, que vuelve a iniciarse al reanudar la relación sexual).
Ventajas de este ejercicio: es relativamente sencillo de realizar y favorece que los amantes se sientan unidos de un modo especial en ese lapso. Hay quienes señalan la desventaja de que las pausas dificultan la progresión de la mujer hacia la excitación y el orgasmo.
Al revés de lo que podría pensarse, la idea es la persona logre someterse a una gran cantidad de estímulo, para comprobar que la duración del coito no depende de que éstos no sean demasiado intensos, sino de su capacidad de ejercer control. Para lo cual debe acostumbrarse a mantener una excitación elevada durante más tiempo.
Recomendaciones
Los expertos desaconsejan el viejo truco de pensar en cosas deserotizantes para desviar la atención. Esto sólo disminuye la calidad del encuentro y empobrece la experiencia sexual.
Desde luego que dominar estas pausas requiere práctica (por lo general, varias semanas). Y como parte de este entrenamiento se recomienda especialmente hacerlo a solas, ya que así el hombre se sentirá más más libre de enfocarse a pleno en reconocer e identificar sus sensaciones y de experimentar con la duración de la pausa. En un principio tal vez sea necesario prolongarla durante cinco minutos, pero con el tiempo debería poder reducirse a un minuto o incluso menos (para valorar esta evolución puede ser útil llevar un registro escrito).
Pero claro, controlarse en solitario es mucho más fácil que hacerlo en una relación sexual. Por eso se recomienda el uso de lubricantes y alimentar las fantasías mediante materiales eróticos, para que la experiencia resulte más estimulante.







