Recuerdos fotográficos: 1991. Todos querían llevarse el Circo de Liliputienses a casa

En este espacio de “Recuerdos” LA GACETA busca revivir el pasado a través de imágenes que se encuentran guardadas en ese tesoro que es el Archivo de LA GACETA. Esperamos que a ustedes, lectores, los haga reencontrarse con el pasado y que puedan retroalimentar con sus propios recuerdos esta nueva sección.

Recuerdos fotográficos: 1991. Todos querían llevarse el Circo de Liliputienses a casa
Por Roberto Delgado y Jorge Olmos Sgrosso 03 Noviembre 2025

Al final de octubre de 1991 llegaron a San Miguel de Tucumán los integrantes del Circo de Liliputienses, integrado por trapecistas, magos, payasos, malabaristas, acróbatas y contorsionistas que no superaban el metro 40 de altura. Súper pequeños, alegres, juguetones y saltarines, hicieron las delicias del público en sus dos presentaciones en el Club Caja Popular, participaron el sábado 26 de octubre del sorteo “LA GACETA premia a sus lectores”, atrapando en el aire las boletas ganadoras. En la imagen pequeña se ve Timur Illiasov, dentro de la pileta de lona, agarrando una boleta.

Creado en los años 60 en Moscú por Igor Grigoriev, el Circo de Liliputienses se había presentado en Perú, Brasil y Chile antes de llegar a Tucumán. Entre ellos había padres de estatura normal e hijos más altos que sus padres. El presentador chileno José Muñoz contó que en el grupo había seis matrimonios y que la pequeña Nasthia, de seis años, comenzaba a integrarse a la escuela circense, aunque ya alcanzaba en altura a su mamá, Nadia, y se la pasaba haciendo travesuras, como cuando hizo caer a varios en la pileta de un hotel en Lima. Cuando LA GACETA le preguntó sobre su vida en el circo, sonrió dulcemente y contestó “Niet panimaiu” (“no entiendo nada”).

Recuerdos fotográficos: 1991. Todos querían llevarse el Circo de Liliputienses a casa

Esa mañana sabatina pasearon por la galería LA GACETA en el diminuto vehículo utilizado para la promoción del circo. Cuenta la crónica que los más grandes (de edad) caminaron junto al jeep, donde estaban sentados la pequeña Nasthia y Nikolai Zariov y los curiosos tucumanos se volvieron locos de entusiasmo: todos se los querían llevar a casa.

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