De las luces del Santiago Bernabéu y San Siro a los muros de una cárcel paulista. La caída de Robson de Souza, más conocido como Robinho, refleja uno de los descensos más abruptos en la historia del fútbol brasileño. El exdelantero de Real Madrid, Manchester City y Milan, que alguna vez fue símbolo de talento y alegría, hoy cumple una condena de nueve años de prisión por violación en grupo.
Robinho, de los flashes de Europa al encierro en Tremembé: así es la vida en prisión del exastro brasileño
El exjugador del Real Madrid y Milan cumple una condena de nueve años por violación en grupo. Desde su celda en São Paulo, asegura no tener privilegios y dice que el fútbol sigue siendo su único desahogo.
Robinho está en Tremembé, una cárcel ubicada en el interior paulista.
La justicia italiana lo encontró culpable de participar en una agresión sexual grupal contra una mujer albanesa en 2013. El fallo, confirmado en tres instancias judiciales -la última por el Tribunal Supremo de Casación de Roma en 2022-, se convirtió en definitivo.
Italia pidió su extradición, pero el gobierno brasileño la rechazó, amparándose en la Constitución, que prohíbe entregar a sus propios ciudadanos. A pedido de la justicia italiana, el Tribunal Superior de Justicia (STJ) de Brasil homologó la condena en marzo de 2024 y ordenó su inmediata detención.
Desde entonces, Robinho, hoy de 41 años, permanece en la P2 de Tremembé, una cárcel del interior paulista conocida por albergar a presos de alto perfil. Su defensa presentó varios recursos para anular el fallo, todos rechazados.
Su vida entre rejas
En la prisión de Tremembé, donde también pasaron figuras mediáticas como Alexandre Nardoni y el exjugador Edmundo, Robinho intenta mantener una rutina “normal”. Según el propio exfutbolista, no recibe ningún trato especial.
En un video difundido por el Consejo Comunitario de Taubaté, el exdelantero buscó despejar rumores sobre privilegios. “Mi dieta, mi horario de sueño, mis visitas... todo es igual que para los demás. No tengo nada diferente. Aquí, los guardias mandan y los presos obedecemos”, describió.
Robinho aseguró además que el penal prioriza la resocialización y que intenta adaptarse a las reglas del encierro: “Es difícil estar preso, pero gracias a Dios tengo la cabeza fría”, afirmó.
Robinho fue una de las grandes figuras de Brasil.
Fútbol, su único refugio
A pesar de su retiro profesional en 2020 -su último club fue el Istanbul Basaksehir, campeón turco ese año-, Robinho sigue encontrando en el fútbol su escape más cercano a la libertad.
En el penal solo se le permite jugar los domingos, el único día sin actividades laborales. En la cancha de tierra del pabellón, forma parte de partidos internos con otros reclusos, lejos del glamour que alguna vez lo rodeó.
Niega liderar grupos, tener privilegios o padecer problemas psicológicos. Su rutina, dice, es simple: dormir temprano, cumplir tareas básicas y esperar las visitas familiares.
De ídolo a símbolo de caída
Robinho fue una de las mayores promesas del fútbol brasileño de los 2000. Ídolo del Santos y heredero del “jogo bonito”, brilló en Europa, ganó títulos, vistió la camiseta de Brasil y llegó a ser uno de los jugadores más carismáticos de su generación. Hoy, su nombre figura entre los casos más polémicos de la historia reciente del deporte.
En su celda de Tremembé, el exfutbolista asegura haber aprendido la lección. Pero la imagen que proyecta contrasta con el recuerdo de quien alguna vez fue portada de revistas y esperanza de una nación futbolera. Ahora, su cancha es de tierra, su público son otros reclusos, y su realidad, la de un hombre que perdió todo por sus actos.






