Creo necesario aclarar, antes que nada, que los incas no practicaban sacrificios humanos. Es una falacia frecuentemente utilizada por algunos historiadores para justificar el criminal accionar de los conquistadores, sin parangón en la historia de la humanidad. La vida del indio, entre las labranzas, la alfarería, los tejidos y la música, en medio de una naturaleza que se daba pródiga, debía ser idílica, y si a ello le agregamos el don de la libertad, tendremos una visión de los bienes que gozaban los enamorados del sol y de la Pachamama, la madre tierra generosa y buena. Así evocaba el Inca Garcilaso algunos de los aspectos de la cultura del primigenio dueño del continente americano. “Pero los indios lo presentían desde hace años, los viejos lo leían en la Cruz del Sur y oraban por hijos y nietos que ya no serían más felices como ellos lo fueron”. Los hombres de hierro, los barbados dioses, llegaron finalmente al Perú. Poner sus plantas en la virgen América y comenzar el desastre fue uno, todo terminó con el choque brutal de las dos razas. Se impuso la mas poderosa en armas, en engaños y en codicias. El inca cayó, con el cayeron pueblos, naciones, riquezas y tradiciones. Del hombre americano queda, desde este momento, solo en el recuerdo. El Viejo Mundo impuso su prepotencia y su cultura. Las condiciones del vasallaje fueron tan bárbaras que desbarataron a la gente, la vida, las costumbres y las creencias. Es evidente que solo una mente alterada podría justificar lo que fue, a la postre, uno de los mayores holocaustos de la historia de la humanidad. Ahora bien, y contestando a lo manifestado por el lector Pérez Cleip en su carta del día 12 de octubre, le hago saber que la motivación principal del intempestivo implante de la Inquisición en el antiguo virreynato del Perú y del Río de la Plata fue, primordialmente, la masiva presencia, en sus territorios, de colonizadores sefaraditas: “Quienes integraron las primeras poblaciones no aborígenes en América -decía Sergio Bagú-pertenecían, en su mayoría, a la cepa hispano-hebrea, quienes renunciaban al viejo mundo, a sus vínculos, intereses y posibilidades con el objeto de crear en estas partes una sociedad libre, sin fanáticas persecuciones ni presiones de la Inquisición”. Miles de judíos perseguidos y/o expulsados de España y Portugal, se asentaron en estas tierras, y la presencia de los Tribunales del Santo Oficio así lo corroboran” ya que su objetivo principal no era vigilar la pureza de fe de los neófitos indios, sino controlar a los llamados “judaizantes” para que no volviesen a su credo ancestral so pena de ser incinerados (José Toribio Medina: “El Tribunal de la Inquisición en las Provincias del Plata, Warpes, 1945). Le recomendamos, además, y a propósito, consultar un viejo ensayo de mi autoría titulado “Los Cristianos Nuevos” (Bs. As., 1987) disponible en la Biblioteca de la F. F. y L. de la UNT.
Arturo Garvich
Las Heras 632 - S. M. de Tucumán







