En el otoño de 1978 el escritor Jorge Luis Borges (1899-1986) pasó cuatro días en nuestra provincia. Lo primero que hizo fue visitar San Javier. “Quiero saber si el recuerdo de mi recuerdo es fiel”, le dijo a la profesora Nilda Flawiá de Fernández, quien fue su acompañante durante prácticamente todo el tiempo que el autor de “El Aleph” paseó por las calles céntricas, firmó libros, charló con la gente y fue homenajeado en la Universidad.
Antes había estado en 1950 (vino, acompañado por su madre, la traductora del inglés Leonor Acevedo Suárez, para disertar sobre Rudyard Kipling y la cultura británica); en 1964 (lo acompañó la escritora María Esther Vázquez y dio una extensa conferencia sobre Leopoldo Lugones); y en 1968 (lo acompañó su entonces esposa, Elsa Astete Millán, y disertó sobre Israel).
El decano de Filosofía y Letras, Jorge Hernán Zucchi, había organizado en 1978 el ciclo “Muestra de la expresión” con la cátedra de Literatura Argentina, entonces a cargo de Francisco Juliá y de la jefa de trabajos prácticos, Flawiá de Fernández El acto central fue la entrega del premio Honoris Causa al escritor argentino, quien vino a Tucumán acompañado por el filósofo Ezequiel de Olaso.
Ese sábado 6 de mayo por la tarde Flawiá y su marido, Ricardo Fernández, pasaron por el aeropuerto, que estaba entonces en la avenida Brígido Terán. Allí lo esperaba Zucchi, quien les avisó que el avión se había adelantado y que Borges había pedido que lo recibieran en la escalerilla porque, siendo no vidente, no podía caminar por la pista. Los Fernández entraron con su Ford Fairlane hasta el avión y trasladaron al escritor hasta el hall del aeropuerto, pero comenzó a amontonarse la gente que reconoció a Borges. “Se acercaban, lo querían tocar como si fuera un santo”, recordó Flawiá. Zucchi les pidió que lo llevasen al hotel Metropol. Subió al asiento de atrás, donde estaba la hijita de la profesora, que se sentó en las rodillas de Borges mientras decía que era “parecido al nono”. “Borges me preguntó mi nombre y al saber que era Nilda dijo: ‘¿Ah Ud. tiene parientes sajones? Porque su nombre es diminutivo de Brunilda’ y empezó a hablar de la épica germánica”.
En busca del sol
Borges pidió que lo llevasen a San Javier ese domingo. Pasaron por la casa de los Zucchi en Yerba Buena para un café -Lucía Piossek Prebisch de Zucchi recordaría ese encuentro, años después, en un texto en LA GACETA- y subieron hasta la hostería (hoy Club Sol). Antes de salir subió al auto el periodista Alberto Rojas Paz, de LA GACETA, quien le comentó al escritor que en la mitad del camino al cerro estaba la tumba de su tío, el escritor Pablo Rojas Paz. Borges y recordó que con Rojas Paz había fundado la revista Proa en la década del 20.
Flawiá le preguntó para qué quería ir a San Javier, si ya no veía. “Era un día esplendoroso de sol. Y él me contestó: ‘mire yo quiero comprobar si el recuerdo de mi recuerdo me sigue siendo fiel’. Allí se sacó una foto en el balcón de la hostería. “Decía :’yo veo todo amarillo ¿Usted sabe eso?’ Quiero que el sol me dé para ver si recuerdo’ ” .
En ese momento se acercó otra docente, Lelia Marañón, que quería hacer una cita con Borges para su marido, el poeta Carlos Michaelsen Aráoz (quien fue muchos años corrector de pruebas en LA GACETA). Hablaron de los estudios de griego. Flawiá y Marañón habían sido alumnas de la profesora Klara Sterbik y Borges dijo: “Ah, ustedes son unas bendecidas, poder hablar griego antiguo…”. Flawiá citó unos versos de La cólera del Pelida Aquiles (central de La Ilíada) y Marañón recitó la fábula de Esopo de las uvas verdes (se la cita como ónfaques eisín).
La crónica cuenta que manifestó su agrado por la brisa, demostró su curiosidad por el canto de algunos pájaros y escuchó atentamente la descripción del paisaje que le realizaron sus acompañantes. También recordó poemas de Rubén Darío y elogió la forma de hablar tucumana porque en las provincias “el castellano que se habla es más suave que en Buenos Aires”.
De regreso, almorzó en un restaurante del parque 9 de Julio. Probó dos empanadas tucumanas, una ensalada de papas y una porción de dulce de leche. En la sobremesa habló de literaturas anglosajonas e idiomas antiguos y modernos y llegó a entonar el tango “Yo quiero ser canfinflero”.
Ironías en librerías
Al día siguiente lo llevaron a firmar ejemplares en Norte Libros. Cuando el responsable de la libredía le preguntó qué le podía ofrecer. Borges pidió -con ironía- “la edición princeps de Tácito” y cuando le respondieron que no tenían retrucó: “bueno, ya que estoy en Tucumán, una primera edición de la obra de Groussac”. Tampoco. “Entonces, lo que usted quiera regalarme”. Y le regalaron el Poema del Cíclope y el Polifemo, de Góngora. Luego lo llevaron a la librería Aconquija. ¿Qué le preguntaba la gente? “En la librería lo saludaban -dijo Flawiá-. Mucha gente le preguntó qué era El Aleph, cómo se había inspirado”. Y cuando firmaba ejemplares -añadió la profesora- “me explicó que él había perdido la imagen de la de la grafía que tenía que tener y, por supuesto, no podía escribir nada de dedicatoria”. En la entrevista con LA GACETA diría que era raro eso de firmar libros.
El lunes la Universidad -entonces a cargo del rector Jaime Verdaguer González- le organizó un amuerzo multitudinario en Horco Molle, donde estaban decanos, profesores y hasta el presidente de la Corte Suprema. Habló el rector y luego una alumna de Letras, Graciela Noé, entonó el tango “Sur”.
Borges pidió que se sentase a su lado Flawiá, su guía. Es que necesitaba que lo ayuden con el tenedor y le digan dónde estaba la comida. Después del discurso del rector hubo otros cantantes, le trajeron una papa hervida y un chorizo. Al rato Borges le dijo a Flawiá: “profesora, voy a levantarme y la invito a tomar un café en el hotel porque esto es una orgía de hambre”. La profesora dio un pretexto -“creo que no se siente muy bien”- y se fueron.
Al atardecer se inauguró el ciclo “Muestra de la Expresión”, donde dialogó con De Olaso. Habló del contexto en que nacieron sus ficciones, del Quijote, de la Divina Comedia, de Alfonso Reyes, de Jaimes Freyre y de Rojas Paz.
Esa tarde la multitud desbordó el anfiteatro. Borges pidió además que lo llevaran afuera para hablar con los estudiantes. “Los escritores nunca sabemos lo que hacemos. Somos humildes amanuenses del espíritu. Y no siempre sabemos escuchar lo que el espíritu quiere decirnos”, dijo en la charla con De Olaso.
Esa noche estaba prevista una visita a Canal 10 en Yerba Buena y en el programa se anunció que el escritor se había excusado de ir.
Como en confesionario
Al día siguiente hubo un almuerzo en la Rural del parque, con todo el departamento de Letras. “Él hablaba en voz muy baja y solo podía hablar con una sola persona por vez. Porque al no ver, entonces se sentaba como en un confesionario. La gente ‘se confesaba’ con Borges en ese entonces; pronto se levantaba, se sentaba otra persona”. Ese martes a la tarde fue la entrega del premio honoris causa en el Rectorado, donde habló Eugenia Flores Franco.
En este viaje Borges recordó que de la visita a Tucumán con su madre (en 1950) recordaba cierto reloj que tenía un gallo en su parte superior y servía de promoción en una vieja relojería. “Era monstruoso. Tanto, que esa noche tuve sueños y alucinaciones, como todavía los tengo a menudo”, le dijo a LA GACETA. Años después se supo que era el cartel de la relojería de Orsini Hugo Fabio, que estuvo en Maipú 416 hasta 1965. “Él se acordaba de que no lo había dejado dormir nunca” -dijo Flawiá- “y yo le pregunté si eso no habrá sido de sus sueños de Pierre Menard… ‘No, me dijo, no: Pierre Menard fue un experimento que yo hice”. Se refería a un accidente que tuvo Borges al chocar su cabeza con el filo de una ventana mientras subía una escalera, luego de lo cual escribió ese cuento, en 1938.
La historia del gallo de Borges fue recobrada en una nota del 28 de marzo de 2012, pero ya no se pudo averiguar más datos, excepto la ubicación de la relojería. Para Borges había sido importante. Como le había dicho al cronista de LA GACETA en 1978, “Tucumán es, en cierto sentido, causa de mis pesadillas, porque sigo soñando que ese atroz reloj está vivo”.






