¿Cuáles son los criterios de los padres a la hora de buscar el colegio de sus hijos? "Siento que es más difícil que elegir casa"

Desde el costo hasta el miedo al bullying, pasando por un abanico de ítems: todo eso tienen en cuenta padres y madres antes de quedarse con una institución educativa. Especialistas, directivos y padres cuentan a LA GACETA qué priorizan, que los preocupa y cómo cambian los criterios a la hora de elegir.

DECISIÓN DIFÍCIL. Esta etapa del año suele ser clave para los padres y la elección del colegio de sus hijos. DECISIÓN DIFÍCIL. Esta etapa del año suele ser clave para los padres y la elección del colegio de sus hijos.

En estas semanas, miles de familias tucumanas vuelven a enfrentarse a una de las decisiones más difíciles y, a la vez, más íntimas: elegir el colegio de sus hijos. No se trata solo de horarios y cuotas. Detrás de esa elección hay expectativas, temores y una búsqueda que combina lo afectivo con lo práctico.

El especialista en educación Juan María Segura lo explica con claridad: “Hay tres criterios por sobre todos los demás que uno ve en los padres: la proximidad, la reputación del establecimiento y el costo”.

Habla desde su experiencia profesional, pero también personal: tiene cuatro hijos y conoce de cerca la angustia de estas fechas. “La proximidad no tiene que ver con comodidad sino con la certeza de saber que el colegio está cercano, que tenga transporte público y que la logística no sea tediosa”. Después viene el prestigio, un concepto tan fuerte como difuso. “Es bastante impreciso - advierte - porque ¿donde se certifica que eso esté bien construido?. Los padres no tienen un entendimiento preciso de los proyectos pedagógicos o tecnológicos que tiene el colegio que estaría eligiendo. Se descansa en creencias generales, alimentadas por certificaciones, concursos o viajes que, al final, construyen una idea borrosa de calidad”.

Y el tercero, dice, es el costo. “La oferta académica de alto costo se supone genera un gran aspiracional. Uno intenta ver de qué manera se acerca a esa educación más cara, creyendo que eso garantiza calidad”, analiza. Por eso, recomienda un gesto simple: “Ir al colegio y hablar con los directivos, Escuchar, mirar, sentir si en ese diálogo se trasluce el proyecto vocacional de quienes recibirán a los hijos todos los días. Eso no aparece en ningún plan pedagógico”.

Además, advierte Segura, la tendencia al crecimiento de la educación privada debería preocupar a las autoridades en Argentina. “En los años 70 apenas el 2% o 3% del alumnado total iba a escuelas privadas. Hoy ese porcentaje llega al 40% y lo supera. En un país al que no le fue bien económicamente, las familias eligen pagar por la educación”. Esa cifra, dice, debería ser motivo de alarma. “La política tiene que hacerse un examen de conciencia -afirma-. La escuela estatal se volvió errática: no garantiza la certeza de que esté abierta todos los días, y eso genera que los padres no puedan trabajar tranquilos sabiendo que sus hijos están contenidos”.

Lo que buscan las familias

Desde su rol como docente y Delegado episcopal de Educación, Daniel Alberto Nacusse, coincide que los padres ya no eligen sólo por prestigio: “La mayoría de las veces es por tradición familiar. El ser exalumno y volver a elegir para sus hijos ya muestra una cosa: el clima comunitario”. Pero los padres actuales suman otras exigencias: “Noto mucho un clima de seguridad, de cuidado. Los colegios que pueden ofrecer un segmento más personalizado. Las parejas jóvenes buscan colegios donde se abra el espacio participativo, los que no generan esos espacios, tienen dificultades para sostener el vínculo”.

Cada decisión combina razones afectivas con organización familiar y económica. “Las entrevistas, los diagnósticos, la matrícula, todo representa un costo que en Tucumán varía mucho según la institución y lo que ofrece el establecimiento - explica Nacusse-. En nivel inicial, además hay gastos de materiales, porque es un espacio donde se juega y se hace. Representa una inversión importante”. Aún así, muchos padres no solo buscan rendimiento académico. “En varios casos -agrega- eligen un ideario fuerte de valores. Hay familias que no son practicantes pero que esperan que sus hijos tengan un espacio de espiritualidad. Eso también se busca”.

El centro educativo Juvenil Instituto Moderno (JIM) fundado en 1967 abarca varios niveles, desde el inicial hasta la formación profesional y superior, y tiene más de 1.600 alumnos con una propuesta que combina formación académica, idiomas y desarrollo emocional. Su director de nivel primario, Pablo Albornoz, describe la demanda actual con una mirada amplia:  “Los padres buscan un colegio de calidad académica, que pueda trabajar con las emociones, habilitar la escucha y desarrollar el pensamiento crítico”.

AULAS. Los especialistas nombraron una decena de criterios que los padres suelen tomar en cuenta para elegir el colegio de sus hijos. AULAS. Los especialistas nombraron una decena de criterios que los padres suelen tomar en cuenta para elegir el colegio de sus hijos.

Las inscripciones y el proceso para recibir al nuevo alumnado comienzan cada junio. “A partir de un formulario en nuestra página web, coordinamos una entrevista y luego un examen presencial. En nivel primario llevamos más de 100 entrevistas en lo que va del año”. Lo que más valoran las familias, dice, es la formación integral: “Tenemos cinco horas de inglés intensivo y los exámenes internacionales que los chicos pueden rendir en el colegio.Esto es lo que más surge y le importa a los padres”. Y cierra con una frase que resume el espíritu de búsqueda: “Elijan una escuela pensando en el futuro de los estudiantes: desde la exigencia académica, desde el desarrollo de habilidades sociales y desde el uso de herramientas tecnológicas”.

Qué priorizan los padres según los especialistas

La elección escolar ya no se define solo por la ubicación o el renombre. Cada vez más familias tucumanas buscan instituciones que escuchen, acompañen y enseñen con nuevas herramientas, capaces de cuidar tanto el aprendizaje como las emociones.

La psicóloga infanto juvenil y de familias, Cecilia López advierte que cada etapa del desarrollo del niño es clave para esa decisión. “No es lo mismo elegir un espacio para un niño en sus primeros años, donde el juego, el vínculo afectivo y la contención son fundamentales, que para un adolescente que necesita mayor autonomía y espacios de expresión. El colegio debe dialogar con esa etapa y potenciar su desarrollo integral”. El punto, dice, es equilibrar el deseo de los padres con la realidad de sus hijos. “Las expectativas de los adultos siempre están presentes, pero si se centran solo en los sueños o temores de los padres, se corre el riesgo de perder de vista la individualidad del niño”.

Cada vez más familias priorizan el acompañamiento emocional tanto como el nivel académico. La psicóloga especializada en infancia y adolescencia, Natalia Gronda observa que “los padres buscan instituciones que no solo enseñen contenidos, sino que promuevan la escucha, la empatía y el respeto por las emociones. Un niño aprende mejor cuando se siente seguro y acompañado afectivamente”. El miedo al bullying también se volvió un factor determinante. “Las familias preguntan si hay protocolos claros de prevención e intervención. La preocupación está justificada: experiencias de maltrato o exclusión dejan huellas en la autoestima y en la salud mental”, explica Gronda.

Por eso, los padres suelen mirar con lupa el clima institucional y la figura del docente como referente afectivo. “Las señales suelen aparecer en lo cotidiano: un niño que se siente cómodo en su escuela suele mostrar entusiasmo por asistir, relata experiencias positivas, establece vínculos con pares y docentes, y mantiene una curiosidad activa por aprender. Por el contrario, malestares persistentes, rechazo a ir al colegio, aislamiento o cambios bruscos en el estado de ánimo, pueden indicar que el entorno escolar no es el más adecuado o que atraviesa alguna dificultad. La clave no es reaccionar de inmediato con un cambio de institución, sino primero abrir canales de diálogo con la escuela y acompañar emocionalmente al niño para entender qué le está pasando”, aconseja.

Cecilia María Lozano, psicopedagoga, señala que los padres valoran cada vez más a las instituciones que integran metodologías activas, aprendizaje por proyectos, uso significativo de la tecnología y enseñanza bilingüe. “Se asocian con un aprendizaje más motivador y adaptado a los desafíos del siglo XXI. Buscan colegios que preparen a los niños no solo en contenido, sino en competencias: creatividad, pensamiento crítico, trabajo en equipo”.

El primer contacto con los docentes y directivos también influye. “La primera entrevista es decisiva. Ahí los padres evalúan la calidez, la escucha y la coherencia entre el discurso institucional y la práctica. Si perciben apertura y profesionalismo, sienten confianza”.

En la misma línea, la psicopedagoga Natalia Jimenez Terán, con 17 años de experiencia clínica, recuerda que “cada hijo es único y diferente. Tenemos que pensar cuál es el colegio que mejor se adapte a su personalidad y a sus necesidades”. También advierte sobre un error frecuente: proyectar los deseos de los padres. “Capaz que quiero un colegio bilingüe porque yo no fui, pero mi hijo tiene dificultades de lenguaje. Eso puede generar frustración y fracaso”. Jiménez Terán recuerda que “el colegio ideal no existe”.

Y suma un punto que muchos padres hoy tienen en cuenta: las metodologías educativas. “Algunos eligen métodos tradicionales; otros se inclinan por enfoques alternativos como Montessori, - que promueve la autonomía y la auto-disciplina a través de materiales sensoriales y experiencias prácticas -.Lo importante es que esa elección esté en sintonía con las características del niño y con la mirada de la familia. Cada modelo puede funcionar bien si se adapta a quien lo transita”.

Para la profesora en Ciencias de la Educación (UNT) y de enseñanza básica con orientación rural, Elisa Ghiggia, la trayectoria institucional sigue pesando fuerte. “En el imaginario de los padres siempre tiene un valor agregado lo que conocen de las escuelas, por tradición o por experiencias previas. Eso hace que, incluso, muchas veces elijan colegios alejados de su casa”.

En el interior, agrega, el prestigio puede asociarse a otros factores: “Hay familias que tienen la creencia de que determinada institución elevará el estatus social o que les pondrá límites a los alumnos (donde las familias no supieron, pudieron o quisieron ponerlos). A veces pesan más esos imaginarios que la oferta académica”.

Aún así, Ghiggia coincide en que los padres buscan equilibrio: “Quieren saber quién enseña, cómo lo hace y con qué resultados. Valoran el rendimiento de los egresados, los valores institucionales, los protocolos de convivencia y la calidad del cuerpo docente. Son criterios que muchas veces se sitúan a la par o por encima de otros factores, como las instalaciones, la ubicación o lo económico"".

Finalmente la profesora en Ciencias de la Educación, Mariana Dato, destaca dos claves: el inglés intensivo y el tiempo libre. "El bilingüismo se lleva la medalla, pero también es importante que los chicos tengan otros espacios de socialización: deporte, música, arte. Diversificar los entornos fortalece la empatía, la tolerancia y el respeto”. Dato también destaca la importancia de la relación de confianza con las autoridades escolares: “Se está confiando en ellos algo enorme: la educación de los hijos. La empatía y la coherencia del equipo de conducción son fundamentales”.

Y coincide con Lozano en un punto central: “Los padres valoran la comunicación ordenada y sostenida, el feedback constante y la posibilidad de acompañar el trayecto escolar desde una comunidad que tenga todos los niveles educativos. Esa continuidad les da seguridad”.

"No quiero que mi hija sea un número"

Mientras en los colegios las inscripciones ya están abiertas, tres familias tucumanas cuentan cómo enfrentan el dilema de elegir una institución. Entre el deseo de una buena educación, los costos y las emociones.

PRIORIDADES. “No busco el mejor colegio, busco el que la haga sentir bien PRIORIDADES. “No busco el mejor colegio, busco el que la haga sentir bien

En Tucumán, elegir colegio no es solo llenar un formulario: es decidir quién acompañará la infancia y la adolescencia de un hijo, cuánto podrá sostenerse económicamente y qué valores se quieren transmitir. Cada familia lo vive distinto, pero todas comparten algo: la sensación de que no hay margen para equivocarse.

Lucía Romero, 33 años - Barrio Sur, San Miguel de Tucumán

Su hija Agustina, cumple cuatro años en marzo. Todavía no empezó el jardín, pero Lucía ya recorrió tres colegios. “No quiero que me agarre diciembre con todo cerrado. Busco un lugar que no sea solo contención, sino que la estimule. Pero también que no me exija pagar algo que después no pueda sostener”, dice. Lucía trabaja en una oficina y su marido es taxista. “A veces siento que elegir escuela es más difícil que elegir casa. Es mi única hija y todo es determinante: si queda lejos, si la nena se adapta, si el grupo es bueno, si los horarios son flexibles para que yo pueda trabajar”.

Entre las opciones, tiene en vista un colegio de gestión privada media y una escuela parroquial cercana. “Tuve entrevistas, en donde te consultan absolutamente todo. En una me hablaron de todos los programas que tiene el colegio, pero nunca me preguntaron por mi hija, eso no me gusto, yo quiero que la tengan en cuenta”.

Lucía resume su dilema con una frase que podría ser la de cientos de padres tucumanos: “No busco el mejor colegio, buscó el que la haga sentir bien. No quiero que mi hija sea un número”.  

Ricardo Herrera y Verónica - 38 y 35 años, Yerba Buena

El matrimonio tiene dos hijos, uno en segundo grado y otro que está por empezar el primer año de secundaria. “El problema no es solo pagar, es organizar la vida”, dice Ricardo. Ambos trabajan y eligen colegios en función del horario laboral y de la red familiar.

“Buscamos una escuela que les guste a ellos, con idioma, pero sin jornada doble porque nos gusta que tengan tiempo libre y hagan deporte. Nos gusta mucho dialogar con ellos y que nos cuenten su día”, explica Verónica.

La pareja cuenta que en las entrevistas que tuvieron, preguntan por todo: cantidad de alumnos por aula, frecuencia de tutorías, si hay proyectos integradores y si las cuotas aumentan mucho por mes. “Hay colegios que te muestran todo impecable, pero después hablas con otros padres y descubrís que es otra la situación más que nada en lo económico que es fundamental porque no queremos decirles un día que no podemos pagarlo”, comentan.

Su mayor preocupación hoy no es el inglés ni la tecnología, sino la continuidad: “Queremos un colegio que los acompañe hasta el final de secundaria. Moverlos de la escuela es volver a empezar”.

Rodrigo Muñoz, 36 años - Tafí Viejo

Padre de tres chicos - Lourdes (10), Lorenzo (8) y Gaetano (3) -, Rodrigo habla con una claridad poco habitual sobre lo que implica elegir colegio en el interior. “Uno no busca solo un lugar para dejar a los chicos. Buscás un espacio que te abrace como familia”, dice mientras enumera con naturalidad los factores que pesaron en su decisión de mandarlos a sus hijos a un colegio religioso. “Lo primero que miramos fue el nivel educativo y cómo está el establecimiento. Después, el clima humano: que sea un colegio católico, familiar y contenedor. Nosotros con Maricel, mi esposa, fuimos alumnos de ahí, y eso también influye. Hay cariño, confianza. Si los chicos van al mismo lugar que uno fue feliz, pesa más que la cuota o la distancia”, cuenta.

El colegio, ubicado a apenas cuatro cuadras de su casa, se convirtió en parte del día a día. “Me ahorro en transporte, sí, pero sobre todo estoy cerca. Si pasa algo, llego enseguida. El colegio está todo el tiempo pendiente, te avisan, te hacen sentir parte. Hay una excusa constante para participar. Yo creo que los chicos notan cuando los padres están presentes”.

En su charla, aparece otro aspecto que atraviesa a muchas familias del interior, el esfuerzo económico sostenido. “Sabemos que no está del todo subvencionado y por eso la cuota es un poco más alta. La matrícula se puede abonar en una cuota o en tres partes y, aunque cuesta, nos organizamos. Vale la pena porque el acompañamiento es real”.

Rodrigo valora el carisma y la comunicación del colegio: “Cuando vas a llenar los papeles para la inscripción por primera vez, ya te advierten cómo es el acompañamiento. Te dan referencias, te explican que es una comunidad familiar. Si hay dificultad se habla. Esa cercanía te da tranquilidad”.

Su hijo menor, Gaetano, comenzará el jardín en el mismo colegio que sus hermanos. “Podría buscar algo más barato o más grande - reflexiona- , pero elijo el lugar donde nosotros nos sentimos bien y sé que mis hijos se sienten queridos”. "

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