Sarmiento y Marco Avellaneda, esquina crítica

La amplia cobertura periodística que tuvo esta esquina en las últimas tres décadas confirma la importancia del problema. La intersección de avenida Sarmiento y Marco Avellaneda plantea una encerrona urbana que involucra diversos factores de compleja resolución. Por un lado, el tránsito. En una crónica de diciembre de 2006, el entonces director de Estadísticas y Accidentes de la capital, Daniel García, informaba a LA GACETA que las cuatros esquinas más peligrosas de la ciudad, que registraban el mayor porcentaje de siniestros, eran 9 de Julio y avenida Roca, Santiago y Rivadavia, 24 de Septiembre y Salta, y Sarmiento y Marco Avellaneda, esta última intersección, la única sin semáforos.

En esta ochava, ubicada en el extremo oeste del puente que cruza las vías del ferrocarril Mitre, se instaló un complejo de semáforos en abril de 2008 pero nunca fue habilitado. Un conflicto de intereses entre el municipio y la empresa ferroviaria impidió hacerlo. Había que colocar un dispositivo técnico, llamado “contacto seco”, que advertía la llegada de los trenes, aunque ninguna administración quería hacerse cargo de los costos. Los semáforos por sí mismos no eran suficientes para ordenar ese cruce.

Luego se agregaron otros problemas. Las luces y los postes fueron vandalizados y en 2021 terminaron retirando el semáforo de Marco Avellaneda. Explotaron las cloacas, que hoy configuran una extensa laguna de aguas servidas, que además tapa los profundos baches de esa esquina, y el tránsito se multiplicó por cinco desde la década del 80, según registros del diario, con lo que esa esquina, que figuraba entre las cuatro más peligrosas de la ciudad, se volvió aún más intransitable.

A este cuadro se le sumó un asentamiento precario, producto de usurpaciones de los terrenos ferroviarios entre las vías y Marco Avellaneda al 1.100, lo que multiplicó los embotellamientos y los peligros, ya que desaparecieron las veredas y las personas, en su mayoría niños, circula por el asfalto en toda esa zona y a toda hora, mientras el Belgrano Cargas continúa circulando.

El asentamento, ciertamente, había existido años anteriores y había sido erradicado en 1995, merced a un operativo con los vecinos a quienes se trasladó a un barrio al sur de la capital. Esa tarea significó liberar la zona para cuando se instaló el complejo de semáforos en 2008.

Luego todo se fue degradando con el tiempo y el espacio de las vías volvió a llenarse de casas precarias.

Los técnicos municipales informaron a LA GACETA que la solución de este conflicto no se reduce sólo a la habilitación del complejo de semáforos, ni al traslado del asentamiento ubicado en un lugar de riesgo extremo, ni al bacheo, ni a las pérdidas cloacales. Es más complicado, dijeron, porque el puente sobre Sarmiento “estrangula” esa avenida, porque quedó muy angosto para el tránsito actual, y detener el tráfico en esa ochava sólo haría empeorar la situación.

Hacer un puente nuevo implicaría desembolsos inalcanzables para el municipio. Se trata de un problema grave para una zona neurálgica de la capital, en un viaducto clave entre el este y el oeste de la ciudad, que requiere de una intervención conjunta entre la Nación, la Provincia, el municipio de la capital y la empresa ferroviaria que explota ese ramal. No es sencillo, pero es urgente.

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