FESTEJO. Martínez Llanos celebra un gol con la camiseta de Tucumán Central; es uno de los goleadores del "Rojo" de Villa Alem.
La memoria de Tucumán guarda secretos que se deslizan en la penumbra de los estadios. Entre ellos aparece el nombre de Nelson Martínez Llanos, delantero de Tucumán Central, heredero inevitable de un linaje que parecía escrito antes de nacer. Javier, su padre, fue goleador en Sportivo Guzmán; Fabiana, su madre, sigue entregada al básquet y todavía lo representa con la misma pasión de siempre. En la casa familiar, las pelotas eran presencias que rodaban como pequeñas constelaciones, acompañando cada comida, cada momento.
“Empecé a jugar al fútbol cuando tenía 7 u 8 años”, recordó Nelson. La infancia lo encontró primero en las infantiles de Sportivo, y después en el CEF 18; en donde hizo todas las inferiores hasta que la adolescencia lo empujó a San Jorge, porque allí había un horizonte más grande que las categorías menores. Con apenas 16 años debutó en un plantel que lo llevaría a rozar una gesta. “Un equipo como lo era San Jorge, combinado con lo que uno ama hacer era algo único”, expresó. Aunque no llegó a disputar la recordada final ante Alvarado, vivió aquel proceso hasta el pentagonal, la antesala de la epopeya que Tucumán nunca olvidó.
Su camino estuvo marcado por viajes y por camisetas. San Jorge en el Federal A, Sportivo Guzmán en el Federal B y en la Liga, Desamparados en San Juan, Douglas Haig de Pergamino, Huracán de Comodoro Rivadavia y Atlético, en dos etapas distintas. El fútbol fue siempre brújula y destino, aunque nunca cárcel. De cada lugar aprendió lo mismo que en casa: compromiso, respeto y la certeza de que se juega tanto en el césped como en el vestuario o en la vida cotidiana. “Ellos nunca me metieron presión”, dijo sobre sus padres. “Siempre acompañaban, y siempre acompañan”, agregó.
En Sportivo Guzmán fue bicampeón, parte de grupos en los que la unión valía tanto como un gol. “La clave de un equipo campeón es el grupo”, afirmó. Ahora, con 30 años, su presente lo encuentra en Tucumán Central, un club que, según él, “tranquilamente podría estar en el Federal A”. Y las estadísticas recientes lo avalan: es uno de los artilleros del equipo, un plantel que respira ambición y que lo convierte en serio candidato al título de la Liga. Nelson lo sabe, aunque prefiere la prudencia. “Es un torneo muy duro, hay que ir paso a paso”, expresó.
Fuera de la cancha, su vida se reinventa en otro espacio de esfuerzo y aprendizaje porque hace cinco años abrió, junto a su prima, un local de bebidas. “Después de entrenar voy para ahí”, contó. El negocio lo obligó a otra disciplina que incluye cuentas, compras, ventas, otro tipo de táctica y resistencia. Aprendió de a poco, con la misma paciencia con la que se espera un pase entre líneas.
EN FAMILIA. Nelson posa junto a su pareja y su hija luego de haberse consagrado campeón con Sportivo Guzmán.
Pero quizás su imagen más entrañable no esté en los goles ni en los trofeos, sino en una escena repetida cada domingo. Nelson entrando al campo de juego de la mano de Alma, su hija de cuatro años. En ese instante, el fútbol recupera su sentido más puro. “Ese momento que vivo ahí es único. Y que ella esté ahí acompañándome es una sensación muy linda”, confesó con voz distinta, más suave, más íntima. Es, quizá, la continuidad de una historia que empezó con Javier y Fabiana y que ahora encuentra en Alma un nuevo capítulo.
Martínez Llanos lleva con orgullo la dinastía deportiva de su familia
Si hay un peso simbólico por ser el hijo de dos referentes del deporte tucumano, Nelson lo lleva con naturalidad, casi con la inocencia de quien nunca quiso ser otra cosa que lo que es: un jugador que ama lo que hace. “Lo vivo de forma muy pasional”, manifestó. Cuando se define, lo hace con palabras sencillas. Compromiso, actitud, respeto.
En su vida cotidiana, esos valores son la base con la que cría a su hija junto a su pareja, el ejemplo que busca dar dentro y fuera de la cancha. Y mientras en la Liga tucumana se escribe un campeonato duro, plagado de nombres y de números, él sabe que su sueño sigue intacto, el de ascender con un club de su provincia al Federal A.
El fútbol, como Borges escribió alguna vez sobre los espejos, es también un laberinto. En él, Nelson camina sin apuro, sabiendo que cada pase, cada gol, cada aplauso de la tribuna, lo acercan un poco más a un destino que parece estar escrito desde antes de nacer.






