Los usos de la IA en el mundo desde la mirada de OpenAI
Por Alejandro Urueña - Ética e Inteligencia Artificial (IA) - Founder & CEO Clever Hans Diseño de Arquitectura y Soluciones en Inteligencia Artificial. Magister en Inteligencia Artificial. Y María S. Taboada - Lingüista y Mg. en Psicología Social. Prof. de Lingüística General I y Política y Planificación Lingüísticas de la Fac. de Filosofía y Letras de la UNT.
Recientemente OpenAI ha realizado una indagación acerca de los usos de ChatGPT, con el intento de poner de manifiesto las finalidades de los usuarios, así como ciertos datos sociales de los mismos (https://openai.com/index/how-people-are-using-chatgpt/). El estudio ha dado lugar a un documento de trabajo de la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER) y fue encarado conjuntamente por el equipo de Investigación Económica de OpenAI y el economista de Harvard David Deming.
La filiación de los investigadores revela los objetivos del estudio: como podría esperarse tiende a proporcionar datos que potencien el mercado de la empresa. Conviene tener en claro, entonces, que no se trata de una investigación de orden social, por lo que los indicadores tienen que leerse en ese marco. Del mismo modo, es importante advertir que algunas consideraciones acerca de los usos han quedado solapadas, en particular aquellos que han conducido a demandas judiciales en contra de OpenAI.
El estudio toma en consideración 1,5 millones de conversaciones que han sido analizadas, según la empresa, preservando la privacidad de los “consumidores”. Enfoca el período de tiempo que media entre el lanzamiento público del chatbot y el presente: los últimos tres años. Las conversaciones involucran a los 700 millones de usuarios activos semanales del chatbot. La magnitud de la muestra conduce a la empresa a considerar que se trata del estudio más completo sobre el uso real de la IA del que se tenga noticia.
Menos brecha de género
En relación a quiénes usan el chat, el estudio revela que, en palabras de la empresa, se ha reducido la brecha de género. En enero de 2024, el 37%de los usuarios tenía nombres específicamente femeninos, en tanto que para julio del presente año, el porcentaje ha ascendido al 52%.
Respecto del origen social se advierte un crecimiento sostenido en “países con ingresos bajos y medios”. En esta dirección se señala que para mayo de este año las tasas de adopción del chat en los países de ingresos más bajos se habrían cuadruplicado en relación a las de los países con ingresos más altos.
Estos resultados mueven a la empresa a señalar el proceso de democratización de la herramienta tecnológica. Sin ánimo de polemizar con la conclusión, que hablaría de un mayor acceso para sectores desfavorecidos, convendría interrogarse respecto de la privacidad de los datos, que la empresa dice haber respetado pero que sin duda ha usado, porque de otro modo los indicadores serían imposibles o falaces. Por otra parte, convendría también repensar qué impacto sociocultural y cognitivo puede tener el chat sobre sectores que son más vulnerables a la manipulación por sus condicionamientos económicos y por sus limitaciones para alcanzar los más altos niveles de educación.
En relación a los usos, el estudio señala que responden a necesidades y tareas cotidianas. Tres cuartas partes de las conversaciones tienen un objetivo práctico de búsqueda de información o de escritura, particularmente en relación a aspectos laborales. Las acciones que con mayor frecuencia sustentan los prompts son preguntar, hacer y expresar (que, de hecho, son aquellas para las que ha sido diseñado el algoritmo originalmente). Se advierte que casi el 49% de los mensajes preguntan al chat en términos de asesoramiento (no se explicita respecto de qué); un 40 % inquieren sobre tareas relativas a la redacción de textos, planificación o programación. Y finalmente, un 11 % apela al chat para reflexiones personales, exploración y juego.
Simulación conversacional
Estos datos muestran el estatuto de fiabilidad y validez acerca de la información que se concede a los chatbot que parece operar como marco para la delegación de tareas, de autorías, de autodeterminación y de identidad cognitiva y sociocultural. Autorizan a interrogarse acerca del impacto subjetivo de la simulación conversacional para instituir al chat como un otro confliable, autorizado, competente al que se le puede conceder “la inteligencia” de los humanos. Y no sólo la inteligencia, sino también las aptitudes emocionales y éticas, porque no olvidemos que la empresa ha sido acusada de manipulación emocional y subjetiva, lo que ha conducido a episodios de psicosis mística e incluso al suicidio. Aspectos éstos sobre los que el estudio difundido guarda un conveniente silencio, a pesar de que la empresa ha tenido que revisar una de las últimas versiones por “exceso” de adulación.
Las conclusiones de la investigación conducen a OpenAl a resaltar el valor laboral y personal de su algoritmo. Y no se cansa de insistir cómo este “ayuda a mejorar el juicio y la productividad” y su estatuto de “apoyo a la toma de decisiones”. El discurso de la empresa oculta la paradoja respecto de cómo un algoritmo que no tiene juicio ni discernimiento para tomar decisiones, más allá de los patrones de datos, puede optimizar características que son específicamente humanas. Se trata, una vez más, de una discursividad comercial cuya estrategia fundamental es la identificación, confusión (o fusión) entre la herramienta tecnológica y la singularidad y especificidad de lo humano, con miras a fetichizar los poderes de la IA y cooptar nuevos usuarios. El estudio y la difusión que OpenAI hace del mismo, alabando el valor propio de su algoritmo, es también otra estrategia de posicionamiento económico.
Más allá o más acá, los datos están ahí a disposición para inaugurar lecturas sociocríticas que coloquen a la IA en su “justo” lugar de tecnología para potenciar el conocimiento y la producción humanas y en su “injusto” poder de avasallamiento de derechos (siempre disimulado, disfrazado o solapado).
La inédita encomienda de este artilugio automatizado, centrada en diagnosticar con maestría vastos segmentos de la realidad y en orientar el proceder humano, con un poder analítico y directriz, se consolidó mediante una propagación global de magnitud sin precedentes. Este crecimiento exponencial, sustentado en una vasta cantidad de adherentes, es publicitado como una ecualización tecnológica que reduce disparidades sociales. Sin embargo, al erigirse como un referente fidedigno para las tareas cotidianas, el sistema intensifica la preocupación sobre el traspaso de aptitudes humanas esenciales a un ente artificial. Por consiguiente, su vasta penetración suscita la urgente deliberación sobre los fines mercantiles que impulsan su estrategia de seducción, confrontando su utilidad con el riesgo latente de sometimiento de prerrogativas.







