
San Eustaquio se niega a honrar a los dioses de Roma

El santoral de hoy reúne historias que atraviesan siglos y continentes: mártires que desafiaron persecuciones en Asia, conversos que encontraron la fe en momentos inesperados y sacerdotes que dedicaron su vida al servicio de los más pobres. El 20 de septiembre es un día en el que la Iglesia Católica recuerda a figuras muy distintas, pero unidas por la misma convicción.
Mártires de Corea: valentía en tiempos de persecución
El grupo más numeroso del día son los santos Andrés Kim Taegŏn, Pablo Chŏng Hasang y compañeros, mártires coreanos del siglo XIX. En un país donde el cristianismo apenas comenzaba a dar sus primeros pasos, cientos de laicos y sacerdotes —hombres, mujeres, ancianos y niños— fueron ejecutados por no renunciar a su fe. Hoy son recordados como los pilares sobre los que se levantó la Iglesia en Corea.
San Eustaquio de Roma: una conversión inesperada
La historia de San Eustaquio, también conocido como Plácido, parece salida de una novela. Cuentan que mientras cazaba vio una cruz luminosa entre los cuernos de un ciervo. Aquel episodio lo llevó a convertirse al cristianismo junto a toda su familia. La visión lo marcó para siempre, aunque terminó pagando con su vida en tiempos de persecución romana, hacia el año 140.
Fe que cruza fronteras
En Vietnam, San Juan Carlos Cornay fue otro testigo de la fe que entregó su vida en el siglo XIX. En México, el Beato José María de Yermo y Parres se destacó por su labor social: fundó congregaciones y obras de caridad para los más necesitados, convencido de que la fe debía traducirse en acciones concretas. Y en España, Santo Francisco de Posadas, dominico cordobés, fue recordado por su predicación cercana y su humildad ejemplar.
Un mosaico de historias
El 20 de septiembre también trae otros nombres, como San Clicerio, obispo de Nicomedia; San Dorimedonte de Sínada; Santo Adelpreto de Arco y mártires como Lorenzo Han I-hyong y compañeros, que completan la lista de testigos de fe.







