ENTREGA. Nicole nunca dejó de entrenarse y así logró dar el salto de calidad en su carrera deportiva.
La primera bicicleta de Nicole Arce tenía un canasto en el manubrio y dibujos de princesas en el cuadro. No estaba pensada para las montañas ni para superar el barro de las sendas, pero fue suficiente para encender una llama que nunca se apagó. Tenía siete años y todavía no sabía que ese juego la iba a llevar, con el paso del tiempo, a vestirse con la camiseta celeste y blanca de la selección argentina de mountain bike.
La invitación llegó de la mano de su primo Sebastián, ciclista aficionado, que un día le propuso participar en una competencia del torneo Martín Cossio, en Raco. “Cuando me preguntó, le dije que sí, y él me preparó la bici. Después mi papá y mi madrina me regalaron la ropa, y ahí fue mi primera carrera”, recuerda Nicole. Esa primera vez, con lluvia, barro y caídas, terminó 11ª en una categoría mixta en la que competían 12 chicos y chicas. El resultado fue lo de menos: lo importante fue la sensación. “Recibir mi primer premio fue algo increíble. Ahí me gustó, me entusiasmé. Al mes, mi papá me regaló mi primera bicicleta rodado 24, y desde ahí empecé a correr”.
El sacrificio detrás de la pasión
La infancia y la adolescencia de Nicole estuvieron atravesadas por la bicicleta, pero también por el esfuerzo. Creció en El Siambón y cursó la primaria en Raco. Cuando llegó a la secundaria, se mudó a San Miguel de Tucumán. El cambio de rutina marcó su carácter. “Me levantaba a las 5.40 para tomar el colectivo de las 6.30. Estaba en el colegio hasta las dos y media de la tarde. Después iba a la casa de mi papá en San Miguel, almorzaba rápido y me iba a entrenar. Volvía a las seis, me cambiaba y volvía otra vez al gimnasio. A las nueve de la noche tomaba el colectivo de vuelta para El Siambón. Así fueron los seis años de secundaria”, cuenta.
En ese momento, cada día parecía simplemente un día más. Pero ahora, cuando mira hacia atrás, reconoce que todo ese sacrificio fue el cimiento de lo que hoy disfruta. “Recién ahora me doy cuenta de que todo ese trabajo valió la pena”, señala.
SUEÑO CUMPLIDO. Arce se dio el gran gusto de participar de los Juegos Panamericanos.
Un sueño llamado Selección
El sueño de vestir los colores de Argentina parecía lejano. Nicole y su papá hablaban de los Juegos Panamericanos Junior como una posibilidad remota, algo que quizás podría pasar “algún día”. Ese día llegó antes de lo esperado.
El sistema de clasificación era exigente: había que conseguir los cupos en el Panamericano de Costa Rica, en abril. Pero viajar resultaba imposible por los costos. “No se pudo, era muy caro. Por suerte, mi compañera Lucía Miralles, que también integra la Selección, ganó su cupo, y después apareció otra plaza. Me lo dijeron después de una carrera en el Portezuelo. Al principio pensé que me estaban haciendo una broma, no lo podía creer. Pero era verdad. Dije que sí de inmediato, porque era lo que siempre esperaba”, recuerda.
Desde ese momento, cada entrenamiento se convirtió en preparación para la cita soñada. Con paciencia y objetivos intermedios (como el Argentino en San Luis) fue puliendo su nivel. El resultado llegó en los Juegos Panamericanos Junior de Asunción: 8º lugar con un tiempo de 1:22:58.
“Fue increíble; nunca pensé que iba a llegar a estar en un Panamericano. No sólo yo, tampoco mi papá. Siempre decíamos ‘algún día’. Y que se haya dado tan pronto fue un sueño cumplido”, confiesa.
Entre el Trasmontaña y el futuro
Después de los Panamericanos, Nicole también vivió la experiencia del Trasmontaña, la gran carrera tucumana de mountain bike, junto a Mercedes Peralta. Ese desafío local la curtió en el esfuerzo y le mostró otra cara de la competencia.
Hoy forma parte del equipo Venzo y sueña en grande. “Todavía tengo bastantes objetivos a largo plazo. Quiero ser corredora profesional internacional, una atleta de elite. Sé que para lograrlo hay que hacer mucho más sacrificio, pero creo que vale la pena, porque es un deporte hermoso”.
Brilló en los juegos JADAR
En el camino también llegó una alegría inesperada: en los Juegos Argentinos de Alto Rendimiento (JADAR), disputados en Rosario la semana pasada, Nicole brilló en su disciplina y se colgó la medalla de oro. Ese triunfo no sólo la consagró a nivel nacional, sino que también aportó un logro fundamental para la delegación tucumana, que celebró su conquista como un símbolo del esfuerzo compartido.
La historia de una resiliencia
Su recorrido parece escrito con la tinta del sacrificio y la constancia. Desde una bicicleta de princesas hasta el uniforme de la Selección, cada pedaleo fue una forma de resistencia y también de fe. Su vida en los colectivos, los entrenamientos interminables, los sueños compartidos con su familia y la perseverancia en cada carrera son ahora parte de un presente que ya se proyecta hacia el futuro.
“Cuando era más chica, sí sabía que iba a seguir andando en bici, pero nunca me imaginé llegar a donde estoy. Nunca me imaginé estar en un equipo profesional ni competir en un Panamericano. Ahora lo vivo y todavía me cuesta creerlo”, admite, con la humildad de quien todavía siente que la historia recién empieza.
Nicole aprendió a transformar los obstáculos en impulso. Y hoy, con 18 años, su bicicleta ya no lleva canastito ni princesas, pero sí los sueños de una generación que ve en ella el reflejo de que nada es imposible cuando se pedalea con fuerza.







