San Martín de Tucumán se reencontró con su esencia y goleó por 4-0 a un Atlanta sorprendido

Con tantos de Pino, Franco y Matías García, el "Santo" celebró un triunfo vital. Este resultado lo dejó quinto en la tabla, igualado en puntos con Gimnasia y Tiro de Salta.

BAILANDO CUARTETO. El cordobés Franco García celebra el cuarto tanto de San Martín contra Atlanta. BAILANDO CUARTETO. El cordobés Franco García celebra el cuarto tanto de San Martín contra Atlanta. Foto de Osvaldo Ripoll/LA GACETA.

Como un volcán dormido que de pronto entró en erupción, el equipo explotó después de dos derrotas que lo habían dejado en silencio. La Ciudadela fue el escenario en el que la tierra volvió a temblar: cuatro goles que sacudieron a Atlanta, que llegaba como escolta con la necesidad de ganar para no perderle pisada al líder. En cuestión de minutos, San Martín se reencontró con su esencia y recuperó la chispa que lo había puesto entre los protagonistas en la primera rueda.

El rugido inicial brotó a los 19 minutos. Juan Cuevas levantó la pelota con la precisión de un artesano y, tras una serie de rebotes en el área, apareció Martín Pino con la voracidad que distingue a los goleadores. Su remate seco rompió la resistencia de Francisco Rago y desató un desahogo contenido durante semanas. El 1-0 encendió viejas dudas, pero esta vez el “Santo” no titubeó: cada jugador entendió que debía correr, marcar y morder como si fuera la última final de sus vidas.

Apenas dos minutos después, llegó el segundo estallido. Nicolás Castro aceleró por la banda, dibujó un centro perfecto y Franco García voló como un acróbata que desafiaba la gravedad. Su cabezazo dejó sin reacción al arquero y la red se infló para poner el 2-0. La tribuna se volvió un mar de saltos y abrazos; la incredulidad empezaba a transformarse en confianza.

El “Bohemio” intentó reaccionar, pero cada intento fue neutralizado. Un remate alto de Rodrigo Ramírez y una atajada brillante de Darío Sand a Marcos Echeverría quedaron como recuerdos menores de una noche dominada por el “Santo”. El tercero parecía escrito para Pino, pero el destino eligió a Matías García. En un córner, la defensa visitante despejó mal y el volante, con serenidad y puntería, acomodó el balón junto al palo izquierdo. El estadio se convirtió en una fiesta: la gente cantó como si el tiempo se hubiera detenido.

Lo más llamativo no fue sólo el resultado, sino la forma. El equipo de Mariano Campodónico jugó con una intensidad que no se veía desde hacía meses: los relevos fueron precisos, la solidaridad estuvo en cada rincón de la cancha y la convicción se transmitió como una corriente eléctrica. Hasta quienes habían sido cuestionados en los últimos partidos parecieron renacer bajo las luces de la noche. Era como si el “Santo” hubiese recuperado, de golpe, un manual de instrucciones perdido.

El descanso llegó con aplausos incesantes y sonrisas incrédulas. Había olor a revancha, a borrón y a cuenta nueva. Sin embargo, la historia no terminó allí. El segundo tiempo fue una copia fiel del primero: presión alta, intensidad en cada disputa y un equipo que jugó con el alma en llamas.

Cierre de la goleada y a pensar en Racing de Córdoba

En una contra perfecta, Franco García tejió una pared con Cuevas, recibió la devolución y definió cruzado, con sutileza y frialdad, para sentenciar el 4-0 definitivo.

Cuando el árbitro marcó el final, el estadio se convirtió en un teatro de ovaciones. Después de mucho tiempo, los hinchas regresaron a sus casas con el corazón ligero y la sonrisa amplia. Los jugadores fueron despedidos con aplausos que parecían no tener fin. San Martín recuperó su memoria futbolística y, sobre todo, su carácter.

El reto que se asomó fue enorme: sostener esta versión en la próxima parada, frente a Racing de Córdoba en Nueva Italia. Pero la noche del domingo ya quedó guardada en la memoria colectiva como un cuento de redención.

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