Taylor Townsend no necesitó ganar un título en el US Open para transformarse en una de las protagonistas más comentadas. La número uno del mundo en dobles de la WTA aprovechó la entrevista que brindó en The Pivot Podcast para desnudar lo que significó crecer, competir y resistir en un deporte que todavía arrastra estigmas físicos, culturales y de género.
Su historia comienza en Chicago, en una pequeña comunidad afroamericana unida por el tenis. Allí nació su sueño de ser como las hermanas Williams, un modelo que compartió con su hermana mayor mientras la familia hacía malabares para sostener cada torneo. Townsend recordó que su madre viajaba con una conservadora llena de sándwiches y ensaladas para evitar gastos, y que más de una vez debió ir en subte con sus raquetas a cuestas porque la federación no la apoyaba. La adversidad, dice, fue el combustible de su carácter competitivo.
Pero no todo se redujo al esfuerzo económico. Desde muy joven convivió con la presión de encajar en un molde físico que no la representaba. “Me decían que mi carrera dependía de perder peso”, relató. Durante años arrastró esas voces ajenas —familiares, culturales, deportivas— que intentaban definir cómo debía ser una atleta. A la discriminación por no tener el cuerpo “adecuado” se sumó la exigencia constante de rendir en un circuito que suele ser implacable con las diferencias.
El quiebre llegó con la maternidad. Su embarazo coincidió con la pandemia y le permitió, por primera vez, desconectarse del tenis. Volvió después de una cesárea y con la exigencia de recuperar su forma física: tuvo que perder 43 kilos en menos de un año. La maternidad también la enfrentó al desafío de compatibilizar lactancia, viajes y entrenamientos. En ese proceso, la compañía de su hermana y el amor por su hijo fueron claves. “Fue la primera vez que me desconecté completamente del deporte”, reconoció, y ese paréntesis la ayudó a volver con otra perspectiva.
En Nueva York también dejó claro que ya no está dispuesta a callar. Tras vencer a Jelena Ostapenko, fue acusada por su rival de ser “poco educada y sin clase”. Townsend eligió no reaccionar de manera impulsiva y respondió desde la calma: “No me criaron para ser sumisa”. Defiende la autenticidad en el tenis y rechaza la rigidez de una etiqueta que, asegura, quedó anclada en los años 50. “Durante 12 de mis 13 años como profesional oculté mi verdadero yo”, confesó. Hoy se siente libre para mostrarse tal cual es y reivindicar el valor del dobles, una disciplina que todavía no recibe el reconocimiento que merece.
Townsend afirma que la maternidad le enseñó a dar y recibir amor de una manera distinta y que, gracias a ese aprendizaje, ahora se siente más preparada que nunca para alcanzar objetivos que antes consideraba imposibles.







