EUFÓRICO. Martín Pino celebra lo que fue la apertura del marcador contra Gimnasia y Tiro en La Ciudadela, por la séptima fecha. Foto de Diego Aráoz/LA GACETA.
Como un río que de golpe pierde caudal, San Martín pasó de gritar seguido a encontrarse con un silencio incómodo. La última vez que celebró fue en la fecha 25, cuando en La Ciudadela venció a Deportivo Maipú con tantos de Juan Cruz Esquivel y Darío Sand. Desde entonces, la red se volvió esquiva, aunque no por falta de intentos: el equipo genera, insiste, llega con frecuencia, pero la definición parece haber quedado en pausa.
El arranque del torneo, bajo la conducción de Ariel Martos, había mostrado una cara distinta. Ocho victorias, siete empates y apenas dos derrotas en la primera rueda fueron números que invitaban a soñar. Con un arquero seguro como Sand, la experiencia de Juan Cuevas y la frescura de refuerzos como Esquivel, el “Santo” se mantenía siempre entre los primeros puestos. Incluso partidos como el disputado en Mar del Plata frente a Alvarado, en donde Esquivel convirtió dos goles decisivos, confirmaban que el equipo tenía recursos para dañar.
Con el inicio de la segunda rueda, sin embargo, aparecieron las dudas. El empate con Almagro en La Ciudadela, dejó expuesta la dificultad para asociar juego y la tendencia a abusar del pelotazo a Martín Pino, aislado en ataque. Algunas fechas más tarde, en Salta, la derrota contra Gimnasia y Tiro acentuó ese problema: faltó reacción y se repitieron las imprecisiones en los metros finales. Martos cerró su ciclo reconociendo errores y con un saldo de 10 triunfos, nueve empates y cinco caídas.
La llegada de Mariano Campodónico buscó revitalizar al plantel, pero su estreno en Puerto Madryn fue un golpe duro: derrota 3-1 y el último gol de Pino en el torneo, el pasado 10 de agosto. Desde entonces, el delantero cordobés -máximo artillero con siete tantos- no volvió a convertir, y su sequía coincidió con la del equipo. Los resultados posteriores fueron irregulares, aunque siempre aparecieron señales: el orden defensivo en algunos tramos, la capacidad de Esquivel para desbordar o el ingreso de Gabriel Hachen, que en más de un partido ofreció claridad.
Los últimos encuentros explican la contradicción actual. Contra Tristán Suárez, la imagen fue la misma: tres intentos en la misma acción y el arquero rival ahogando el grito. No se trata de un equipo sin ideas, sino de uno que no logra transformar sus aproximaciones en certezas.
Los números marcan el diagnóstico: 25 goles a favor y 25 en contra en 30 fechas. La media de menos de un tanto por partido evidencia que, aunque defiende con corrección (algo que en algunos juegos también le faltó), le cuesta sostener ventajas y convertir la iniciativa en victorias.
La dependencia ofensiva de Pino, Esquivel, Cuevas y Franco García explica gran parte del déficit que tiene el equipo entre los cuatro concentran 20 de los 25 tantos. Cuando alguno de ellos no aparece, las alternativas se reducen prácticamente a la mínima expresión.
El camino para recuperar el gol
Sin embargo, el panorama no es solo gris. Cada vez que el equipo consigue juntar pases en el medio y habilitar a los extremos, el peligro es real. Lo mostró contra Maipú y en algunos pasajes frente a Ferro y Patronato, cuando la ocupación del área fue más generosa y los movimientos sin pelota abrieron espacios. La receta existe; lo que falta es continuidad y confianza para extenderla en el tiempo.
El desafío inmediato es cortar la sequía con paciencia y precisión. Automatizar el último pase, poblar más el área con los interiores y laterales, y recuperar la serenidad frente al arco son pasos indispensables. San Martín ya probó que puede hacerlo y los picos de funcionamiento están ahí. Convertir esos destellos en hábito será la llave para que el gol vuelva a fluir y los triunfos puedan volver a escena.
Y aunque la ansiedad pesa, la historia reciente también demuestra que el equipo tiene carácter para levantarse en escenarios adversos. Supo aguantar con un jugador menos contra Ferro, encontró respuestas rápidas tras la lluvia ante Güemes y se plantó de igual a igual en canchas difíciles como la de Patronato. Esos brotes verdes son la base sobre la que Campodónico y sus jugadores intentan reconstruir la confianza.






