PRIMER GOLPE. El 6 de septiembre de 1930 un grupo de militares encabezados por el general José Félix Uriburu derrocó a Hipólito Yrigoyen.
Ayer se cumplieron 95 años del primer golpe de Estado exitoso del siglo XX, fecha del inicio de la decadencia argentina. Como aportan todo tipo de indicadores, y sin olvidar las luces, desde entonces que claramente Argentina no es un ejemplo de éxito.
El 6 de septiembre de 1930 un grupo de militares encabezados por el general José Félix Uriburu derrocó a Hipólito Yrigoyen. Uriburu fracasó en sus intentos de imponer un orden corporativo y desplazar a la UCR de la simpatía popular y por ello el fraude electoral caracterizó la década siguiente, salvo los intentos de limpieza durante la presidencia de Roberto M. Ortiz.
En esos años Argentina enfrentó la Gran Depresión con herramientas que se usaron en todo el mundo asomándose a una amplia intervención estatal en la economía. El país se recuperó rápido, pero quedaron los medios disponibles para el desastre. Por ejemplo, las muchas comisiones sectoriales, algunas asesoras, otras reguladoras, que fueron incorporadas a la administración estatal luego del golpe de Estado de 1943 y el gobierno democrático de Juan Domingo Perón (desde 1946), cuando el Estado incrementó su participación en la vida común, no sólo en la económica. Dichas intromisiones no tuvieron mucha reversión en los gobiernos siguientes, al menos hasta los 90 del siglo XX, de modo que el estilo de gestión estatal fue esencialmente el mismo: la construcción de un orden económico corporativo (por qué, es otra historia).
Un par de observaciones sobre aquel arranque. Una de las decisiones para enfrentar la crisis fue crear un Banco Central, en aquel entonces un organismo mixto público y privado, que eliminó el desorden monetario y contribuyó a la estabilidad de precios (aunque antes la inflación no era gran problema) pero que fue estatizado por el peronismo. Por algo la inflación aparece como fenómeno destacado en los 40 del siglo XX, al convertirse el Central en una caja más del gobierno de la mano del crecimiento del Estado.
La segunda observación combina dos estimaciones. Si se compara el PIB per cápita de Argentina con el del resto de América Latina, desde comienzos del siglo pasado se observa que dividir su valor en el promedio continental da un número creciente, es decir, el PIB per cápita argentino crecía más rápido que el de la región. Hasta 1930. Desde allí, caída hasta estabilizarse desde los 90. Argentina se retrasó en términos relativos. Segunda estimación: en 2011 la economista tucumana María Florencia Aráoz publicó su cálculo de un Índice de Calidad Institucional que muestra bastante estabilidad desde 1862 hasta 1930. De allí, derrumbe hasta alrededor de 1983 cuando comienza a remontar pero sin volver a los valores iniciales. La evolución del índice coincide bastante con la de la economía argentina. No es casualidad.
Para abonarlo puede partirse de especular sobre la calidad de las intervenciones estatales. Una posibilidad es ver su eficiencia y legitimidad, y para eso puede pensarse que una de las respuestas posibles a las reglas ineficientes o ilegítimas es esquivarlas. Pues bien, el economista Adrián Guissarri encontró que entre 1930 y 1989 (cuando termina su estudio) los picos de economía en negro ocurrieron durante los gobiernos peronistas. Es decir, hay un crecimiento del gasto público sobre el PIB desde los 30, que se profundiza desde los 40, y puede especularse que la calidad de ese gasto fue peor entre 1946-1955 y 1974-1976 que en los otros años.
Ahora, la economía no tuvo un freno repentino, incluso en ocasiones hubo momentos de buen crecimiento, pero no continuidad. Porque en economía no hay nada instantáneo, y por eso existen las inercias y los aprendizajes. Pese al intervencionismo, al comienzo las inversiones y la cultura productiva en empresarios y trabajadores seguían estando. Pero los capitales físico y axiológico se deterioran. Una generación después de nacer el Estado gigante ya quedaba poco de aquellos capitales mientras crecían las redes de relaciones de intereses entre burocracia reguladora y sectores privados. Así, lo que se aprende y lo que se pierde lleva a que las medidas correctas sean cada vez menos efectivas y que las erradas sean más dañinas cada vez más rápido. De allí la presencia de expansiones breves seguidas de caídas bruscas llevando hacia una tendencia al estancamiento.
Un fenómeno que es causa y consecuencia de lo anterior es la preponderancia del corto plazo. Los argentinos crecen sin incorporar a su mentalidad la visión de futuro. Por algo hay gobiernos cortoplacistas convalidados por el voto popular. Su último ejemplo, el enorme desperdicio del boom de los commodities durante el kirchnerismo, que ayudó a aumentar más el gasto público corriente que la inversión, y en paralelo fomentó una cultura de desprecio por el mérito y de vivir depredando los sectores productivos.
Y no debe olvidarse la variabilidad de las normas fundamentales. Cada golpe de Estado anula la Constitución, cada regreso a la democracia la pone en vigencia. Golpe en 1930, regreso en 1932; golpe en 1943, regreso en 1946; golpe en 1955, regreso en 1958; golpe en 1962, regreso en 1963; golpe en 1966, regreso en 1973; golpe en 1976, regreso en 1983. Mientras tanto, cambios drásticos intermedios, el más destacado la Constitución de 1949, contraria a los principios de 1853/60.
Para peor, la obturación de carriles institucionales que permitieran escuchar las disidencias y responder a los errores debida al fraude de los 30, el abuso del Estado como herramienta partidaria en los 40 y 50 (llegándose a identificar patria con partido) y la proscripción del peronismo desde 1955 hasta 1974. Pero no sólo eso. Desde 1983 rige una amplia democracia y los errores continúan. Tal vez sea señal del mal sistema electoral y de una incultura cívica y económica fruto de años de destrozo institucional, intervencionismo desmesurado, e irresponsabilidad fiscal y monetaria. Paciencia. Sirva la fecha para recordar que el año electoral, aunque tentación para demagogos, es una oportunidad para revertir el mal camino iniciado en 1930.






