Daniel Salomón: “En 22 segundos se tiraron por la borda 14 años de trabajo”

EN PUERTO IGUAZÚ (MISIONES). Allí funcionaba el Instituto, disuelto por decisión del Gobierno nacional. EN PUERTO IGUAZÚ (MISIONES). Allí funcionaba el Instituto, disuelto por decisión del Gobierno nacional.
Guillermo Monti
Por Guillermo Monti 04 Septiembre 2025

“Estamos en un estado de letargo, como ocurre en contextos bélicos, donde la prioridad es sobrevivir. Hay un movimiento global de desprestigio hacia la ciencia, la cultura y hasta la solidaridad”, sostiene Daniel Salomón, profundo conocedor del sistema científico nacional desde su extensa trayectoria y su condición de Investigador superior del Conicet.

- ¿Cómo define este momento histórico?

- La Organización Mundial de la Salud declaró la solidaridad como un derecho humano, pero vivimos un proceso de encapsulamiento social que rompe la cohesión colectiva. En la Argentina eso se dio de manera extrema. El ejemplo más claro es la disolución del Instituto de Medicina Tropical en apenas 22 segundos de una conferencia de prensa. Se tiraron por la borda 14 años de trabajo, 10.000 metros cuadrados de infraestructura, equipamiento único en el norte del país, 15 tesis doctorales truncas y 42 proyectos financiados. Todo para ahorrar un presupuesto anual mínimo en comparación con lo invertido.

- ¿Qué consecuencias tiene esa decisión?

- No sólo se desperdicia una inversión millonaria. También se frustra un proyecto federal e inclusivo. Se llevaron equipamiento a Buenos Aires para estudiar enfermedades tropicales, que justamente no ocurren allí. Y se abandonó a una región que necesita respuestas urgentes. Ese tipo de decisiones revela que la salud pública no está siendo pensada desde la equidad ni desde las necesidades reales de la población.

- ¿Cómo afecta esta situación al Conicet, a las universidades y a los hospitales públicos?

- La desfinanciación impacta de manera transversal. El Conicet, las universidades nacionales y hospitales emblemáticos como el Garrahan sufren recortes que ponen en riesgo su funcionamiento. Y si los distintos sectores -ciencia, salud, cultura- se defienden de manera aislada, el ataque logra su objetivo de fragmentar. Necesitamos unidad. La ciencia debe defender la cultura y la cultura debe defender la ciencia. Lo mismo ocurre con la asistencia sanitaria y la investigación. No son compartimentos estancos.

- Uno de los blancos más visibles de la crítica oficial han sido las ciencias sociales. ¿Qué opina al respecto?

- La demonización de las ciencias sociales no es nueva. Históricamente, los regímenes autoritarios las atacaron porque son las primeras en cuestionar al poder. Hoy se usan ejemplos mal interpretados para ridiculizarlas. Pero sin ciencias sociales no hay ecoepidemiología posible. No se puede comprender un brote si no se entiende cómo vive, piensa y decide la comunidad. La entomología sola no basta. La biología molecular sola tampoco. Necesitamos el aporte de todas las disciplinas, discutiendo juntas y en interacción con los movimientos sociales.

- ¿Cómo proyecta el futuro del sistema científico en este contexto?

- Hay que ser realistas: nos espera tierra arrasada. Pero eso no significa resignación. Significa prepararse para construir alternativas operativas, no consignas vacías. La sociedad espera soluciones concretas. Cuando el Estado se retira, no queda un “equilibrio de mercado”: lo ocupan fuerzas más poderosas, como el narcotráfico o la mafia, como ocurrió en otros momentos de la historia. Por eso es urgente diseñar propuestas de salud pública inclusivas, federales y sustentables. Tengo la esperanza de que, aunque hayan destruido el Instituto de Medicina Tropical, hay suficiente semillero en el país para que, en el momento oportuno, vuelva a crecer un proyecto similar. La semilla está. Y la ciencia argentina tiene una tradición que, aunque golpeada, siempre resurge.

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