Cuando TikTok nos quiere alimentar con princesas

La Cenicienta, de Disney. La Cenicienta, de Disney.

En TikTok todo puede volverse un desafío: maquillarse como una muñeca, correr con tacos o comer como una princesa de Disney. Sí, comer como una princesa: millones de personas están probando la “dieta de las princesas”, una tendencia que propone imitar los supuestos menús de Blancanieves, Cenicienta, Ariel o Aurora. Como si alguien hubiera registrado qué desayunaba cada una entre canción y canción. El resultado es un compilado de videos que parecen de humor, pero que esconden algo más serio: la vigencia de los mandatos de delgadez disfrazados de nostalgia y entretenimiento.

¿En qué consiste este reto? Se trata de un régimen que promete hacer bajar de peso a quienes lo realicen entre cinco y diez kilos en apenas dos semanas. Lo más preocupante es el público al que está dirigido: niñas, adolescentes y jóvenes, es decir, quienes más absorben los modelos estéticos de Disney. El plan funciona como un “juego de roles”: cada día, una princesa distinta. Ariel, por ejemplo, implica tomar solo agua; Blancanieves, comer solo manzanas; Bella, tomar únicamente té. En todos los casos, el denominador común es la restricción extrema: entre 300 y 600 calorías diarias. Un déficit calórico que compromete seriamente la salud, tanto en el corto como en el largo plazo.

La escritora estadounidense Naomi Wolf, en “El mito de la belleza”, explicó que el ideal femenino no es un mandato inocente sino “el último, mejor y más brillante de los sistemas de control social”. Aun cuando cambian los envoltorios (la dieta de la luna en los 90 o la dieta de las princesas en TikTok), lo que pareciera persistir es la idea de que la felicidad, el amor y el éxito dependen de un cuerpo delgado. No es casual que el desafío recurra a princesas: personajes diseñados para condensar, desde hace casi un siglo, un ideal de feminidad dócil, bella y frágil.

Porque no hay que olvidarlo: los cuerpos de esas princesas no responden a ningún metabolismo humano, sino a la mano de animadores de los años 30, 50 o 90 que dibujaron cinturas imposibles y ojos gigantes. Aun así, en 2025 hay quienes creen que copiar su menú podría acercarlos a esa silueta “perfecta”. Es absurdo, pero también sintomático. Disney puede intentar aggiornarse con protagonistas más reales como Moana o Mirabel, pero el algoritmo rescata a las viejas princesas como referentes de belleza eterna. Ariel sigue siendo un ícono aspiracional, a pesar de que en la película solo se alimentaba de canciones y deseos.

Mabel Alonso, coordinadora del área de TCA (Trastornos de la conducta alimentaria) en Cepta, que es el Centro Provincial de Trastornos Alimentarios y trabaja en el programa provincial de prevención y abordaje de los trastornos alimentarios, lo explica con claridad: “Los trastornos de la alimentación no están muy visibilizados, pero son patologías que se inician en la temprana infancia y tienen su grandísima incidencia en la adolescencia”. Y advierte sobre los signos de alarma: restricciones, obsesión por lo dietético, aislamiento. Ese terreno fértil es el que encuentran las modas que circulan en las redes.

En los talleres que coordina en escuelas, Alonso detecta que la preocupación aparece cada vez más temprano. “Hay casos que se registran a partir de los 8 o 9 años. En las encuestas que hacemos, más del 60% de los chicos contestan que no desayunaron ni van a desayunar en toda la mañana”, cuenta. La estadística es alarmante y se repite: cada tres mujeres, un varón puede estar atravesando algún problema alimentario desde la infancia.

Sobreexposición

El escenario se agrava con la sobreexposición a redes sin filtros ni regulaciones. “Los chicos consumen mucho de esto: las exigencias sociales y los ideales asociados a la delgadez y al éxito. Es un impacto muy fuerte, sobre todo en esa edad en la que, en vez de aceptar que su cuerpo va a cambiar, piensan al revés: ‘tengo que ser cada vez más delgado’”, explica Alonso. La frase podría servir como descripción de la lógica de TikTok: algoritmos que premian la imagen, la delgadez, la pose.

Por eso, aunque suene ridículo hablar de la dieta de Blancanieves, no es tan inofensivo. Lo que se viraliza con humor termina funcionando como modelo aspiracional en un ecosistema donde niñas y adolescentes ya están entrenadas para comparar su cuerpo con el de las pantallas. Y no importa si ese cuerpo es real o un dibujo animado: el mandato es el mismo.

Alonso insiste en que lo que está en juego no es solo la comida, sino la salud mental. “Un cuerpo saludable necesita un montón de cosas, no solo alimentación: también salud mental”, subraya.

Tal vez sea hora de dar vuelta la historia: no se trata de copiar el desayuno de una princesa de 1950, sino de preguntarnos por qué seguimos creyendo que un talle puede definir un destino.

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