TENDENCIA LABORAL. La renuncia silenciosa creció entre jóvenes que buscan priorizar la salud mental y el equilibrio con su vida personal. / FREEPIK
En los últimos años, la idea de quiet quitting empezó a circular en redes sociales y estudios académicos. Traducida como “renuncia silenciosa”, no habla de abandonar un empleo sino de algo distinto: trabajar lo justo, cumplir el contrato sin excederse y evitar que el empleo consuma cada aspecto de la vida personal.
Aunque el concepto surgió en Estados Unidos y se popularizó en redes sociales, también encontró eco en América Latina. La generación joven empezó a reconocer que no vale la pena “matarse trabajando” si eso significa descuidar la salud mental, los vínculos y los proyectos propios.
La BBC recogió testimonios de especialistas como la profesora Nilufar Ahmed, de la Universidad de Bristol, quien explicó que esta tendencia ayuda a que las personas separen su autoestima del rendimiento laboral. Al no medir el valor personal únicamente a través del trabajo, se logra una relación más sana con los logros y los fracasos.
En Tucumán, tres jóvenes compartieron sus experiencias con LA GACETA. Dos de ellos comenzaron a trabajar después de la pandemia y construyeron su vínculo laboral con otra mirada. Una tercera chica, que trabajaba antes del aislamiento, reconoció que su perspectiva cambió por completo al volver a la oficina.
La pandemia como punto de quiebre
El World Economic Forum destacó que la pandemia dejó a los más jóvenes con contratos precarios, incertidumbre y menos oportunidades que generaciones anteriores. Mientras sus padres podían pensar en comprar una casa o ascender en la misma empresa durante décadas, los nuevos trabajadores enfrentaron un panorama más inestable.
Ese contexto llevó a muchos a replantear prioridades. “Cuando entré a trabajar, ya tenía claro que no quería que eso me defina”, contó Lucas Delgado, de 24 años, que empezó en el área administrativa de una empresa de logística. “Hago mi trabajo, cumplo con mis horarios, pero no estoy dispuesto a quedarme más horas o a llevarme trabajo a casa. Prefiero aprovechar mi tiempo libre para cursar la facultad y estar con mis amigos”.
En redes como TikTok, videos replican ese mismo mensaje: “trabajar no debe significar renunciar a la vida personal”. Así, el quiet quitting se volvió bandera de quienes sienten que el exceso de esfuerzo no garantiza mejores resultados ni estabilidad.
Salud mental en el centro
La Organización Mundial de la Salud reconoció en 2019 al burnout o agotamiento laboral como un fenómeno ocupacional. Cansancio extremo, falta de motivación y bajo rendimiento eran sus síntomas. No es casualidad que la renuncia silenciosa aparezca como una especie de antídoto.
Barbara Molina, de 28 años, vivió en carne propia ese cambio. “Antes de la pandemia trabajaba en un estudio contable y pensaba que quedarme hasta tarde era parte de demostrar compromiso. En 2020 pasé meses frente a la computadora y sentí que me estaba apagando, yo seguía trabajando mientras la gente se moría, no era consciente. Cuando volvimos a la oficina, ya no era la misma. Ahora marco límites: entro a horario, cumplo mis tareas y después me desconecto. Me costó al principio porque pensaba que me iban a juzgar, pero entendí que cuidar mi salud es más importante que quedar bien”.
La profesora Ahmed, citada por la BBC, sostiene que este cambio cultural protege contra la trampa de vincular la autoestima únicamente al éxito laboral. En lugar de ver los fracasos como derrotas personales, se los asume como parte del camino profesional.
El valor del equilibrio
Un estudio del Stevens Institute of Technology, en Nueva Jersey, vinculó esta práctica con la percepción de control. Según los investigadores, cuando las personas sienten que no tienen poder de decisión sobre su vida, se refugian en limitar su esfuerzo laboral. La encuesta realizada a más de 1.400 trabajadores mostró que las crisis globales reducen la sensación de autonomía y empujan a buscar equilibrios de otra forma.
En Tucumán, esa búsqueda aparece en los testimonios de quienes entraron al mercado laboral en los últimos años. Yamila Consta, de 22 años, trabaja como diseñadora gráfica en una agencia. “No me interesa quedarme en un lugar solo por un sueldo. Si veo que no respetan mis horarios o que me exigen más de lo acordado, busco otra cosa".
Esa visión conecta con datos de Forbes Argentina, que en 2022 señaló que más del 55% de los empleados siente que no llega a desplegar todo su potencial, mientras apenas un 30% se considera resiliente frente a los desafíos. La desmotivación, en ese marco, no es un capricho sino un síntoma de un modelo laboral que quedó obsoleto.
Consecuencias para las empresas
No todos interpretan la renuncia silenciosa como una solución positiva. Algunos especialistas, citados por Forbes, advierten que cuando un trabajador se desconecta emocionalmente puede afectar la productividad. Sin embargo, los mismos estudios muestran que las compañías que invierten en bienestar logran mejorar su desempeño hasta en un 55%.
En ese sentido, la tendencia puede leerse como una señal de alerta. Lejos de representar desinterés, los jóvenes que establecen límites están pidiendo mejores condiciones laborales, ambientes de confianza y oportunidades que no se traduzcan únicamente en horas extras.
Más allá de una moda
La BBC subrayó que la renuncia silenciosa no es un abandono del empleo, sino una forma de redefinir la relación entre vida y trabajo. El Barómetro de Confianza de Edelman de 2022 reveló que un 60% de la generación Z publica en redes sociales con el objetivo de cambiar el mundo. Ese espíritu de transformación también impacta en cómo se conciben los espacios laborales.
En Tucumán, Lucas, Barbara y Yamila representan esa búsqueda. Sus relatos muestran que no se trata de falta de compromiso, sino de un cambio cultural. Cumplen con su trabajo, pero sin dejar que los consuma. “No quiero jubilarme y darme cuenta de que viví solo para trabajar”, resumió Lucas.







