“El título será de los dos”: la historia del ciego que estudia programación con su madre como compañera inseparable

Beatriz y Andrés transformaron la adversidad en una historia de amor, esfuerzo y superación que conmovió en las redes sociales.

02 Septiembre 2025

En una de las aulas de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), una imagen conmovió a todos: Beatriz Nieva, cuaderno en mano, toma apuntes con precisión para que su hijo, Andrés Palacio, de 21 años y no vidente, pueda seguir cada detalle de la clase de programación. Lo que para muchos fue un gesto excepcional, para ellos se volvió rutina. Sí, un trabajo en equipo, silencioso y constante, que los llevó a convertirse en protagonistas de una historia viral.

El relato se hizo visible gracias a la publicación de una docente. Allí, destacó la dedicación de Beatriz y la perseverancia de Andrés, lo que despertó cientos de comentarios de apoyo y admiración. “Yo lo acompaño porque hay muchas materias en las que todo el material está en PDF. Entonces tengo que leerle, grabarle, prepararle lo que necesita. Es un acompañamiento constante, casi como una profesora particular, pero con la diferencia de que soy su mamá”, contó la mujer a LA GACETA.

Andrés, que está a pocas materias de terminar la tecnicatura, reconoce el valor de esa presencia. “Sin ella hubiese repetido el año. Es complicado, porque la programación es muy visual. Yo soy uno de los pocos ciegos que estudia esta carrera en Tucumán, y el apoyo que recibo de mi mamá es lo que me permite seguir adelante”.

El esfuerzo no conoce pausas. Desde Monteros, ambos viajan a la capital para asistir a clases y, cuando no están juntos, estudian a la distancia, incluso por teléfono. “A veces leer sola me resulta tedioso y no comprensible, así que nos llamamos y vamos repasando juntos”, cuenta Beatriz, que además de madre es docente y heredó de sus padres el amor por la enseñanza.

“El título será de los dos”: la historia del ciego que estudia programación con su madre como compañera inseparable

Entre risas y complicidades, Andrés no duda en reconocer lo que hace su mamá. “Qué maestra que tengo. Ella también se va a recibir conmigo”. Y ella, divertida, responde: “No, porque de computación no sé nada, salvo abrir Word y escribir con un dedo”.

Más allá de la ternura, ambos coinciden en que la universidad aún tiene deudas con la inclusión. “Las facultades no están preparadas para nosotros. Muchos profesores nunca tuvieron un alumno ciego y no saben cómo enseñar. Falta empatía”, reflexionó Andrés. Y Beatriz agregó: “A veces los docentes se dirigen a mí en lugar de hablarle a él. Yo les digo que el que sabe de tecnología es él, yo solo ayudo con los apuntes”.

El sueño de Andrés es claro: crear videojuegos accesibles para personas con discapacidad visual, un deseo que nació de la frustración de no poder jugar a lo que más le gustaba. Mientras tanto, se prepara para rendir las últimas materias, realizar su pasantía y abrirse paso en un mercado laboral que todavía presenta barreras para quienes dependen de lectores de pantalla.

“Yo sé lo que soy y sé lo que es mi mamá. No me importa lo que piensen los demás de que venga conmigo a la facultad. Para mí es normal”, aseguró. Y Beatriz concluyó: “Lo importante es que él me permite acompañarlo. Hay chicos que no aceptan a sus padres tan cerca. Andrés sí, y eso me llena de orgullo”.

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