Un muchacho como yo

Javier Milei atraviesa sus peores días desde que llegó a la presidencia. Juan Carlos De Pablo, economista y amigo que lo conoce como pocos, estuvo en Tucumán y dejó algunas pistas para vislumbrar lo que viene. Viviremos en un presente acelerado, con un futuro opaco, hasta el 26 de octubre.

Un muchacho como yo

“Un muchacho como yo” es una película de 1968, protagonizada por Palito Ortega, que cuenta la historia de un joven humilde, “que dice lo que siente” y se enamora de una joven rica con la oposición de su padre. Esta trama de privaciones, conflicto y superación actuó como sustrato biográfico del breve proyecto político del cantante tucumano y coincide con el perfil que intentan proyectar muchos profesionales de la vida pública para empatizar con la gente, subrayando sus caminos de progreso y la simplicidad que los emparenta con el ciudadano común.

Excepcional es el político que decide no hacer ese esfuerzo, despreocuparse o incluso acentuar los rasgos que lo distancian del promedio.

Con su fanfarronería, patrioterismo y tendencia a la simplificación, Donald Trump se parece mucho al ciudadano medio del interior norteamericano. Entre nosotros, Carlos Menem se proponía como vehículo para realizar las fantasías de la mayoría de los hombres argentinos. Alberto Fernández, aunque al final salió el tiro por la culata, intentó empatizar con la gente a través de su spot “Soy un tipo común”.

En las campañas norteamericanas suele usarse el eslogan “¿Con cuál de los dos candidatos te tomarías una cerveza?” contrarrestado por “¿A quién le dejarías el cuidado de tus hijos?”, de acuerdo al perfil de cada político. La disyuntiva deja afuera a un candidato abstemio, sin hijos.

“Muchos en el entorno intentan sacar a relucir anécdotas de una amistad temprana con Javier y no se dan cuenta del demérito que implica haber sido amigo de un tipo que hasta hace poco era un marginal”, me dijo un asesor de una de las principales figuras políticas del país. No es el abrupto salto de los márgenes al centro de la escena lo más anómalo del caso Milei sino el respaldo masivo que logró un candidato con un conjunto de características que conforman una personalidad atípica en nuestro país. Una excentricidad que fue la clave para lograr la centralidad.

Puede reconstruirse retrospectivamente su camino de la periferia al centro. El propio Javier Milei lo hizo este martes, en la inauguración de las nuevas oficinas de Corporación América, señalando que personas que conoció allí le abrieron el camino a la política y al poder. Guillermo Francos lo incluyó en un gabinete en las sombras de Daniel Scioli. Guillermo Nielsen lo recomendó a Alejandro Fantino, conductor del programa que lo catapultó a la fama mediática.

El 19 de noviembre de 2023, en el balojate presidencial, se impusieron las razones de la emoción que la razón desconoce. La reformulación de una célebre frase de Einstein, usada en la campaña, permeó en ese 56% que le dio el triunfo: “No se pueden esperar resultados diferentes con los mismos de siempre”. Milei se postuló como el paradigma de lo distinto.

El amigo de los domingos

Aunque pocos, Milei tiene amigos. Son aquellos con los que suele reunirse los domingos en la residencia de Olivos, para distenderse conversando y escuchando ópera. Uno de ellos era Diego Spagnuolo, el dueño de la voz de los polémicos audios. Otro, el economista Juan Carlos de Pablo.

Mientras las piedras pasaban cerca de la cabeza del Presidente en Lomas de Zamora, De Pablo estaba en Tucumán, preparándose para una conferencia en la que desgranaría anécdotas que permiten acercarse un poco a la intimidad de Milei. Todo empezó en Tucumán, en 2001, en un ascensor de un hotel en el que se realizaba un congreso de economistas. Un joven despeinado refunfuñaba frustraciones por la exposición que acababa de hacer. El profesor maduro, en lo que dura un viaje de ascensor, le dio una lección que nunca olvidó.

De Pablo acaba de publicar, junto a Ezequiel Burgo, Tratando de entender el fenómeno Milei. La Historia es una combinación de personas y circunstancias, en la que a veces pesan más unas que otras, plantea el libro. La determinación de Milei en la implementación del ajuste fiscal -la sustancia de la actual política económica- es la clave para entender el presente, afirma De Pablo. Vaticina que tirará con todo lo que tenga -vetos, decretos, judicialización- para mantener el superávit y, hasta la elección, el dólar quieto.

¿Pero cómo entender al protagonista? “La economía es su disciplina, su lenguaje y su perspectiva para hacer política. En los libros de economía se refugió cuando sufrió agresiones en su casa…También con la economía comunica sus ideas, agrede a quienes piensan distinto y ordena su trabajo en Olivos o en la Casa Rosada”, sintetiza “el profe”. “Casi todo me interesa poco -confiesa el propio Milei- salvo la economía, la música y mis perros”.

¿Quién es Milei?

Muchos analistas sostuvieron que recién conoceríamos al verdadero Milei en la adversidad de la gestión. Tal vez ese momento revelador es el que se inició con la aparición de los audios de Spagnuolo.

En el principio no fue el verbo, sino el silencio. 120 horas. Una eternidad para un líder locuaz, con pulsión tuitera. El martes hizo una breve referencia al caso relacionándolo con una operación política, una declaración de tres segundos en la accidentada incursión en el conurbano bonaerense el miércoles y un desarrollo un poco más amplio este jueves, en el almuerzo del Cicyp, organización integrada por algunos de los principales empresarios argentinos. Calificó al escándalo como el resultado de “burdas operaciones difamatorias” urdidas por “el círculo rojo” (curiosamente lo escuchaban algunos de sus mayores exponentes) y planteó la judicialización. Escaso, insuficiente para la magnitud y las particularidades del escándalo. Solo el jefe de Gabinete esbozó una módica crítica, que debió haber salido de la boca presidencial, en torno a un eventual exceso de confianza en Spagnuolo.

Después de la escueta referencia al audiogate, Milei repasó el trayecto de la gestión, sus metas y sus riesgos. “Llevamos un año y medio de superávit, con un PBI creciendo al 6%, después de 15 años de estancamiento sostenido”; “la meta es achicar al Estado”; “lo que frena la actividad no es la tasa sino el despiole que arman los kukas”. No esquivó acotaciones que desnudan su talón de Aquiles: “Si hubiéramos dejado los 16 billones de pesos de las Lefi en la calle, hoy habría otra persona hablando acá”. Un resumen del programa económico, el principal postulado político del oficialismo y la amenaza financiera que puede derribar al Gobierno.

La hora de la verdad

Milei enfrenta una crisis de confianza disparada por el affaire Spagnuolo que se combina con la incredulidad del mercado, manifestada en la presión sobre el dólar, cuya magnitud se expresa en la extraordinaria suba de tasas.

El “no hay plata” de Milei, que internalizó la relevancia del equilibrio de las cuentas públicas en un gran porcentaje de argentinos, es un logro cultural de la actual gestión, una asimilación de la teoría de la gravedad después de décadas en que colectivamente “fingimos demencia”. Pero el compromiso fiscal del Gobierno parece insuficiente para regenerar la confianza de inversores que no olvidan los incumplimientos seriales de la Argentina.

El tucumano Ricardo Arriazu, el economista más escuchado por el establishment y uno de los más respetados por el Presidente, criticó este jueves muchas de las decisiones recientes del Gobierno. Desde que impusieron las bandas cambiarias -plantea-, se planchó la actividad económica, subieron las tasas y el riesgo país. Critica la forma en que se salió de las Lefi. “Se desató el infierno… Si el dólar se escapa, se acaba el programa”, advierte, aunque también señala que al Banco Central le sobra poder de fuego para contener el tipo de cambio.

El apocalipsis según Javier

El Gobierno afronta la etapa más turbulenta de la gestión con un extraordinario desorden interno. Grabaciones subrepticias, luchas intestinas, fugas de diputados con declaraciones que abonan sospechas de corrupción, hostilidad contra recientes aliados en el Congreso, errores en el terreno financiero y ausencia de una estrategia profesional de crisis. A siete días de una elección provincial con efectos políticos y económicos equivalentes a una primaria. Se enfrentan con representantes de una clase política desorientada, fragmentada y desprestigiada, en un partido que estaba, a priori, ganado. Pero salen a la cancha con una asombrosa acumulación de impericias propias, combinadas con la desconfianza histórica de mercados alterados.

Los argentinos sufrimos la imposibilidad de forjar un futuro por la presión del pasado y los ruidos del presente. Escuchamos el tic tac de los peligros de siempre en cada interminable semana. El oficialismo apuesta todo a una beatificación popular del rumbo el 26 de octubre. Sin Plan B.

Ese domingo, pronostica, después de la tormenta, saldrá el sol. Excepto que la elección indique que puede volver el kirchnerismo. ¿Y entonces qué? ¿Cómo sigue la vida el 27? Para el Presidente, es absurdo pensarlo. “Sería el fin del mundo”, dijo Milei.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios