

En el texto evangélico de hoy, vemos cómo Jesús se encamina hacia Jerusalén. Tiene clara la meta de su viaje. Allí consumará su entrega y su servicio de amor. Así nos salvará. Ese amor libera, salva y redime.
Mientras tanto, Jesús va pasando por varias ciudades donde predica la buena nueva. Uno le interpela con una pregunta: “¿son pocos los que se salvan?”.
Jesús responde no con números sino indicando más bien cuál es el camino que lleva a la salvación, al que se accede por una “puerta estrecha”. Se trata de optar por Cristo.
I- La puerta estrecha es Él y su seguimiento como nuevo proyecto de construcción del ser humano que le conduce a la Vida. Es el proyecto de Dios en Cristo para la humanidad, un proyecto de amor, servicio y entrega. Eso es lo que significa la “estrechez”.
II- La “puerta-Cristo” es “estrecha” porque él se dona, se da, se desvive con misericordia; no se mira a sí mismo, sino que constantemente se abre y se entrega.
Este camino de descentramiento de uno mismo y de afianzamiento en el amor y la misericordia conduce a la Vida. Este camino de amor es el Reino de Dios, el proyecto de Dios, que realiza Jesús “puerta” y al que invita como camino seguro de salvación.
III- El egoísmo arruina la vida y es la expresión más clara del pecado. Que se lo digan al rico epulón. Es la perspectiva lucana del seguimiento de Jesús que se tiene que notar en pasos claros y en opciones claras de acuerdo a Él.
El Cristo que sube a Jerusalén es el icono más claro de “kénosis”, vaciamiento, desprendimiento, entrega, servicio supremo, “estrechez” máxima para sí mismo en favor de los demás.
Este proyecto se ofrece a todos sin prerrogativa ninguna de raza y mérito por eso, alguno demasiado seguro por su “cumpli-miento”, puede llevarse una sorpresa: “hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos”.
IV- Los que opten por Cristo, sin ninguna reserva, viviendo desde el amor entregado, ciertamente se sitúan en primera línea.
A todos se ofrece ese proyecto de Vida, a todos se ofrece la salvación. La cuestión sobre la salvación no está, pues, en cuántos, sino en la decisión valiente de cada uno de “cruzar la Puerta”.
Fuente P Juan Carlos Gonzalez op.







