La luna *
Por Jorge Luis Borges
Hay tanta soledad en ese oro.
La luna de las noches no es la luna
que vio el primer Adán. Los largos siglos.
De la vigilia humana la han colmado
de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo.
* Publicada en LA GACETA Literaria el 25 de julio de 1976.
El lugar Borges*
Por Beatriz Sarlo
Borges gana el premio Formentor en 1961. En 1961, en mi opinión, Borges ya había escrito lo fundamental de su obra. Si hubiera muerto en ese año, Borges sería el mismo Borges que es hoy; la obra ya estaba completa, sus descubrimientos literarios ya estaban hechos.
Borges tardó en llegar a ese público europeo, hasta que a fines de los 70 una cita que hace Michel Foucault sobre Borges tiene un efecto multiplicador. Es como si hubiera llegado el momento Borges.
En 1970, Borges recién estaba instalándose en todo el campo. Hoy pasa exactamente lo opuesto: Borges es un lugar adonde todo cabe, adonde se tira todo, adonde se fantasea todo. Ahora Borges es una especie de recipiente que recibe el tributo de personas que tienen la edad que yo tenía en ese momento; es el escritor argentino completamente universal.
*Publicado en 2012.
Instantes, el poema que no escribió*
Por María Kodama
Ocho años de mi vida me tomó el trabajo hasta encontrar a la verdadera autora, cuyo nombre es Nadine Staïr, y que fue publicada por Bantan Press en los EE.UU. ¿Qué pensás que sentí al llegar a la Feria del Libro de Buenos Aires y encontrarlo colgado en un poster a la entrada y con el nombre de Borges? Recuerdo que estaba con Hermes Villordo y le pedí que me ayudara a arrancarlo, hice un rollo y me dirigí al escritorio de la directora de la Feria que no supo qué decirme.
*Entrevista publicada en 2023.
En Tucumán*
Por Lucía Piossek Prebisch
Era el año 1978. Borges permaneció en Tucumán durante cuatro días. Se dio entonces la posibilidad de que un nutrido grupo de estudiantes (creo estar segura que de un modo totalmente espontáneo y al margen de cualquier protocolo y previsión oficiales) lo invitara a conversar con ellos en el jardín de la Facultad. Sentados en el pasto bajo los árboles, en una tarde soleada, “charlaron” con Borges durante unas dos horas, y yo tuve el privilegio de poder escucharlos. ¿Por qué recuerdo en especial esto? Porque se me reveló entonces “otro” Borges; esta vez era un Borges despojado de todo matiz de esa ironía generadora de distancia, un Borges que creó como milagrosamente un clima, casi diría, de una ternura paternal. Escuchaba atentamente, meditaba y respondía con total seriedad las preguntas de los estudiantes como si fueran las más importantes del mundo.
*Publicado en 2016.
El lector*
Por Alberto Manguel
Tenía 14, 15 años; Borges frisaba los 65. Se había quedado ciego unos 10 años atrás y se había dicho que ya no escribiría prosa, sólo poesía, porque para escribir prosa, pensaba que necesitaba “ver la mano escribir”. Pero se le habían ocurrido varios argumentos para cuentos (que luego constituirían El informe de Brodie) y pensó que intentaría la aventura. Pero antes de hacerlo, quería estudiar a los que él consideraba maestros del cuento: Kipling, James, León Bloy. Para eso, necesitaba que le leyesen esos cuentos, y le pedía prestado los ojos a quien estuviese a mano. Así pasé las noches de tres o cuatro años leyendo para Borges. El me interrumpía seguido, haciendo comentarios sobre el texto -para él, claro- y tuve así la suerte de ser testigo de la lectura íntima de unos de los más grandes lectores de todos los tiempos.
*Entrevista de 2016.
El Nobel perdido*
Por Jorge Estrella
En la primavera de 1976 Borges vino a Chile y recibió el grado de Doctor honoris causa de la Universidad de Chile. Luego de la ceremonia pública un grupo reducido fue invitado por el rector a compartir con el escritor. Conversé entonces largamente con él.
-Sabe que hace unos meses recibí dos invitaciones. Una para México, la otra para Chile. Supe que si iba a México y decía allí algunas frivolidades que ellos esperaban, el Nobel de este año sería para mí. Escogí venir a Chile. Y, aunque parezca monótono, volver sobre lo que digo siempre.
Seguíamos caminando bajo el enorme patio cerrado, cuando detuvo ese andar incierto de ciego que tiene y me preguntó: -¿Usted hace apuestas? -No -le contesto perplejo. -Es una lástima porque le hubiera propuesto una: diez a uno que el Nobel que se está decidiendo estos días no es para mí. Y que el motivo es la defensa que acabo de hacer de Chile. -¿No exagera, Borges? -Si cree que exagero, acepte mi apuesta. -El azar no es mi fuerte. -Tampoco el mío, por eso quiero apostarle. -Borges, usted parece andar buscando que no le den ese famoso premio.
*1987.
Huía de sí mismo*
Por Javier Cercas
Él decía que huía de sí mismo. Creo que todo escritor de verdad debería hacer eso. No apoltronarse, no acomodarse. Y pese a eso Borges siempre es Borges. A pesar de que cambie y huya de sí mismo.
*Publicado en 2022.
Los riesgos de una fascinación*
Por Abelardo Castillo
Leer a Borges, y fascinarte por Borges, puede llevarte a la ingenuidad de creer que hay que escribir como Borges, o, después de que Borges haya enunciado determinado tipo de ideas y con un determinado conjunto de palabras, no se puede escribir más que así. Y eso es una ilusión, y una ingenuidad. O creer que toda la literatura fantástica está cifrada en los cuentos de Borges. Borges es, sin duda, un gran escritor, pero amarlo en demasía o creer que la suya es la única manera de escribir literatura, es una ingenuidad.
*Entrevista de 2015.







