NUEVA POSICIÓN. En la cancha de fútbol, ahora Roy González ocupa un lugar muy diferente: parado o sentado, así vive los partidos, cerca del banco de suplentes. FOTO OSVALVO RIPOLL
San Miguel de Tucumán se ha convertido, para muchos deportistas, en un lugar donde echar raíces y construir futuro. Así lo vivió Aníbal Roy González, exjugador y actual director técnico, que eligió alejarse del bullicio de Buenos Aires para asentarse en una provincia que hoy siente como propia. Más allá de sus logros deportivos, lo que realmente define su presente es la conexión profunda que construyó con Tucumán: aquí decidió formar su hogar, ver crecer a sus hijas y seguir alimentando su pasión por el fútbol.
Los primeros vínculos con la provincia no fueron deportivos. El flechazo inicial ocurrió durante unas vacaciones familiares de invierno. “A Tucumán había venido de chico con mi familia”, recordó. Ese viaje, que también incluyó Salta y Jujuy, dejó una huella duradera. “Tengo recuerdos hermosos”, agregó. Paisajes, clima y gente cálida sembraron una semilla que años más tarde germinaría con fuerza.
Como sucede con muchos futbolistas profesionales, su carrera fue itinerante. Valijas armadas y desarmadas, cambios de ciudad, de clubes, de compañeros. Recorrió Chile, Ecuador, Perú y Bolivia junto a su esposa, Julieta. Hasta que llegó el momento de frenar. “Julieta es de Buenos Aires, pero tiene familia en Tucumán. Nos quedamos porque ya estábamos cansados de viajar”, explicó. La primera hija, Briana, nació en Buenos Aires. Pero fue el nacimiento de Mía, ya en Tucumán, lo que terminó de consolidar el arraigo. “La segunda nació acá, empezaron el jardín, la primaria... construí mi casa y ya nos quedamos”, resume, con la serenidad de quien tomó una decisión de vida.
Su llegada a Atlético Tucumán se produjo en 2005, de la mano de Raúl Heriberto Aredes, a quien recuerda con respeto y afecto. A partir de allí, fue conociendo la pasión “decana” y compartiendo vestuario con figuras como Andrés “Tito” Rebottaro y Jorge “El Indio” Solari. Técnicos que, cada uno a su manera, marcaron su formación como entrenador, rol que hoy desempeña en Villa Mitre de Tafí Viejo.
Como jugador, se destacó por su técnica y polifuncionalidad. “Desde chico jugué siempre como enganche o volante por izquierda. También jugué de doble cinco. Me gustaba estar en contacto con la pelota”, contó. Su estilo apuntaba siempre a la creación, a la construcción de juego.
Ya como DT, esa búsqueda se mantuvo: “Siempre uno trata de aprender de las experiencias. Tomando lo mejor de cada entrenador, y también lo que uno no quiere repetir”. La lista de influencias es extensa: Marcelo Bielsa, Julio César Falcioni, Oscar Tabárez y, por supuesto, Aredes. “Bielsa: honesto y apasionado. Falcioni: sencillo y muy analítico. Tabárez: serio y con experiencia. ‘El Zurdo’: un gran técnico y mejor persona”, detalló.
Su filosofía de juego se basa en equipos ofensivos, equilibrados y con circulación del balón por el piso. “Me gusta que la pelota vaya por abajo”, definió. Sin embargo, reconoce que eso a veces choca con la realidad del fútbol local. “En la Liga Tucumana se hace difícil por el estado de las canchas”, admitió. Aun así, se adapta y no pierde de vista su objetivo: transmitir una idea dinámica y ordenada. “En Villa Mitre me siento cómodo porque hay un crecimiento sostenido”, valoró.
Ese orden institucional es clave para sostener un proyecto. En su club actual cuenta con un equipo de trabajo estable que lo acompaña: Leandro Parra (preparador físico), Javier Haro (DT de Reserva), Luis Baldizón (entrenador de arqueros), Aldo Véliz (departamento médico), Belén Varela, Samir Seifer y Nicolás Suárez (utileros).PR
A pesar de las limitaciones de infraestructura, la Liga Tucumana tiene un lugar especial en su corazón. “Es muy competitiva, hay buenos jugadores”, asegura. Pero lo que más valora es el esfuerzo de los futbolistas. “Hay chicos que trabajan 10 o 12 horas por día, con trabajos pesados, y después van a entrenar y lo hacen al 100%”, contó, con admiración. “Yo estaba acostumbrado a otra cosa antes de venir a Tucumán. Ese sacrificio te hace valorar más lo que significa el fútbol”, reflexionó. En esa entrega encuentra la esencia del juego, lejos de los flashes y más cerca del amor genuino por la camiseta.
En lo personal, dice sentirse adoptado. “Tengo muchos buenos amigos tucumanos. Son sociables, divertidos. No olvido que soy de Buenos Aires, pero me siento un tucumano más. Así, por lo menos, me hacen sentir”, confesó.
Pandemia y reconstrucción
Como cualquier persona, su vida también estuvo marcada por momentos difíciles. Uno de los más duros fue la muerte de su amigo de toda la vida, Hernán Maldonado, quien también fue compañero en Atlético. “Una de las cosas más duras que me tocó vivir dentro del fútbol. Lo recuerdo con mucho cariño. Jugábamos juntos desde los seis años. Nuestras familias eran amigas. Tener que hablar con sus padres fue durísimo. Era una excelente persona”, compartió.
Otro desafío fue la experiencia de la pandemia. En marzo de 2020, viajó en crucero junto a su familia por los 15 años de su hija mayor. “Estaba organizado desde hacía tiempo”, explicó. Lo que prometía ser una celebración se transformó en una pesadilla. “Cuando teníamos que viajar, recién empezaba la pandemia. Nos dijeron que con barbijo y alcohol no iba a haber problema. Pero cuando estábamos en el crucero, se desató todo”, relató.
Durante días quedaron varados en altamar, con puertos cerrados y helicópteros evacuando pasajeros. “Estuvimos como 10 días dando vueltas sin poder bajar. Aterrizaban helicópteros y se llevaban pasajeros. Solo salíamos del camarote para comer”, recordó. La incertidumbre fue total, y la repatriación tardó en llegar. “La verdad que fueron días difíciles”, resumió.
Hoy su rutina combina el fútbol con un emprendimiento personal que le permite organizar sus tiempos. “Aparte de ser DT de Villa Mitre, hago repartos de productos de panificación. Eso por la mañana, y el fútbol por la tarde”, detalló. Sus días comienzan a las 4.30. “El fútbol es una pasión, un estilo de vida. Cuando me retiré, estuve un tiempo alejado. Pero me hizo bien volver a dirigir, volver al lugar donde uno pasó gran parte de su vida, donde uno se siente cómodo”, concluyó.
Para Aníbal Roy González, ese lugar no está en el Obelisco ni en los grandes estadios porteños. Está en los caminos de Tafí Viejo, en las canchas de la Liga Tucumana, en la casa donde crecen sus hijas, en los rostros de sus compañeros de trabajo. Tucumán lo eligió. Y él eligió quedarse.
SU ESQUINA EN EL MUNDO. El DT posa en Cochabamba y Chacabuco en Tafí.
LA FAMILIA. Julieta, la pareja del DT, Mía y Briana, sus hijas, lo apoyan siempre.







