La fe de las recién amigas: cuatro mujeres que se conocieron alentando a San Martín, y ya no se van a soltar

Florencia, Jessica, Antonella y “Mishu” se encontraron por primera vez en Santiago del Estero y la ilusión las unió

RECIÉN CONOCIDAS. Antonella, Florencia, Jessica y Mishu (que prefirió no posar) sienten que se conocen de toda la vida. RECIÉN CONOCIDAS. Antonella, Florencia, Jessica y "Mishu" (que prefirió no posar) sienten que se conocen de toda la vida. LA GACETA / DIEGO ARAOZ

Por momentos, parecía que se conocían de toda la vida. Y sin embargo, se acaban de conocer. Se vieron por primera vez en la previa del partido contra River, en Santiago del Estero. Se llamaron por sus nombres, se rieron como si ya hubiera códigos compartidos, se abrazaron cuando el colectivo dobló por la esquina del “Picódromo” y las llamó para subir. Y desde ese momento, Florencia Morales, Jessica Morales, Antonella Díaz y “Mishu” fueron amigas.

No se conocían antes, pero algo las unió. La camiseta. El amor. El fuego que se prende cuando juega San Martín y que no siempre tiene una explicación concreta. Las cuatro aseguran que nacieron con la camiseta puesta. Que no eligieron ser hinchas, que esto ya venía con ellas desde antes de saber hablar. “San Martín es mi vida”, dice Florencia. Y no hace falta que lo explique porque se nota. En la mirada, en la voz y en el modo en el que se abrazan aunque hace un rato nomás eran desconocidas.

“Mishu” no quiere contar su nombre completo, y no es por misterio. Es por algo más profundo: por cuidado, por identidad. “Mishu” es como la conocen en la tribuna. En su vida profesional estudia Recursos Humanos, y una profesora le sugirió (medio en broma, medio en serio) que se resguardara. Que separara sus dos mundos. Así que en la cancha es eso: “Mishu”, la hincha. Y nada más. Un apodo que, de cierta forma, le permite vivir con libertad esta pasión inexplicable. Porque sí, muchos la viven así: como una vida aparte. Como algo que no hay que entender, sino sentir. Y a veces, esconder un poquito.

Las cuatro llegaron por separado, pero ahora caminan juntas, se ubican juntas, entran juntas. Jessica y Florencia son hermanas, y Antonella se sumó a ellas para compartir la previa del partido. Después apareció “Mishu” y la risa hizo el resto. Entre chistes y anécdotas recién inventadas, se permiten la complicidad: se escaparon de sus novios, de sus amantes, de sus rutinas. Todo dicho entre carcajadas, con la picardía de una noche que promete. “Hoy ganamos”, dicen. No lo dudan. “Tenemos fe”, repiten. No hay argumentos tácticos ni comparaciones de planteles. Hay fe. Y la fe es mucho más poderosa que cualquier análisis.

Cuentan que lo de Rosario dolió. Que la desilusión fue intensa. Pero que hoy es otra cosa. Es Copa Argentina, es una nueva primera vez. Y no se parece a nada. “Esto no es como Rosario”, dicen. Esta noche es distinta, porque ya están curadas del desencanto, y porque la ilusión se renovó con más fuerza que nunca. Saben que puede doler de nuevo, pero igual vienen. Igual se juntan, igual arman bandera. Porque de eso se trata ser hincha.

COMPLICIDAD. Entre ellas ya inventaron apodos y códigos para hacer chistes y amenizar la espera del comienzo del partido. COMPLICIDAD. Entre ellas ya inventaron apodos y códigos para hacer chistes y amenizar la espera del comienzo del partido. LA GACETA / DIEGO ARAOZ

La escena es simple y está cargada de sentido: cuatro mujeres, unidas por San Martín, riendo a carcajadas en un rincón santiagueño mientras esperan que abran las puertas. Ninguna lo dice con esas palabras, pero lo que viven es sagrado. Hay algo en la tribuna que tiene de refugio, de templo. Algo que históricamente pareció negado para muchas mujeres, pero que ya no. Porque ellas también estuvieron siempre. Y si antes no se las veía, ahora se hacen notar. Cantan, saltan, lloran, alientan. Y se encuentran.

La amistad que nació esta noche quizás no dure para siempre, o tal vez sí. Pero lo que pasó ya no se borra. Y eso también es San Martín: un lugar donde podés hacer amigas en una previa y sentir que la historia viene de más lejos. Porque las une algo más grande que cualquier anécdota: las une una camiseta y una pasión. Las une la ilusión. Esa que hoy, por unas horas, las hace invencibles.

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