HÁBITOS DE LECTURA. La polémica en redes sobre leer en trayectos cortos del bondi pone en evidencia las distintas formas en que las personas aprovechan su tiempo en el transporte público. / INSTAGRAM
Una opinión lanzada con tono irónico en X (ex Twitter) encendió la mecha: “no hay cosa que me parezca más performática que leer en el subte”. El comentario cuestionaba a quienes abren un libro en viajes breves. La frase alcanzó miles de interacciones, y desató un debate cultural entre detractores y defensores de la lectura.
Para muchas personas, sacar un libro en el colectivo o subte es rutina: un momento para escapar del ruido y las pantallas, sumergirse en un capítulo o un poema, aunque el viaje dure sólo veinte minutos. Sin embargo, para otros, ese gesto puede parecer una actitud “de exhibición”.
La discusión refleja una tensión sobre el lugar que ocupa la lectura en la vida cotidiana y urbana, y la necesidad de desconectarse del celular en un mundo hiperconectado.
Libros pensados para trayectos cortos
El auge de libros en formato bolsillo acompaña esta realidad. Muchas editoriales lanzan ediciones pequeñas y accesibles, ideales para leer en lapsos breves. Historias cortas, cuentos, haikus o capítulos de novelas permiten aprovechar minutos que podrían perderse.
Esta tendencia conecta con la llamada cozy literature, con relatos breves y tranquilos que buscan generar un clima íntimo. Autores argentinos y japoneses ganan protagonismo en estos formatos.
Daniel Mecca, escritor y gestor cultural, explicó en La Nación que leer en el transporte es un acto casi contracultural. “Es aprovechar ese tiempo para alimentar la imaginación, aunque sean cinco o quince minutos”, dijo.
Entre la intimidad y la visibilidad
Leer en espacios públicos no es solo una elección cultural sino también una forma de habitar la ciudad. Para quienes prefieren los libros, el silencio que genera un libro es preferible al ruido de reels de Instagram.
Muchos lectores eligen el subte, el colectivo o la espera para avanzar unas páginas, y aunque sea poco tiempo, lo consideran valioso. En algunos casos, hasta prefieren ocultar el título para evitar prejuicios o miradas.
Las redes sociales también reflejan esta escena. La cuenta @sublecturas, por ejemplo, comparte fotos de personas leyendo en el subte, mostrando una variedad de títulos y estilos que confirman que la lectura en público es más común de lo que parece.
Leer para uno mismo y no para los demás
Ignacio Iraola, editor y librero, defendió en la misma nota ya citada que leer en el transporte es un acto auténtico. “Es un momento íntimo, tranquilo y de ganas, no una pose frente a nadie”, afirmó.
María Florencia Freijo, escritora, sumó que muchas personas buscan desconectarse del celular y encuentran en el libro un refugio. “El viaje suele ser el único momento del día en que están solos”, destacó.
Para muchas personas, con ritmos acelerados, poder abrir un libro durante unos minutos significa recuperar un espacio propio.
Leer en el bondi puede salvarnos un poco
En una época dominada por pantallas y notificaciones constantes, elegir un libro es casi un acto de rebeldía silenciosa. Aunque el trayecto dure poco, esa lectura fugaz aporta un respiro mental.
El subte, el colectivo o la parada pueden ser rincones de lectura tan valiosos como una biblioteca. Lo relevante no es la cantidad de páginas, sino el deseo de seguir leyendo y desconectar un rato.
Este hábito, aunque para algunos parezca “pose”, en realidad representa una forma de hacer la vida urbana un poco más humana y llevadera.






