Luego de pelear durante semanas contra las secuelas de un ACV, falleció Alejandra “Locomotora” Oliveras, ex campeona mundial de boxeo. Muchos la recordaban por su entrega como madre soltera criando a dos hijos, pero pocos conocían el trasfondo más crudo de su vida: relaciones atravesadas por la violencia y la traición.
En una entrevista brindada a Urbana Play en 2022, Oliveras compartió una de las situaciones más impactantes que vivió antes de lograr el título mundial en 2006. Contó que días antes de viajar a México para enfrentar a Jackie Nava, descubrió que su esposo la engañaba con su hermana. “Diez días antes de irme a México a pelear por el título del mundo, encontré a mi marido en la cama con mi propia hermana”, relató. Y agregó con un toque de ironía: “Me fui a México con el corazón destrozado. Creo que me vengué con Jackie Nava por lo que me había pasado”.
La boxeadora aseguró que el deporte fue su única salida emocional en ese momento. “Me quería morir, fue una puñalada por la espalda. Para no llorar, entrenaba, porque sentía que no podía suspender el sueño de mi vida”, confesó. El proceso de sanación fue largo. “Demoré como un año en estabilizarme, en recuperarme. En ese momento él era el amor de mi vida. Que te traicionen de esa manera duele hasta los huesos”. Aunque admitió que "estaba muy enamorada", aclaró que jamás volvió con él.
Mientras atravesaba esa etapa personal, también debía sostener a su familia. “Dormía en un colchón en el suelo y trabajaba en cinco gimnasios para darle de comer a mis hijos”, reveló. Con los 2.800 dólares que ganó en esa histórica pelea, pudo amoblar su casa y mejorar la calidad de vida de los suyos.
Un pasado de violencia desde la adolescencia
Pero su historia de sufrimiento no comenzó allí. Mucho antes de consagrarse en el ring, Oliveras ya había vivido momentos extremos. Durante una nota con el medio Aires de Santa Fe, relató los abusos sufridos en su adolescencia. “A los 14 años empecé a sufrir violencia de género, fue cuando quedé embarazada. A los 15 tuve a mi hijo. Me pegaba durante el embarazo, lo hizo también después que nació y hasta que me separé”, rememoró. Y agregó: “Yo entiendo que si nacemos es para ser feliz y para disfrutar”.
Según explicó, en aquel tiempo era habitual que los casos de violencia contra mujeres fueran minimizados. “Antes era normal que la mujer sufriera porque el marido le pegara. A nadie se le movía un pelo porque una mujer denunciaba y no le daban pelota, la mandaban a la casa y se le reían. Yo nunca acepté eso”, señaló. La búsqueda del amor la llevó a formar pareja desde muy joven, pero se encontró con un infierno. “Cuando empezó a pegarme no entendía el motivo. Dije: ‘eso no es el amor’”.
El golpe que cambió su vida
Determinada a defenderse, comenzó a entrenar sola: “Lo que hice fue aprender a defenderme sola porque en el pueblo no había boxeo. Así que cuando él no estaba hacía sentadillas, abdominales en el piso, entrenaba con mi sombra”. Hasta que un día decidió ponerle fin a la violencia. “Un día vino a pegarme como lo hacía siempre. Entonces lo esperé, cerré el puño y le di con toda la fuerza que tenía. Cayó sorprendidísimo al suelo. Agarré a mi bebé, una bolsa de nylon, y me fui. No volví nunca más”.







